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Descripción

La falsedad no convence a pesar de la elocuencia. Los opresores tienen miedo de la verdad, que se expresa de forma humilde pero hermosa. Los que son perseguidos y se refugian en Dios son capaces de cambiar el corazón de los más poderosos.

Transcripción

En el Nombre de Dios
Hola,
Bienvenidos al programa Los cuentos de la semana. 
Hasta el día de hoy, Fatima TV ha producido cerca de cien podcasts sobre diversos temas, pueden visitarnos y escucharlos en FatimaTV.es. Así también FatimaTV ha diseñado un programa especial para producciones en forma de podcasts, muy pronto publicará diversos y atractivos podcasts. Por ello les recomiendo que busquen FatimaTV en: Spotify, SoundCloud o en iTunes y se suscriban para no perderse de ningún podcast. Todos los podcasts están disponibles en texto y categorizados en Fatimatv.es
Ahora escuchemos la historia de esta semana.

LOS EMIGRANTES A ABISINIA

Mes a mes y año tras año, se incrementaba la cantidad de musulmanes en la Meca (al inicio de la Misión profética). Las presiones y malos tratos ejercidos por la gente de esa ciudad (principalmente por los quraishitas) no podían dañar la fe de quienes habían aceptado el islam, ni podían hacer que lo abandonaran. Tampoco podían impedir la creciente inclinación de la gente (hombres y mujeres) hacia esa religión.

El hecho de que, a pesar de sus esfuerzos, no lograban desalentar a la gente para que no se acercara al islam y lo abrazase con una fuerza tal que no lo abandonarían por ningún motivo, provocó una mayor irritación y enojo en los quraishitas. Así que ellos también, día tras día, incrementaban sus acciones para endurecer la situación de los musulmanes. Entonces, el Profeta (la paz y las bendiciones de Dios sean con él y su bendita familia), para aligerar las presiones de Quraish, le propuso a un grupo de musulmanes que emigrara desde la Meca hacia Abisinia, diciéndoles:

“El actual gobernante de Abisinia es un hombre justo y equitativo. Vosotros podréis vivir allí un tiempo hasta que Dios nos otorgue la liberación y la tranquilidad a todos nosotros.”

Así fue como un gran grupo de musulmanes emigró a Abisinia, donde podían vivir tranquilos y cumplir con los deberes de la religión sin ser molestados, lo cual no podían hacer en la Meca.

Al enterarse de esta emigración de musulmanes, los quraishitas se reunieron a tratar el asunto. Ellos temían que se organizara un nuevo foco de islamización en ese país, por lo que decidieron hacerlos retornar a la Meca donde podían controlarlos. Ellos escogieron a dos hombres muy inteligentes y los enviaron con muchos regalos para el rey de Abisinia, el Negus, así como para los altos funcionarios del gobierno y para toda persona que tuviera alguna influencia sobre el rey. Ellos fueron primero a encontrarse con las personas allegadas al Negus y luego de entregarles los regalos, les plantearon:

Un grupo de nuestros jóvenes ignorantes ha abandonado nuestra religión. Ellos no ingresaron a vuestra religión (el cristianismo), sino que sostienen la suya propia. Ahora ellos emigraron a vuestro país. Por tal razón, los líderes y jefes de nuestro pueblo nos han enviado a solicitarle a vuestro rey que los expulse de sus tierras y nos los entregue. Les pedimos que, en la reunión con el Negus, cuando nosotros presentemos nuestro requerimiento, vosotros nos apoyéis en el mismo”.

De esta manera, los representantes de Quraish visitaron a todos los altos funcionarios del rey y todos los miembros de su corte y los colmaron de regalos, comprometiéndolos a que los apoyen en su pedido ante el rey. Luego, estos dos emisarios se presentaron ante el Negus, le entregaron los regalos más lujosos y valiosos, y expusieron su petición. Tal como habían acordado, todos los cortesanos hablaron a favor de ellos y así, con el apoyo de todos los presentes, se propuso la inmediata expulsión de los musulmanes y su entrega a los enviados de Quraish.

