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Descripción

Una narración que nos permite conocer los nobles atributos de una mujer legendaria, agraciada por Dios, de hermoso porte, valiente y hábil con la espada, de verbo elocuente y vigoroso como un volcán, pero colmada de sublimes atributos éticos y morales. Conoce por qué se le llamó “madre de los hijos” y cuál fue el hombre que finalmente conquistó su corazón.

Transcripción

El trece de Yumadiul-Zani es el día del aniversario de la muerte de Ummul-Banin, la honorable madre del abanderado de Karbala. Esta es la historia del matrimonio entre esta honorable dama y el Imam ‘Ali (la paz sea con él).

Lababe, esposa del honorable Abbas (la paz sea con él), relata lo siguiente:

Más amable que la madre, más íntima que la hermana, más resistente que la montaña, más bella que una hurí, bellísima doncella del Paraíso, más acariciante que la brisa del amanecer… Estas son tan solo algunas de las cualidades que elegimos del gran jardín de atributos que caracterizaron la existencia de Fátima Ummul-Banin. Ella era tan educada, discreta y sosegada que podía platicarse con ella durante horas sin temor a ningún reproche.

Cuando mi esposo Abbas, con una sonrisa en los labios, hablaba del rigor de su madre en la crianza de sus hijos y contaba que su madre fue la primera en enseñarles a utilizar la espada, el sable y el arco, tanto a él como a sus hermanos, no podía imaginar cómo ese ángel encarnador, esa efigie perfecta y femenina, pudiese tener alguna relación con la espada y las flechas. Las palabras que mi esposo utilizaba las consideraba una habilidad por parte de él; tal vez, quería saber qué tanto conocía yo el espíritu y la amabilidad de su madre.

Hoy, en el bazar de Medina, conocí a dos mujeres viajeras de la tribu de Bani Kelab. Cuando se enteraron que yo era la nuera de Fátima Kelab, me abrazaron con gusto y después preguntaron por ella y dónde vivía. La primera de sus preguntas me dejó atónita:

“¿Aún carga la espada consigo?”

“¡Espada!, ¡no!” –le contesté.

Una de ellas aclaró:

“Su hermano tenía razón, dijo que había cambiado después de casarse”.

Sorprendida pregunté:

“¿¡Están diciendo que mi suegra sabe manejar la espada?!”

Se rieron de mi asombro y sencillez. Una de ellas me besó con amabilidad para disculparse por su actitud involuntaria y dijo:

“Qué simples son las chicas de la ciudad. Nuestra tribu, Bani Kelab, es famosa entre las tribus por su valentía. Casi todas las mujeres tribales están familiarizadas con el manejo de la espada, el tiro con arco y la lanza. Pero Fátima es descendiente de ‘Mala’ib al-Asnen’ (título dado a un hombre famoso por ser un experto espadachín), y su familia es famosa y respetada no sólo entre nuestra tribu y todos los árabes, sino también en el Imperio Romano. Fátima estaba tan bien entrenada en el manejo de la espada y las artes marciales que incluso sus hermanos y parientes no se atrevían a hacerle frente – luego, mientras reía, continuó diciendo–, ningún hombre se atrevió a proponerle matrimonio. Rechazó también a pretendientes audaces y famosos de otras tribus. Cuando nosotras y su familia le preguntábamos por qué no se casaba, decía: “No veo a ningún ‘hombre’. Si un ‘hombre’ me propone matrimonio, me caso”.

Era como si estuviera escuchando cuentos dulces, como si de repente me hubiera olvidado que esta era una parte desconocida para mí de la vida de mi suegra. Así que pregunté con impaciencia:

“Bueno, ¡dime, al final qué pasó!”

