Hola, Soy Mahdi y hoy nuevamente traigo un video de nuestra sección “Desayunos espirituales”, espacio traído por FátimaTV.
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Primero antes de empezar, si no han visto la primera parte de esta serie, den click acá (abajo derecha) o en el link en la descripción de este video.
En el video anterior contábamos la historia de un hombre, quien había ahorrado arduamente, para llevar a cabo una visita religiosa, a la bendita ciudad de Najaf, ubicada en Iraq, una ciudad muy especial, cuna de sabios y jóvenes estudiantes, pero de entre sus habitantes más importantes, esta el Imam Ali (P), quien yace en su Santuario y es honrado con la visita de miles de fieles, quienes esperanzados, le visitan a diario, pidiendo el favor de Dios.
Como recordamos, este hombre, había planificado una visita de 15 días a la ciudad, para poder estar cerca del Príncipe de los Creyentes, rogando a Dios por su bienestar, sin embargo, fue robado, quedando en total situación de indefensión y desamparo, a lo cual en sus ruegos, fue dirigido a un sabio, quien supo que el tiempo de algo importante y que había esperado por muchos años había llegado y luego de dirigir las oraciones comunitarias de la mañana, procedió con la siguiente “khutba” o sermón, frente a cientos de fieles, en esa mañana, tan esperada, sermono que decía lo siguiente:
“…¨Yo, ya hace muchas décadas atrás, era tan solo un ingenuo muchacho estudiante de religión en una de las más importantes “Hauzas” o escuelas teológicas de esta ciudad y no solo estaba hambriento de conocimiento sino que también de alimento que calmase mi estómago, pero era un chico de muy escasos recursos, que normalmente solía pedir fiada la comida para así sobrevivir mes a mes, algo común en aquellas inocentes épocas de estudiante, la cual como recordamos son épocas de pocos ingresos y grandes responsabilidades entre libros y requerimientos de nuestro aprendizaje y supervivencia.
Ante mi situación de estrechez, solía acudir a la buena voluntad de un comerciante conocido y quien amablemente accedía a confiar en mí, cada vez que pedía fiado algo de comer.
Es así que un día, a la puerta de mi estómago, llegó el hambre y tocaba insistentemente sin respiro alguno, viéndome forzado a ir por algo de pan, con tal de así desalojar a ese incómodo visitante que tocaba a la puerta de mi debilidad.
Pero en aquel momento, mi cuenta ya estaba un poco grande y un tanto atrasada, pues los pocos recursos que nos daban en el Seminario, no lograban cubrir nuestros asuntos y hacía tiempo que por motivos diversos no llegaba la ayuda que mis padres enviaban para apoyarme en mi labor y que evitaban la pena del tener que mendingar.
Así que ese día, el comerciante amigo, me negó fiar algo de comer hasta no cancelar mi cuenta con él. Ante mi desesperación me dirigí a otro local, para así poder acceder a algo que me alimentara ese día.
El comerciante que amablemente me atendió y confió en mi promesa de pago, era un bondadoso hombre judío de Najaf, a quien le quedé debiendo un dinar, ese día, con la promesa de pagarlo, tan pronto me llegase algo de dinero.
Pocos días después, por la Gracia de Dios, llegó el dinero que mis padres regularmente enviaban y algo más que el Seminario aportaba, e inmediatamente corrí a pagar mi cuenta con el comerciante conocido y por supuesto a saldar la deuda que había establecido con aquel bondadoso comerciante judío por igual.
Al llegar a la tienda del comerciante judío, me llevé la sorpresa de encontrarme con su local cerrado.
Durante tres días consecutivos fui a su local para, honorablemente saldar mi deuda, pero al ver que luego de tantas veces ir y encontrar el lugar cerrado, pregunté a alguien cercano sobre el motivo del cierre y me dieron una triste noticia; el comerciante judío había muerto.
Ante ello y sabiendo que debía sí o sí, cumplir con mi deber, busqué la forma de pagar mi deuda, por lo que la única forma viable que encontré fue de depositar el dinar adeudado por una hendija en la puerta de madera del local.