Sin embargo, el soberano no aceptó esta propuesta, diciendo: “No es lógico que entregue a un grupo que abandonó sus tierras y se refugió en mi comarca sin investigar el asunto”. Así que ordenó que fueran traídos a su presencia para escuchar su versión de los hechos antes de tomar una decisión. Al escuchar esto, los enviados de los quraishitas empalidecieron y sus corazones comenzaron a palpitar fuertemente. Ellos temían el encuentro del Negus con los musulmanes. Preferían dejar a los musulmanes en Abisinia a que se encontraran con el rey cristiano. Ellos conocían el discurso elocuente de la nueva religión y sabían que todos los que escuchaban las palabras especiales que Muhammad decía que Dios le había revelado, se enamoraban del islam. Estas palabras tenían un efecto de atracción mágico. ¿Quién sabe qué sucedería ahora? Quizás en su reunión con el Negus, los musulmanes comenzarían a recitar esas mismas palabras que conocían de memoria, y las mismas tendrían influencia sobre la corte, tal como sucedía en las reuniones en la Meca. Pero ya nada podían hacer, pues el soberano había ordenado que trajeran a su presencia a este grupo que había emigrado de la Meca y se había refugiado en Abisinia.

Por su parte, los musulmanes ya estaban informados de la llegada de los representantes de Quraish, de sus visitas a los funcionarios de la corte del Negus, de sus regalos a ellos y de las intenciones que tenían. Estaban muy preocupados por el plan de los quraishitas y temían que, de prosperar, ellos fuesen forzados a regresar a la Meca. Cuando los delegados del Negus se presentaron ante ellos para citarlos ante la corte del rey, ellos advirtieron que el peligro rondaba sobre sus cabezas. Entonces se reunieron y discutieron el asunto entre ellos, y acordaron decir toda la verdad en aquella reunión. Dirían cómo era su situación antes del islam y explicarían las realidades y los mandatos de esta nueva religión; describirían el espíritu de la convocatoria islámica, sin negar nada ni decir nada contrario a la verdad. Con esta decisión, se presentaron en la corte.

Entre tanto, el Negus, con el fin de investigar el asunto de esta nueva religión, había convocado a un grupo de sabios religiosos, todos creyentes del cristianismo, que era la religión oficial de Abisinia en ese momento. Y así fue, un gran grupo de sacerdotes se hallaban presentes, cada uno con sus objetos particulares de culto y sus libros sagrados. Por otro lado, se encontraban los funcionarios de la corte, por lo cual toda la jerarquía política y religiosa se había reunido en el lugar, dando a aquella asamblea un carácter muy eminente.

El rey se hallaba sentado en el lugar más alto de la corte, mientras que los demás se ubicaban en posiciones descendientes de acuerdo a sus jerarquías. La escena era tan imponente que cada persona que ingresaba se sentía humilde e intimada. Los musulmanes, por su creencia en el islam, tenían un grado de dignidad y nobleza muy especial, ingresaron al recinto con mucha calma y grandeza. Delante del grupo marchaba Ya’far ebn Abi Talib. Uno a uno, fueron ingresando sin dejarse impresionar por aquella corte allí reunida, y no se prosternaron ante el monarca, como era la costumbre en todo reino, sino que lo saludaron del modo habitual. Algunos de los presentes interpretaron aquello como un insulto y levantaron sus protestas. Inmediatamente, los musulmanes respondieron: “Nuestra religión, aquella por la cual hemos emigrado buscando refugio aquí, no nos permite prosternarnos ante nadie excepto ante Dios Único.” Aquella postura y las palabras que la justificaban impactó los corazones de los presentes e hizo brillar la personalidad majestuosa de los extranjeros por encima de la nobleza de los presentes en la corte.

El Negus en persona asumió la tarea de interrogarlos, y dijo:

Esta nueva religión vuestra, ¿en qué difiere de vuestra religión anterior y de la nuestra?