La mujer mientras casi se desvanecía de la risa, bromeando dijo:

“Nada, esperó tanto, tanto hasta que sus cabellos se volvieron blancos como sus dientes y al final ¡murió sin éxito!... – continuó diciendo– Bueno, es claro lo que pasó al final. Cuando ‘Aqil fue a pedir la mano de Fátima en representación de su hermano (el Imam ‘Ali), de tanta alegría y satisfacción lloró mucho y dijo: “Gracias a Dios, yo me conformaba con un ‘hombre’, pero Él me ha destinado al más ‘hombre de los hombres’.”

Las risas de la otra mujer cortaron las palabras de su amiga:

“¿Por qué no cuentas la historia de cuando Muawiya fue a pedirla?”

“¡Tienes razón!… pero, seguro ya la ha escuchado…” –exclamó.

Con sorpresa y asombro pregunté:

“¡Muawiya fue a pedir a Ummul-Banin! ¿Están bromeando?”

“¡No lo has escuchado, pero que nuera eres tú! ¿Por lo menos sabes lo ocurrido con Maysun?” –exclamó.

“¡Con Maysun!, no, ¿qué sucedió?”

La otra mujer dijo:

“Cuéntale todo hermana, aunque si Ummul-Banin se entera que contamos su historia a su nuera inocente, seguro nos arrancará el cuero cabelludo”.

Contestó:

“Muy bien. Dicen que antes de que ‘Aqil fuera a pedir en matrimonio a Fátima en representación del Príncipe de los Creyentes, ‘Ali (la paz sea con él), Muawiya también había comisionado a alguien para pedirla en matrimonio. Seguramente sabes que Muawiya, después del fallecimiento del Profeta y el inicio del gobierno de los Califas, fue elegido gobernador de Sham (Damasco actual) y, despilfarrando los tesoros públicos y gastando del bolsillo de la gente, poco a poco creó para sí mismo un imperio.

No sólo ahora que se considera y se hace llamar el ‘califa’ de los musulmanes, sino que desde el principio de su gobierno en Sham, trató de elegir lo mejor para él; los mejores vestidos, las mejores y más deliciosas comidas, los esclavos más guapos y fornidos, las más bellas esclavas, los lujos y equipos más esplendorosos, y seguramente las mejores y más hermosas cantantes. Por ello, el coraje de Fátima Kelab hizo que Muawiya, enviara a uno de sus pedantes servidores con una considerable suma de dinero, joyas y, claro está, regalos, para pedir la mano de Fátima.

El enviado de Muawiya, después de mostrar con orgullo las bandejas repletas de obsequios para Fátima y su familia, humillante y groseramente se colocó junto a los obsequios y habló de la generosidad e indulgencia de su dueño y, como insinuando que sabía que Fátima y su familia aceptarían, ordenó: “Prepara rápidamente a tu hija que mañana por la mañana saldremos rumbo Sham”.

Fátima, con la timidez de una niña y con dulzura pidió permiso a su padre:

“Mi querido padre, ¿me permitiría decir unas palabras al honorable enviado del gran gobernador de Sham?”

El padre, que se encontraba encolerizado por la falta de educación en las palabras del comisionado, y que conocía el ardor oculto bajo esas palabras de su hija, pidió a éste que le permitiera hablar a su hija quien, afirmando con la cabeza, de inmediato aceptó.

Hizam, que había permitido a ese volcán en erupción que hablara, dijo:

“¡Dime, hija mía!”

Fátima preguntó:

“Su excelencia, ¿desde estos momentos puedo estar segura de que seré la esposa del gobernador poderoso de Sham, Amir Muawiya ibn Abu Sufyan?”

El enviado, que estaba casi de espaldas a Fátima y su familia, volteó la cabeza hacia ellos y con seguridad exclamó:

“¡Sí, puedes estarlo!”

De repente el tono tranquilo y avergonzado de Fátima cambió y le gritó al hombre en tono decisivo:

“Entonces ¡siéntate derecho, homúnculo!”

El comisionado, como si le cayera un rayo, se levantó de un salto y con los ojos bien abiertos de asombro, se acomodó y sentó cortésmente.