Así que tiré la moneda, esperanzado en que algún hijo o heredero llegaría al lugar y se encontraría con la moneda, la adjuntaría con la herencia y así se cerrase entonces, mi asunto y deuda con el ya fallecido, así que con esa esperanza hice lo dicho y me retiré a casa.
Esa misma noche en que dejé el dinero, en mi sueño, me veo en el “Sirat” o Puente estrecho que da al paraíso y que todos deberemos caminar en el día de la Retribución.
En ese sueño me veía caminando directo sin mayor problema hacia el paraíso y de repente veo que de por debajo de ese puente, justo ante las puertas de la excelente morada eterna, aparece el comerciante judío, mismo que me había concedido su confianza y me fio cuando lo necesité; poniéndose frente a mi e impidiéndome el paso y me decía:
“¡Hey chico detente, ¿a donde crees que vas?!”
Yo le respondí con total normalidad:
¨Pues por el camino recto directo al paraíso¨ a lo que este hombre me dijo:
¨No no no, no vas a ninguna parte; tan solo dime ¿Dónde está el dinero que me pertenece por aquello que te fie?¨
Atónito, Inmediatamente procedí a decirle que había dejado el dinero en su local, tirándolo por una hendija de la puerta, a lo que el comerciante me respondió:
“¡Mira chico, yo no sé de qué hablas, ya que mí nunca me llegó mi derecho, el cual bien sabes es el dinar que me debías!”
Ante eso le dije:
Entonces dime ¿Qué quieres que hagamos?
Y el comerciante me dijo de inmediato sin dudar:
¨Bueno tan solo dame mi dinero, el cual es mi derecho y listo¨
Extrañado por su respuesta le dije al comerciante:
¨ ¿Acaso no sabes que estamos en el día del juicio y que acá no hay dinero ni riqueza que valga?, tan solo no hay riquezas, solo nuestras acciones pasadas tienen valor¨.
A lo que el comerciante me responde:
¨¡Pues la verdad no lo sé, pero lo que si puedo decirte es que de acá no pasas hasta que se me des mi derecho y pagues tu deuda!¨
Luego de mucho discutir, el comerciante me dijo:
¨Bueno, te dejaré seguir y de paso te perdono mi derecho oprimido, solo y si tan solo si me dejas poner mi dedo en tu pecho ¿Aceptas?¨
Ante tal petición accedí, ya que imaginaba en el sueño, que era eso algo muy simple e inocente y no afectaría en nada.
Apenas en ese instante cuando el comerciante judío, tocó mi pecho en el sueño, grité con tal pavor y dolor que me desperté violentamente, cargando aún con el dolor en mi piel y no más volví a verme la zona que me dolía, noté una herida como de una quemada profunda que sangraba en mi pecho sin merma.
En ese instante el sabio, frente a toda la gente presente en su sermón, abrió su camisa y continuó diciendo:
¨Oh gente, Oh Jamia3, esto ocurrió hace tan solo 20 años atrás y desde ese entonces y hasta el día de hoy, la herida sigue sangrando y doliendo, sean testigos ustedes de eso, tan solo por un dinar, un monto insignificante que nunca llegó a su dueño, un derecho que se oprimió sin voluntad, una moneda que posiblemente, cayó en un lugar en el que nunca se dejó ver por quienes hubiesen hecho llegar el derecho de este comerciante judío de la forma como se esperaba, mas no ocurrió.
Esa acción tan simple, era algo que Dios no perdonaba dentro de todas mis acciones, hasta que el dueño legítimo de ese derecho perdonase mi deuda o falta para con él, o recibiera finalmente la retribución por su derecho quitado, el perdón de este comerciante haría que Dios me permitiese alcanzar, el paraíso.
Y presten atención gente, esto (el paraíso) era algo que Dios no me estaba negando, pero mi falta, este pendiente de perdón, era lo único que podía darme llave para llegar a buen rumbo en la eternidad.”
Al final el Imam Ali sabía que el ladrón estaría entre los que acudirían al rezo en congregación y se ocuparía de devolver el derecho de los demás y volvería sus pasos al bien, con la esperanza del perdón de quien fuese agraviado por su robo.