Ya’far ibn Abi Talib, el hermano mayor de Amir Al Mu’minin ‘Alí (la paz sea con él), tenía a su cargo el liderazgo del grupo de musulmanes en Abisinia, por lo cual se había establecido que él fuese su vocero, el responsable de contestar las preguntas. Ya’far respondió lo siguiente:

Nosotros éramos un grupo que vivíamos en la ignorancia. Adorábamos a los ídolos, comíamos carne mortecina, cometíamos deshonestidades, cortábamos nuestros lazos familiares, tratábamos mal a nuestros vecinos y nuestros poderosos se devoraban a los débiles. Vivimos de esta manera hasta que Dios suscitó un Profeta de entre nosotros mismos, cuya familia y antepasados conocemos perfectamente, al igual que sabemos de su abstinencia y honradez. Él nos invitó al monoteísmo, a adorar a Un Dios Único, y nos prohibió adorar a los ídolos, a la piedra y a la madera. Nos ordenó decir la verdad, respetar los depósitos que se nos confían, tener buenas relaciones con nuestros parientes, tratar bien a los vecinos y respetar a la gente en general. Nos prohibió cometer deshonestidades y nos mandó evitar el vaniloquio (habladuría, charlatanería), no tocar la hacienda del huérfano ni acusar a las mujeres decentes. Nos impuso no asociar nada en la adoración a Dios y nos ordenó la oración, el azaque (caridad obligatoria o especie de diezmo), el ayuno y la Peregrinación. Nosotros creímos en él, lo confirmamos y obedecimos estos mandatos que enumeré. Pero nuestro pueblo nos oprimió y subyugó para que abandonemos estas órdenes y volvamos a la situación que teníamos antes, es decir, a la idolatría y las costumbres inferiores. Y cuando nos negamos a hacerlo, nos castigaron y torturaron reiteradamente. Por eso abandonamos aquel lugar y emigramos a este país buscando refugio. Esperamos aquí poder estar en la seguridad.”

Cuando Ya’far concluyó su exposición, el Negus le dijo:

De estas palabras que tu Profeta dice que le vienen de otro mundo, ¿recuerdas alguna?

Ya’far contestó: “.” El Negus le pidió: “Recita algo de ellas”. Ya’far, al ver que toda la corte era de cristianos, que el rey era cristiano y tenía reunidos a los sabios religiosos con sus Libros Sagrados, sus copias de los Evangelios, por lo cual el ambiente de la reunión estaba colmado de cristianismo, empezó a recitar con dignidad y grandeza el bendito capítulo de María, el cual habla de María, Jesús, Juan el Bautista, Zacarías, entre otros (la paz sea con todos ellos). Recitó los versículos con una entonación melodiosa muy especial, cuyos sonidos impresionaron a los presentes. Ya’far además buscaba exponer cual es la correcta y justa enseñanza del Corán sobre María y Jesús (la paz sea con ellos dos), a quienes, si bien dignifica hasta los grados más altos, evita divinizarlos y tomarlos como dioses.

Y recuerda en la Escritura a María cuando se apartó de su familia hacia un lugar oriental (16)

y puso un velo que la apartase de ellos. Nosotros enviamos para ella a Nuestro Espíritu, que se presentó ante ella con la forma de un ser humano completo. (17)

Ella dijo: «En verdad, me refugio en el Clementísimo de ti, si eres temeroso de Dios.» (18)

Él dijo: «En verdad, yo soy un Mensajero de tu Señor para otorgarte un muchacho puro.» (19)

Ella dijo: «¿Cómo tendré un hijo si no me ha tocado ningún ser humano y no he perdido mi castidad?» (20)

Él dijo: «Así ha dicho tu Señor: ¡Eso es fácil para Mí! Haremos de él una señal para la gente y una misericordia procedente de Nosotros. Es un asunto decidido.» (21)

Así que ella le concibió y se retiró con él a un lugar apartado. (22)

Los dolores del parto la llevaron junto al tronco seco de una palmera. Ella dijo: «¡Ojalá hubiese muerto antes de pasar por esto y hubiese sido totalmente olvidada!» (23)

Entonces, él la llamó desde debajo de ella: «No estés triste por mi causa. Tu Señor ha puesto a tus pies un arroyo. (24)

Mueve hacia ti el tronco de la palmera y caerán sobre ti dátiles maduros recién cortados.» (25)

«Así que come y bebe y alegra tus ojos. Y si ves a algún ser humano dile: En verdad, he hecho voto al Clementísimo de ayunar, por tanto hoy no hablaré con nadie.» (26)

