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Descripción

Dios es Revelador y Omnisapiente. Por tanto, es capaz de descubrir cualquier cosa aunque esté escondida bajo una roca o tenga el tamaño y el peso de algo tan diminuto como un grano o el bagazo de un cereal. Este acceso al Conocimiento Absoluto por parte del Creador establece que las personas debemos otorgarle importancia a todo acto que realicemos en la vida, sin importar que su magnitud sea minúscula. Todo lo que hacemos tendrá consecuencias en el Más Allá. Inexorablemente, Dios descubrirá en el alma de las personas cualquier traza de bien o de mal: “Él posee las Llaves de lo Oculto que nadie conoce más que Él. Y Él conoce lo que hay en la tierra y en el mar. No cae ni una sola hoja de un árbol sin que Él lo sepa, ni existe una semilla en la oscuridad de la tierra, ni nada fresco o seco que no esté consignado en una Escritura clara.” (Sagrado Corán, 6:59).

Transcripción

En el nombre de Dios, el Compasivo, el Misericordioso.
Hola, hoy queremos compartir contigo este nuevo episodio que hemos titulado: Un grano de arrogancia.
Dios es Revelador y Omnisapiente. Por tanto, es capaz de descubrir cualquier cosa aunque esté escondida bajo una roca o tenga el tamaño y el peso de algo tan diminuto como un grano o el bagazo de un cereal. Este acceso al Conocimiento Absoluto por parte del Creador establece que las personas debemos otorgarle importancia a todo acto que realicemos en la vida, sin importar que su magnitud sea minúscula. Todo lo que hacemos tendrá consecuencias en el Más Allá. Inexorablemente, Dios descubrirá en el alma de las personas cualquier traza de bien o de mal: “Él posee las Llaves de lo Oculto que nadie conoce más que Él. Y Él conoce lo que hay en la tierra y en el mar. No cae ni una sola hoja de un árbol sin que Él lo sepa, ni existe una semilla en la oscuridad de la tierra, ni nada fresco o seco que no esté consignado en una Escritura clara.” (Sagrado Corán, 6:59).
El Día del Levantamiento o Juicio Final nuestros hechos cobrarán cuerpo y se materializarán frente a nosotros. Dios nos mostrará un libro donde aparecerá registrado minuciosamente cada uno de nuestros actos. Tanto los buenos como los malos. Cada movimiento de nuestra alma tendrá su efecto y será computado por Dios. Dicho esto, resulta inexcusable no realizar pequeñas bondades y seguir siendo indolentes con respecto a los pecados aparentemente intrascendentes. 
 “Y colocaremos las balanzas equilibradas con precisión para el Día del Levantamiento y nadie será tratado injustamente en lo más mínimo. Y aunque sus actos tengan el peso de un grano de mostaza, les recompensaremos por ellos. Y Nosotros somos suficientes para llevar las cuentas”. (Sagrado Corán, 21: 47).
Realmente esta idea debe estremecernos profundamente como seres humanos. Nos hace reflexionar acerca del alcance de la Justicia divina cuyas balanzas serán tan exactas que en ese trascendente Día pesará con exactitud infinitesimal el acto más impalpable que hayamos realizado. En consecuencia, no debemos restarle importancia a las caridades aunque estas sean del tamaño de un átomo ni desdeñar un vicio aunque sea tan liviano como una mota de polvo que se aleja rápidamente por el viento.
Todo lo que hemos dicho hasta aquí tiene base en la Razón y la Verdad que fueron abrazadas por el Mensajero de Dios y los Imames, y en sus ejemplos de elevada moral y negación del ego. Si seguimos su guía seremos triunfadores porque nuestras buenas obras tendrán peso en la balanza de Dios y viviremos en el Jardín Eterno. En cambio, si el registro de nuestros actos es ingrávido, sin peso en la balanza divina, nuestra alma sufrirá castigo y no entraremos en el Paraíso. 

Pero de todas las enfermedades que aquejan el alma del ser humano la arrogancia es quizás la que impide nuestro ingreso al Jardín Eterno. Es el infortunado resultado del engreimiento y la vanidad. Completamente contraria a la humildad. Incluso en su expresión más exigua causa daños irreparables en la persona porque tiende a considerar a los demás como inferiores. Esto lo aleja de Dios: “Quien se considera a sí mismo grande, es insignificante ante Dios”, dijo el imam Alí (la paz sea con él). En todo caso, la arrogancia es uno de los más terribles vicios morales, dado que impide que la persona visualice sus propios defectos y queda atascado en un círculo vicioso e irracional. No logra alcanzar el conocimiento y obtener la perfección. De acuerdo con una narración, el imam Sadiq (la paz sea con él) dijo que: “No entrará al Paraíso quien tenga en su corazón (la medida de) un grano de mostaza de arrogancia”. Hemos llegado al final de este episodio. Nos despedimos de ti con profundo afecto y respeto, seguros de que cada día compartirás con nosotros estas enseñanzas que abrirán tu corazón y tu pensamiento. ¡Hasta mañana!