Fátima continuó:

“¿Acaso tu dueño no te enseñó incluso lo que es la etiqueta del invitado y el derecho y honor del anfitrión? ¿Cómo puede Muawiya ser un gobernador poderoso y permitir que sus sirvientes sean groseros con la familia de su esposa? ¡¡Juro por Dios, si no fuera por el miedo a verter sangre de los invitados y el temor al honor de la tribu, esta falta de respeto no quedaría sin respuesta!!”

El enviado de Muawiya, por temor a perder la vida, seguía sentado y en esa misma posición comenzó a retroceder, y cuando casi estaba debajo del portal, intentó buscar sus zapatos con la mano.

Ummul-Banin nuevamente gritó:

“Y si estos obsequios y joyas son sólo regalos, lo son sin razón, dudosos y un desperdicio, pero si son mi precio y mi valor, dile a tu amo que me consideró muy barata... ¡heeeeyyy! A dónde huyes… ¡Ven, toma estos collares de piedras azules y cuélgalos de los cuellos de los camellos de tu dueño!”

Pero el comisionado de Muawiya ya no escuchó estas últimas palabras, puesto que momentos antes había huido descalzo por temor a perder la vida y, una hora después, uno de los vecinos le llevó las bandejas con regalos.

Muawiya, no conforme y para comprobar que puede tomar a una mujer de los Bani Kelab, mandó a su comisionado para que, en representación suya, esta vez pidiera la mano de Maysun hija de Bahdal. Se casó con ella y fue la esposa favorita de Muawiya y madre de Yazid.

Pero Muawiya siguió insistiendo. Uno o dos años después de este suceso, envió a uno de los acreditados Sahaba (compañeros cercanos del Profeta), para que en su nombre fuera a pedir la mano de Fátima. El comisionado de Muawiya se encontraba haciendo los preparativos cuando arribó ‘Aqil, el hermano del Imam ‘Ali (la paz sea con él). Después de que ‘Aqil explicó la causa de su llegada y pidió la mano de Fátima para su hermano, el Sahabi del Profeta, que había sido comisionado por Muawiya, asombrado y alegre animó a la familia de Hizam para que aceptara la solicitud de ‘Aqil y describió en detalle las diferencias y los privilegios de nuestro líder ‘Ali.

Muawiya, por su parte, después de escuchar este suceso, se sintió furioso; en fin, el plan de Muawiya de casarse con Fátima Ummul-Banin se frustró.”

Aunque ayer había ido a visitar a mi suegra, al escuchar la historia de su vida sentí deseos de verla nuevamente y, con el pretexto de acompañar a sus viejas amigas, llegamos a su casa.

Tocamos a la puerta y, después de unos momentos, esta se abrió. En el marco apareció la madre de mi esposo, alta, de rostro inocente y amable, con esa sonrisa discreta y reconfortante de siempre.

***

Soy Lababe, la mujer más feliz de la Tierra, la esposa de ‘Abbas, la nuera de Fátima Kelab “Ummul-Banin”, esposa del Príncipe de los Creyentes ‘Ali (la paz sea con él), con ese gran porte paradisiaco, paciente para resolver los conflictos, mujer valiente, dama legendaria y… la mujer de la cual conocemos muy poco…

Estas son sólo algunas características de la personalidad de la honorable Ummul-Banin. Ella, según lo propuesto por ‘Aqil, fue esposa de ‘Ali, el Príncipe de los Creyentes, después del fallecimiento de la honorable Fátima Zahra, hija del Mensajero del Islam, quien en una de sus últimas voluntades había pedido que ‘Ali se casara con una mujer madura y fuerte para que diera a luz hijos valientes que pudieran ayudar a su hijo Husein en el suceso de Karbala. A ella, ya que tenía el mismo nombre de la honorable Fátima, la llamaban con ese nombre, pero por respeto a la honorable Fátima (la paz sea con ella) y porque este nombre hacía que sus hijos recordaran a su madre martirizada, pidió a su esposo ‘Ali que eligiera otro nombre para ella; así que el Imam ‘Ali la llamó “Ummul-Banin”, que significa “madre de los hijos”.