Y volvió con él a su gente llevándole en brazos. Ellos dijeron: «¡Oh, María! ¡Ciertamente, has venido con un grave asunto! (27)

¡Oh, hermana de Aarón! ¡Tu padre no era un hombre malo, ni tu madre era una transgresora!» (28)

Entonces, ella señaló hacia él. Ellos dijeron: «¿Cómo vamos a hablar con un niño que está en la cuna?» (29)

Él dijo: «En verdad, yo soy un siervo de Dios. Él me ha dado la Escritura y me designó profeta (30)

y me ha bendecido dondequiera que yo esté y me ha encomendado la oración y el pago del impuesto religioso mientras viva (31)

y que sea bueno con mi madre. Y no me ha hecho arrogante ni orgulloso. (32)

Y la paz ha estado conmigo el día en que nací y estará el día en que muera y el día en que vuelva a la vida.» (33)

Éste es Jesús el hijo de María, el que proclama la Verdad acerca de la cual dudan. (34)

No es propio de Dios tener un hijo. ¡Glorificado sea! Cuando Él decide un asunto, en verdad, le dice: «¡Sé! y es». (35)

Y, en verdad, Dios es mi Señor y vuestro Señor. Así pues, ¡Adoradle! ¡Ese es el camino recto! (36)

El estado de la reunión cambió de manera radical. Las lágrimas fluían por las mejillas de los presentes, conmovidos por aquellas palabras. El Negus dijo: “¡Juro por Dios que esta es la verdad que nos ha dicho Jesús! Estas palabras y las palabras de Jesús tienen el mismo origen”. Luego se volvió hacia los enviados de Quraish y les dijo: “Regresen a sus asuntos”, y les devolvió sus regalos.

El Negus, tiempo después, aceptó oficialmente el islam. Falleció en el año noveno de la Hégira (del calendario islámico). En aquella oportunidad, el Profeta de Dios (la paz y las bendiciones de Dios sean con él y su bendita familia) realizó por él la oración del fallecido a la distancia.

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Internacional de Creative Commons Attribution 4.0.

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La falsedad no convence a pesar de la elocuencia. Los opresores tienen miedo de la verdad, que se expresa de forma humilde pero hermosa. Los que son perseguidos y se refugian en Dios son capaces de cambiar el corazón de los más poderosos.

En el Nombre de Dios
Hola,
Bienvenidos al programa Los cuentos de la semana. 
Hasta el día de hoy, Fatima TV ha producido cerca de cien podcasts sobre diversos temas, pueden visitarnos y escucharlos en FatimaTV.es. Así también FatimaTV ha diseñado un programa especial para producciones en forma de podcasts, muy pronto publicará diversos y atractivos podcasts. Por ello les recomiendo que busquen FatimaTV en: Spotify, SoundCloud o en iTunes y se suscriban para no perderse de ningún podcast. Todos los podcasts están disponibles en texto y categorizados en Fatimatv.es
Ahora escuchemos la historia de esta semana.

LOS EMIGRANTES A ABISINIA

Mes a mes y año tras año, se incrementaba la cantidad de musulmanes en la Meca (al inicio de la Misión profética). Las presiones y malos tratos ejercidos por la gente de esa ciudad (principalmente por los quraishitas) no podían dañar la fe de quienes habían aceptado el islam, ni podían hacer que lo abandonaran. Tampoco podían impedir la creciente inclinación de la gente (hombres y mujeres) hacia esa religión.

El hecho de que, a pesar de sus esfuerzos, no lograban desalentar a la gente para que no se acercara al islam y lo abrazase con una fuerza tal que no lo abandonarían por ningún motivo, provocó una mayor irritación y enojo en los quraishitas. Así que ellos también, día tras día, incrementaban sus acciones para endurecer la situación de los musulmanes. Entonces, el Profeta (la paz y las bendiciones de Dios sean con él y su bendita familia), para aligerar las presiones de Quraish, le propuso a un grupo de musulmanes que emigrara desde la Meca hacia Abisinia, diciéndoles:

“El actual gobernante de Abisinia es un hombre justo y equitativo. Vosotros podréis vivir allí un tiempo hasta que Dios nos otorgue la liberación y la tranquilidad a todos nosotros.”

