En el nombre de Dios, el Clemente el Misericordioso,
la paz de Dios sea con todos sus Profetas
desde Adán hasta Muhammad (s)
Estamos hablando acerca de cuál es el objetivo de la vida del ser humano, cuál es su sentido de vida y hacia dónde se dirige, cual es la filosofía de su existencia, por qué fue creado, y para qué fue creado. Dijimos que el verdadero objetivo que el Corán presenta como el único objetivo, digamos, por el cuál Dios lo creó es “la adoración”. Explicamos en la anterior clase acerca del concepto de adoración y definimos un poco de qué forma uno adora a Dios.
Lo que es necesario saber es que la adoración a Dios también tiene sus condiciones. Es decir que la adoración a Dios no puede darse simplemente por una cuestión de inercia o automáticamente o por una cuestión cultural o por una cuestión de costumbre o de obligación o sentirse intimado o porque los padres le imponen adorar a Dios o porque es una tradición familiar. O sea, la adoración tiene que ser una adoración voluntaria, y cuando es voluntaria obviamente se basa en dos cuestiones fundamentales, que una es el amor a Dios, del cual habíamos hablando anteriormente, y la otra es el conocimiento de Dios. Nosotros creemos que sin amar a Dios no se le puede adorar, porque la adoración tiene que ver con la obediencia, y la obediencia está totalmente ligada a una relación sentimental; o sea, uno puede obedecer por obligación, pero está claro que ese tipo de obedecía no va a dar resultado, porque al fin y al cabo uno siempre trata de escapar de la obligación, uno siempre va a tratar de obedecer de la manera más fácil, en menor cantidad. Es decir, siempre que uno está obligado a hacer algo es como que le cuesta más poder hacerlo, por lo menos sentir placer al hacerlo, por lo menos entender lo que hace. Como la adoración del creyente tiene que darse donde uno entienda lo que está haciendo, porque uno tiene que tener la intención de acercarse a Dios y si tiene intención de acercarse a Dios tiene que haber una relación de amor con Dios, porque si no uno no tendría ninguna intención de acercarse a Dios. O sea, yo quiero acercarme a aquél que realmente amo. Pero si hay alguien que yo no siento amor a él, para qué acercarme a él. Es decir, la cercanía de uno es justamente por algún interés que tiene que ver con algo que mueve mi corazón. Obviamente en una visión materialista pueden ser que los intereses sean materiales, pero en una relación espiritual lo que me hace acercar al ser espiritual o lo que me hace acercar espiritualmente a Dios no puede ser material. Por lo tanto tiene que existir una relación de amor, que es justamente la relación de atracción con Dios, y a través de esa atracción, yo lo adoro. Al mismo tiempo que esa relación de amor tiene que estar basada en el conocimiento, porque ustedes saben que la atracción en dos seres se da cuando uno conoce, o sea si uno no conoce por ejemplo a un determinado ser, no tiene por qué amarlo, y si alguien dice yo no conozco a tal persona pero la amo, uno diría qué amor estúpido; es decir, amar a lo que no se ve o lo que no se conoce o lo que no se percibe o lo que no se entiende o se comprende. El amor tiene que basarse, si o si, en un estado de conocimiento. Por lo tanto, cuanto más se conoce al ser más se le ama, porque el amor justamente que se basa en ese estado de atracción entre los seres, está justamente basado —valga la redundancia— en mi contemplación de ser. Es decir, yo contemplo al ser, entonces esa contemplación me da placer y ese placer se transforma en atracción, y esa atracción se transforma en amor. Es decir, cuando yo no tengo capacidad de poder contemplar, no tengo capacidad de poder sentir placer en la percepción. Y cuando yo no siento placer no tengo por qué sentir amor. Entonces el amor es el resultado de esa atracción, y la atracción es el resultado de la contemplación, y en la contemplación uno conoce al ser. Es decir, si no conocemos al ser no tenemos forma de poder contemplarlo, al no contemplarlo no sentimos placer, al no sentir placer no sentimos amor, al no sentir amor no queremos acercarnos, entonces, al no poder acercarnos o no querer acercarnos no tenemos por qué adorarlo, o la relación no tienen razón de ser, por lo tanto una es causa de la otra.