Ummul-Banin dijo:

“Yo no tengo hijos ¿cómo es que me llama así?”

El Imam ‘Ali contestó:

“Dios te dará hijos que ayudarán a Husein en Karbala”

Ummul-Banin, complacida, agradeció a Dios de que sus hijos serían martirizados por el mismo propósito que luchaban los hijos del Profeta.

Tuvo cuatro hijos a quienes llamaron ‘Abbas, ‘Abdul.lah, Ya’far y ‘Uzman.

El respeto de Ummul-Banin hacia los hijos de Hazrat Fátima Zahra es algo indescriptible. Siempre los consideró antes que a los suyos propios, a tal grado que a sus hijos les confió que a Hasan y Husein los llamaran “señor”, a pesar de ser hermanos. Les pidió también que caminaran siempre detrás de ellos. De igual modo, en la mesa primero servían la comida a los hijos de Hazrat Fátima Zahra y respetaban grandemente a la familia de Ahlul-Bayt. La personalidad de esta mujer es muy valiosa y entre los Imames Infalibles y los shi’itas ocupa un alto grado.

Fuentes:

1. ʿUmdat al-Ṭalib, Ibn 'Inaba, Al-Najaf al-Ashraf, Publicaciones Al-Haidari, 1380 H.L., página 356.

2. Ídem, página 357.

3. Bihar Al-Anwar, ‘Al.lamah Maylisi, Capítulo 120; “Las condiciones de sus hijos y esposas la paz sea con él”, tomo XLII, página 92.

4. Al-Aqeelah wa Al-Fawatim, Husein Shakir, página 119.

5. Tanqiḥ al-Maqal, 'Abd Al.lah Mamaqani, impresión antigua, tomo II, página 128.

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Internacional de Creative Commons Attribution 4.0.

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Una narración que nos permite conocer los nobles atributos de una mujer legendaria, agraciada por Dios, de hermoso porte, valiente y hábil con la espada, de verbo elocuente y vigoroso como un volcán, pero colmada de sublimes atributos éticos y morales. Conoce por qué se le llamó “madre de los hijos” y cuál fue el hombre que finalmente conquistó su corazón.

El trece de Yumadiul-Zani es el día del aniversario de la muerte de Ummul-Banin, la honorable madre del abanderado de Karbala. Esta es la historia del matrimonio entre esta honorable dama y el Imam ‘Ali (la paz sea con él).

Lababe, esposa del honorable Abbas (la paz sea con él), relata lo siguiente:

Más amable que la madre, más íntima que la hermana, más resistente que la montaña, más bella que una hurí, bellísima doncella del Paraíso, más acariciante que la brisa del amanecer… Estas son tan solo algunas de las cualidades que elegimos del gran jardín de atributos que caracterizaron la existencia de Fátima Ummul-Banin. Ella era tan educada, discreta y sosegada que podía platicarse con ella durante horas sin temor a ningún reproche.

Cuando mi esposo Abbas, con una sonrisa en los labios, hablaba del rigor de su madre en la crianza de sus hijos y contaba que su madre fue la primera en enseñarles a utilizar la espada, el sable y el arco, tanto a él como a sus hermanos, no podía imaginar cómo ese ángel encarnador, esa efigie perfecta y femenina, pudiese tener alguna relación con la espada y las flechas. Las palabras que mi esposo utilizaba las consideraba una habilidad por parte de él; tal vez, quería saber qué tanto conocía yo el espíritu y la amabilidad de su madre.

Hoy, en el bazar de Medina, conocí a dos mujeres viajeras de la tribu de Bani Kelab. Cuando se enteraron que yo era la nuera de Fátima Kelab, me abrazaron con gusto y después preguntaron por ella y dónde vivía. La primera de sus preguntas me dejó atónita:

“¿Aún carga la espada consigo?”