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Dios es Revelador y Omnisapiente. Por tanto, es capaz de descubrir cualquier cosa aunque esté escondida bajo una roca o tenga el tamaño y el peso de algo tan diminuto como un grano o el bagazo de un cereal. Este acceso al Conocimiento Absoluto por parte del Creador establece que las personas debemos otorgarle importancia a todo acto que realicemos en la vida, sin importar que su magnitud sea minúscula. Todo lo que hacemos tendrá consecuencias en el Más Allá. Inexorablemente, Dios descubrirá en el alma de las personas cualquier traza de bien o de mal: “Él posee las Llaves de lo Oculto que nadie conoce más que Él. Y Él conoce lo que hay en la tierra y en el mar. No cae ni una sola hoja de un árbol sin que Él lo sepa, ni existe una semilla en la oscuridad de la tierra, ni nada fresco o seco que no esté consignado en una Escritura clara.” (Sagrado Corán, 6:59).

En el nombre de Dios, el Compasivo, el Misericordioso.
Hola, hoy queremos compartir contigo este nuevo episodio que hemos titulado: Un grano de arrogancia.
Dios es Revelador y Omnisapiente. Por tanto, es capaz de descubrir cualquier cosa aunque esté escondida bajo una roca o tenga el tamaño y el peso de algo tan diminuto como un grano o el bagazo de un cereal. Este acceso al Conocimiento Absoluto por parte del Creador establece que las personas debemos otorgarle importancia a todo acto que realicemos en la vida, sin importar que su magnitud sea minúscula. Todo lo que hacemos tendrá consecuencias en el Más Allá. Inexorablemente, Dios descubrirá en el alma de las personas cualquier traza de bien o de mal: “Él posee las Llaves de lo Oculto que nadie conoce más que Él. Y Él conoce lo que hay en la tierra y en el mar. No cae ni una sola hoja de un árbol sin que Él lo sepa, ni existe una semilla en la oscuridad de la tierra, ni nada fresco o seco que no esté consignado en una Escritura clara.” (Sagrado Corán, 6:59).
El Día del Levantamiento o Juicio Final nuestros hechos cobrarán cuerpo y se materializarán frente a nosotros. Dios nos mostrará un libro donde aparecerá registrado minuciosamente cada uno de nuestros actos. Tanto los buenos como los malos. Cada movimiento de nuestra alma tendrá su efecto y será computado por Dios. Dicho esto, resulta inexcusable no realizar pequeñas bondades y seguir siendo indolentes con respecto a los pecados aparentemente intrascendentes. 
 “Y colocaremos las balanzas equilibradas con precisión para el Día del Levantamiento y nadie será tratado injustamente en lo más mínimo. Y aunque sus actos tengan el peso de un grano de mostaza, les recompensaremos por ellos. Y Nosotros somos suficientes para llevar las cuentas”. (Sagrado Corán, 21: 47).
Realmente esta idea debe estremecernos profundamente como seres humanos. Nos hace reflexionar acerca del alcance de la Justicia divina cuyas balanzas serán tan exactas que en ese trascendente Día pesará con exactitud infinitesimal el acto más impalpable que hayamos realizado. En consecuencia, no debemos restarle importancia a las caridades aunque estas sean del tamaño de un átomo ni desdeñar un vicio aunque sea tan liviano como una mota de polvo que se aleja rápidamente por el viento.
Todo lo que hemos dicho hasta aquí tiene base en la Razón y la Verdad que fueron abrazadas por el Mensajero de Dios y los Imames, y en sus ejemplos de elevada moral y negación del ego. Si seguimos su guía seremos triunfadores porque nuestras buenas obras tendrán peso en la balanza de Dios y viviremos en el Jardín Eterno. En cambio, si el registro de nuestros actos es ingrávido, sin peso en la balanza divina, nuestra alma sufrirá castigo y no entraremos en el Paraíso. 

Pero de todas las enfermedades que aquejan el alma del ser humano la arrogancia es quizás la que impide nuestro ingreso al Jardín Eterno. Es el infortunado resultado del engreimiento y la vanidad. Completamente contraria a la humildad. Incluso en su expresión más exigua causa daños irreparables en la persona porque tiende a considerar a los demás como inferiores. Esto lo aleja de Dios: “Quien se considera a sí mismo grande, es insignificante ante Dios”, dijo el imam Alí (la paz sea con él). En todo caso, la arrogancia es uno de los más terribles vicios morales, dado que impide que la persona visualice sus propios defectos y queda atascado en un círculo vicioso e irracional. No logra alcanzar el conocimiento y obtener la perfección. De acuerdo con una narración, el imam Sadiq (la paz sea con él) dijo que: “No entrará al Paraíso quien tenga en su corazón (la medida de) un grano de mostaza de arrogancia”. Hemos llegado al final de este episodio. Nos despedimos de ti con profundo afecto y respeto, seguros de que cada día compartirás con nosotros estas enseñanzas que abrirán tu corazón y tu pensamiento. ¡Hasta mañana!