Vengo haciendo hincapié de tener en cuenta las condiciones. Mucha gente a veces adora a Dios sin tener ningún tipo de idea de lo que se trata realmente adorar a Dios. Por ejemplo, tenemos narraciones que dicen que el Imam Zain al-‘Abidin (a.s) cuando hacia la ablución para el rezo empalidecía. Dice en las narraciones: “…se ponía su rostro amarillo…”. En otras narraciones tenemos hadices de los Imames que dicen que el Imam temblaba cuando rezaba, o sea, se ponía en posición de rezar en la qibla y antes de rezar temblaba. Le preguntaron por qué, y dijo: “¿Sabes ante quién me voy a presentar?” O sea ¿con quién voy a dialogar? Entonces eso habla de una realidad del conocimiento. Ellos conocían a Dios y ese conocimiento se transformaba en una atracción, porque al conocer a Dios contemplaban la bondad de Dios, la belleza de Dios, la misericordia de Dios, la perfección de Dios, la grandeza de Dios y como uno por naturaleza desea eso, por naturaleza ama la belleza, tiene una tendencia hacia lo bello, una tendencia hacia la bondad, una tendencia hacia la verdad, es obvio que cuando uno encuentra a un Ser que plenamente es Verdad, plenamente es Bondad, plenamente es Belleza, plenamente es Perfección, entonces, termina amándolo. Por eso el amor es un verdadero amor cuando es resultado de una verdadera atracción, que está justamente basada en un verdadero conocimiento. Por consiguiente, sin contemplación no hay conocimiento. Por eso cuando decimos la shahada o la frase que utilizamos para que el no musulmán se convierta al Islam o para nosotros para reconocer la Unidad Divina, decimos “ashhadu an la il.laha ilal.lah, que significa: atestiguo, soy testigo, doy testimonio de que no hay dios más que Dios. O sea nuestra creencia en Dios está basada en una contemplación. Nosotros somos testigos de la presencia de Dios y al ser testigo, se está contemplando a Dios y al contemplarlo, lo conocemos. Cuando conocemos a Dios entonces vemos en Él Pura Belleza, vemos en Él Pura Armonía, vemos en Él Pura Paz y como uno por naturaleza desea la paz, la armonía, la belleza, lo estético, entonces se enamora de Dios. Cuando se enamora de Dios entonces desea adorarle. Dice una famosa frase entre los árabes:
"إن المحب لمن يحب مطيع"
“Ciertamente el enamorado obedece a quien ama”. Cuando uno está enamorado de alguien, ese amor le hace finalmente obedecerle. Consciente o inconscientemente uno termina obedeciendo, termina otorgándose, sometiéndose al enamorado. Porque el amor es eso. Es tanta la atracción que lo único que uno desea es unirse. La obedecía es una forma de unirme a él: me uno a través de la obediencia, me acerco. Por eso la adoración a nosotros nos acerca a Dios. Cuando nosotros hacemos cualquier tipo de adoración decimos que hay que tener intención, en la intención decimos qurbatin ilal.lah. O sea, para acercarnos a Dios, para estar, digamos, en una relación íntima con Dios, para crear intimidar con Dios. Y la intimidad con Dios es la que también fortalece el amor; o sea, es de las dos partes: yo porque lo amo me acerco y la cercanía me da más amor, porque cuanto más siento Su Aroma, más contemplo Su Belleza, más veo Su Grandeza, más percibo Su Perfección. Entonces cuando más íntima es la relación, más amor se crea, porque mientras más cerca de Dios esté más contemplo Su Belleza, más encuentro perfección, más percibo esa realidad, por consiguiente, más me enamoro. Cuando más me enamoro más me quiero acercar, cuando más me acerco mayor es el conocimiento y así es una mezcla constante de sentimientos que hacen adorar a Dios de una forma libre, adorarlo por Él, adorarlo con sinceridad.
Ese es un poco el secreto de la verdadera adoración, y la adoración es justamente el objetivo por el cuál fuimos creados. Entonces el sentido de la vida, el objetivo de la vida del ser humano es justamente el adorar a Dios de esa forma, una adoración y una obediencia basada en el amor y un amor basado en el conocimiento y la contemplación.
ALAHAMDU LIL.LAHI RABBIL ‘ALAMIN,
WA SALAM ‘ALIKUM WA RAHMATUL.LAHI WA BARAKATU