“¡Espada!, ¡no!” –le contesté.

Una de ellas aclaró:

“Su hermano tenía razón, dijo que había cambiado después de casarse”.

Sorprendida pregunté:

“¿¡Están diciendo que mi suegra sabe manejar la espada?!”

Se rieron de mi asombro y sencillez. Una de ellas me besó con amabilidad para disculparse por su actitud involuntaria y dijo:

“Qué simples son las chicas de la ciudad. Nuestra tribu, Bani Kelab, es famosa entre las tribus por su valentía. Casi todas las mujeres tribales están familiarizadas con el manejo de la espada, el tiro con arco y la lanza. Pero Fátima es descendiente de ‘Mala’ib al-Asnen’ (título dado a un hombre famoso por ser un experto espadachín), y su familia es famosa y respetada no sólo entre nuestra tribu y todos los árabes, sino también en el Imperio Romano. Fátima estaba tan bien entrenada en el manejo de la espada y las artes marciales que incluso sus hermanos y parientes no se atrevían a hacerle frente – luego, mientras reía, continuó diciendo–, ningún hombre se atrevió a proponerle matrimonio. Rechazó también a pretendientes audaces y famosos de otras tribus. Cuando nosotras y su familia le preguntábamos por qué no se casaba, decía: “No veo a ningún ‘hombre’. Si un ‘hombre’ me propone matrimonio, me caso”.

Era como si estuviera escuchando cuentos dulces, como si de repente me hubiera olvidado que esta era una parte desconocida para mí de la vida de mi suegra. Así que pregunté con impaciencia:

“Bueno, ¡dime, al final qué pasó!”

La mujer mientras casi se desvanecía de la risa, bromeando dijo:

“Nada, esperó tanto, tanto hasta que sus cabellos se volvieron blancos como sus dientes y al final ¡murió sin éxito!... – continuó diciendo– Bueno, es claro lo que pasó al final. Cuando ‘Aqil fue a pedir la mano de Fátima en representación de su hermano (el Imam ‘Ali), de tanta alegría y satisfacción lloró mucho y dijo: “Gracias a Dios, yo me conformaba con un ‘hombre’, pero Él me ha destinado al más ‘hombre de los hombres’.”

Las risas de la otra mujer cortaron las palabras de su amiga:

“¿Por qué no cuentas la historia de cuando Muawiya fue a pedirla?”

“¡Tienes razón!… pero, seguro ya la ha escuchado…” –exclamó.

Con sorpresa y asombro pregunté:

“¡Muawiya fue a pedir a Ummul-Banin! ¿Están bromeando?”

“¡No lo has escuchado, pero que nuera eres tú! ¿Por lo menos sabes lo ocurrido con Maysun?” –exclamó.

“¡Con Maysun!, no, ¿qué sucedió?”

La otra mujer dijo:

“Cuéntale todo hermana, aunque si Ummul-Banin se entera que contamos su historia a su nuera inocente, seguro nos arrancará el cuero cabelludo”.

Contestó:

“Muy bien. Dicen que antes de que ‘Aqil fuera a pedir en matrimonio a Fátima en representación del Príncipe de los Creyentes, ‘Ali (la paz sea con él), Muawiya también había comisionado a alguien para pedirla en matrimonio. Seguramente sabes que Muawiya, después del fallecimiento del Profeta y el inicio del gobierno de los Califas, fue elegido gobernador de Sham (Damasco actual) y, despilfarrando los tesoros públicos y gastando del bolsillo de la gente, poco a poco creó para sí mismo un imperio.