Siguiendo entonces con el tema del perdón y sabiendo, lo importante de contar con el perdón ajeno, (fuera del perdón de Dios, Exaltado Sea), es que debemos saber que una de las cargas en nuestra vida, es el guardar rencor hacia alguien.
Cuando no somos capaces de liberarnos, de soltarnos de esos sentimientos, nos hacemos sentir pesados y se nos pone una carga pesada.
Cuando se logra perdonar a los demás, el primer beneficiado eres tú y luego a quien estás perdonando, puesto que seguro, haces un favor, una buena obra, que perdurará hasta la otra vida a alguien que puede haberse ya arrepentido o actuado por omisión, sin querer, sea un amigo o familiar, que sabemos desearías verle con bien, tanto en esta como en la otra vida.
Así que con el perdón verás cómo tu carga se desvanece, se diluye y te sientes menos agobiado.
Algunas personas viven décadas guardando un profundo rencor a ciertas personas, por cierto algunas veces, simples males entendidos o incidentes pasajeros de la vida, quedando marcados por el sistema y la sociedad en general.
Ahora es cuando puedes liberarte de estas cargas y perdonar a los demás.
Estudios científicos han demostrado que cuando una persona perdona a los demás, físicamente se verán alivianados.
Un estudio científico publicado en Annals of Behavioral Medicine en 2016, encontró que con el tiempo, los aumentos en el perdón se asocian con disminuciones en el estrés.
El estudio incluyó el uso de cuestionarios para medir los niveles de perdón y el estrés percibido entre 332 adultos, de 16 a 79 años. Los adultos fueron seguidos durante cinco semanas, y los niveles de perdón se midieron preguntando si los adultos estaban de acuerdo o no con declaraciones como «Deseo que le pasen cosas buenas a la persona que me hizo daño».
El estudio encontró que en general, «los aumentos de perdón se asociaron con reducciones en el estrés percibido, que a su vez se relacionaron con disminuciones de los síntomas de salud mental…»
Un estudio separado publicado en International Journal of Psychology en 2015, también sugiere que las personas que practican la oración, pueden perdonar más cuanto más oran, siendo que aquellos que dijeron una breve oración por quienes les habían generado algún malestar, mostraron disminuciones estadísticamente significativas en los motivos para tomar represalias contra quienes cometieron ofensas, justo después de esa oración en comparación con quienes no lo habían hecho.
El director del estudio el Dr. Gilliand dice:
«Hay, con cualquier daño u ofensa, lo que yo llamo una ‘brecha de injusticia’. Es una idea de cuánta injusticia se ha cometido, y es difícil perdonar las grandes brechas. Las brechas pequeñas son más fáciles de perdonar», sin embargo por ejemplo «Cuando los delincuentes admiten la responsabilidad y ofrecen una disculpa, demuestran que entienden cuánto lastimaron al otro, ofrecen restitución, piden perdón y la víctima percibe que todo esto es costoso, lo que reduce la ‘brecha de la injusticia».
Y sigue diciendo:
«Para que nuestros corazones sanen, el perdón es esencial. Comprende que el perdón es para nosotros, no para ellos. Es desafortunado que alguien nos haya hecho daño, pero aferrarse a los sentimientos negativos hacia esa persona solo nos está lastimando a nosotros mismos. El perdón requiere práctica y no siempre es una decisión de un solo día.
¿Impresionante no?
No perdonar a los demás, físicamente te agobia, te enferma e incluso te mata.
El no llevar a cabo el perdón, no solo te afecta en la salud física, también impactará psicológica y emocionalmente. Es por eso que te digo, se valiente y haz ese sacrificio de perdonar a los que te han agraviado en algún momento.
Pídele a Dios, Misericordioso y Compasivo que libere tu corazón, de cualquier resentimiento que puedas tener con alguien y te dé el poder de perdonar a quienes te han faltado de una u otra manera.
Cuando perdones a los demás, te sentirás más ligero y Dios Exaltado Sea, entonces también responderá a tu súplica y pedido de perdón, alivianando también tus asuntos para la otra vida inshallah.
Bueno, no nos queda más que agradecerles una vez más por su fiel compañía a cada una de nuestras entregas, esperamos que nuestra labor sea de bienestar para el crecimiento espiritual e intelectual.
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