No sólo ahora que se considera y se hace llamar el ‘califa’ de los musulmanes, sino que desde el principio de su gobierno en Sham, trató de elegir lo mejor para él; los mejores vestidos, las mejores y más deliciosas comidas, los esclavos más guapos y fornidos, las más bellas esclavas, los lujos y equipos más esplendorosos, y seguramente las mejores y más hermosas cantantes. Por ello, el coraje de Fátima Kelab hizo que Muawiya, enviara a uno de sus pedantes servidores con una considerable suma de dinero, joyas y, claro está, regalos, para pedir la mano de Fátima.

El enviado de Muawiya, después de mostrar con orgullo las bandejas repletas de obsequios para Fátima y su familia, humillante y groseramente se colocó junto a los obsequios y habló de la generosidad e indulgencia de su dueño y, como insinuando que sabía que Fátima y su familia aceptarían, ordenó: “Prepara rápidamente a tu hija que mañana por la mañana saldremos rumbo Sham”.

Fátima, con la timidez de una niña y con dulzura pidió permiso a su padre:

“Mi querido padre, ¿me permitiría decir unas palabras al honorable enviado del gran gobernador de Sham?”

El padre, que se encontraba encolerizado por la falta de educación en las palabras del comisionado, y que conocía el ardor oculto bajo esas palabras de su hija, pidió a éste que le permitiera hablar a su hija quien, afirmando con la cabeza, de inmediato aceptó.

Hizam, que había permitido a ese volcán en erupción que hablara, dijo:

“¡Dime, hija mía!”

Fátima preguntó:

“Su excelencia, ¿desde estos momentos puedo estar segura de que seré la esposa del gobernador poderoso de Sham, Amir Muawiya ibn Abu Sufyan?”

El enviado, que estaba casi de espaldas a Fátima y su familia, volteó la cabeza hacia ellos y con seguridad exclamó:

“¡Sí, puedes estarlo!”

De repente el tono tranquilo y avergonzado de Fátima cambió y le gritó al hombre en tono decisivo:

“Entonces ¡siéntate derecho, homúnculo!”

El comisionado, como si le cayera un rayo, se levantó de un salto y con los ojos bien abiertos de asombro, se acomodó y sentó cortésmente.

Fátima continuó:

“¿Acaso tu dueño no te enseñó incluso lo que es la etiqueta del invitado y el derecho y honor del anfitrión? ¿Cómo puede Muawiya ser un gobernador poderoso y permitir que sus sirvientes sean groseros con la familia de su esposa? ¡¡Juro por Dios, si no fuera por el miedo a verter sangre de los invitados y el temor al honor de la tribu, esta falta de respeto no quedaría sin respuesta!!”

El enviado de Muawiya, por temor a perder la vida, seguía sentado y en esa misma posición comenzó a retroceder, y cuando casi estaba debajo del portal, intentó buscar sus zapatos con la mano.

Ummul-Banin nuevamente gritó:

“Y si estos obsequios y joyas son sólo regalos, lo son sin razón, dudosos y un desperdicio, pero si son mi precio y mi valor, dile a tu amo que me consideró muy barata... ¡heeeeyyy! A dónde huyes… ¡Ven, toma estos collares de piedras azules y cuélgalos de los cuellos de los camellos de tu dueño!”

Pero el comisionado de Muawiya ya no escuchó estas últimas palabras, puesto que momentos antes había huido descalzo por temor a perder la vida y, una hora después, uno de los vecinos le llevó las bandejas con regalos.

Muawiya, no conforme y para comprobar que puede tomar a una mujer de los Bani Kelab, mandó a su comisionado para que, en representación suya, esta vez pidiera la mano de Maysun hija de Bahdal. Se casó con ella y fue la esposa favorita de Muawiya y madre de Yazid.

Pero Muawiya siguió insistiendo. Uno o dos años después de este suceso, envió a uno de los acreditados Sahaba (compañeros cercanos del Profeta), para que en su nombre fuera a pedir la mano de Fátima. El comisionado de Muawiya se encontraba haciendo los preparativos cuando arribó ‘Aqil, el hermano del Imam ‘Ali (la paz sea con él). Después de que ‘Aqil explicó la causa de su llegada y pidió la mano de Fátima para su hermano, el Sahabi del Profeta, que había sido comisionado por Muawiya, asombrado y alegre animó a la familia de Hizam para que aceptara la solicitud de ‘Aqil y describió en detalle las diferencias y los privilegios de nuestro líder ‘Ali.

Muawiya, por su parte, después de escuchar este suceso, se sintió furioso; en fin, el plan de Muawiya de casarse con Fátima Ummul-Banin se frustró.”

Aunque ayer había ido a visitar a mi suegra, al escuchar la historia de su vida sentí deseos de verla nuevamente y, con el pretexto de acompañar a sus viejas amigas, llegamos a su casa.

Tocamos a la puerta y, después de unos momentos, esta se abrió. En el marco apareció la madre de mi esposo, alta, de rostro inocente y amable, con esa sonrisa discreta y reconfortante de siempre.

***

Soy Lababe, la mujer más feliz de la Tierra, la esposa de ‘Abbas, la nuera de Fátima Kelab “Ummul-Banin”, esposa del Príncipe de los Creyentes ‘Ali (la paz sea con él), con ese gran porte paradisiaco, paciente para resolver los conflictos, mujer valiente, dama legendaria y… la mujer de la cual conocemos muy poco…

Estas son sólo algunas características de la personalidad de la honorable Ummul-Banin. Ella, según lo propuesto por ‘Aqil, fue esposa de ‘Ali, el Príncipe de los Creyentes, después del fallecimiento de la honorable Fátima Zahra, hija del Mensajero del Islam, quien en una de sus últimas voluntades había pedido que ‘Ali se casara con una mujer madura y fuerte para que diera a luz hijos valientes que pudieran ayudar a su hijo Husein en el suceso de Karbala. A ella, ya que tenía el mismo nombre de la honorable Fátima, la llamaban con ese nombre, pero por respeto a la honorable Fátima (la paz sea con ella) y porque este nombre hacía que sus hijos recordaran a su madre martirizada, pidió a su esposo ‘Ali que eligiera otro nombre para ella; así que el Imam ‘Ali la llamó “Ummul-Banin”, que significa “madre de los hijos”.

Ummul-Banin dijo:

“Yo no tengo hijos ¿cómo es que me llama así?”

El Imam ‘Ali contestó:

“Dios te dará hijos que ayudarán a Husein en Karbala”

Ummul-Banin, complacida, agradeció a Dios de que sus hijos serían martirizados por el mismo propósito que luchaban los hijos del Profeta.

Tuvo cuatro hijos a quienes llamaron ‘Abbas, ‘Abdul.lah, Ya’far y ‘Uzman.

El respeto de Ummul-Banin hacia los hijos de Hazrat Fátima Zahra es algo indescriptible. Siempre los consideró antes que a los suyos propios, a tal grado que a sus hijos les confió que a Hasan y Husein los llamaran “señor”, a pesar de ser hermanos. Les pidió también que caminaran siempre detrás de ellos. De igual modo, en la mesa primero servían la comida a los hijos de Hazrat Fátima Zahra y respetaban grandemente a la familia de Ahlul-Bayt. La personalidad de esta mujer es muy valiosa y entre los Imames Infalibles y los shi’itas ocupa un alto grado.

Fuentes:

1. ʿUmdat al-Ṭalib, Ibn 'Inaba, Al-Najaf al-Ashraf, Publicaciones Al-Haidari, 1380 H.L., página 356.

2. Ídem, página 357.

3. Bihar Al-Anwar, ‘Al.lamah Maylisi, Capítulo 120; “Las condiciones de sus hijos y esposas la paz sea con él”, tomo XLII, página 92.

4. Al-Aqeelah wa Al-Fawatim, Husein Shakir, página 119.

5. Tanqiḥ al-Maqal, 'Abd Al.lah Mamaqani, impresión antigua, tomo II, página 128.