Así fue como un gran grupo de musulmanes emigró a Abisinia, donde podían vivir tranquilos y cumplir con los deberes de la religión sin ser molestados, lo cual no podían hacer en la Meca.

Al enterarse de esta emigración de musulmanes, los quraishitas se reunieron a tratar el asunto. Ellos temían que se organizara un nuevo foco de islamización en ese país, por lo que decidieron hacerlos retornar a la Meca donde podían controlarlos. Ellos escogieron a dos hombres muy inteligentes y los enviaron con muchos regalos para el rey de Abisinia, el Negus, así como para los altos funcionarios del gobierno y para toda persona que tuviera alguna influencia sobre el rey. Ellos fueron primero a encontrarse con las personas allegadas al Negus y luego de entregarles los regalos, les plantearon:

Un grupo de nuestros jóvenes ignorantes ha abandonado nuestra religión. Ellos no ingresaron a vuestra religión (el cristianismo), sino que sostienen la suya propia. Ahora ellos emigraron a vuestro país. Por tal razón, los líderes y jefes de nuestro pueblo nos han enviado a solicitarle a vuestro rey que los expulse de sus tierras y nos los entregue. Les pedimos que, en la reunión con el Negus, cuando nosotros presentemos nuestro requerimiento, vosotros nos apoyéis en el mismo”.

De esta manera, los representantes de Quraish visitaron a todos los altos funcionarios del rey y todos los miembros de su corte y los colmaron de regalos, comprometiéndolos a que los apoyen en su pedido ante el rey. Luego, estos dos emisarios se presentaron ante el Negus, le entregaron los regalos más lujosos y valiosos, y expusieron su petición. Tal como habían acordado, todos los cortesanos hablaron a favor de ellos y así, con el apoyo de todos los presentes, se propuso la inmediata expulsión de los musulmanes y su entrega a los enviados de Quraish.

Sin embargo, el soberano no aceptó esta propuesta, diciendo: “No es lógico que entregue a un grupo que abandonó sus tierras y se refugió en mi comarca sin investigar el asunto”. Así que ordenó que fueran traídos a su presencia para escuchar su versión de los hechos antes de tomar una decisión. Al escuchar esto, los enviados de los quraishitas empalidecieron y sus corazones comenzaron a palpitar fuertemente. Ellos temían el encuentro del Negus con los musulmanes. Preferían dejar a los musulmanes en Abisinia a que se encontraran con el rey cristiano. Ellos conocían el discurso elocuente de la nueva religión y sabían que todos los que escuchaban las palabras especiales que Muhammad decía que Dios le había revelado, se enamoraban del islam. Estas palabras tenían un efecto de atracción mágico. ¿Quién sabe qué sucedería ahora? Quizás en su reunión con el Negus, los musulmanes comenzarían a recitar esas mismas palabras que conocían de memoria, y las mismas tendrían influencia sobre la corte, tal como sucedía en las reuniones en la Meca. Pero ya nada podían hacer, pues el soberano había ordenado que trajeran a su presencia a este grupo que había emigrado de la Meca y se había refugiado en Abisinia.

Por su parte, los musulmanes ya estaban informados de la llegada de los representantes de Quraish, de sus visitas a los funcionarios de la corte del Negus, de sus regalos a ellos y de las intenciones que tenían. Estaban muy preocupados por el plan de los quraishitas y temían que, de prosperar, ellos fuesen forzados a regresar a la Meca. Cuando los delegados del Negus se presentaron ante ellos para citarlos ante la corte del rey, ellos advirtieron que el peligro rondaba sobre sus cabezas. Entonces se reunieron y discutieron el asunto entre ellos, y acordaron decir toda la verdad en aquella reunión. Dirían cómo era su situación antes del islam y explicarían las realidades y los mandatos de esta nueva religión; describirían el espíritu de la convocatoria islámica, sin negar nada ni decir nada contrario a la verdad. Con esta decisión, se presentaron en la corte.

Entre tanto, el Negus, con el fin de investigar el asunto de esta nueva religión, había convocado a un grupo de sabios religiosos, todos creyentes del cristianismo, que era la religión oficial de Abisinia en ese momento. Y así fue, un gran grupo de sacerdotes se hallaban presentes, cada uno con sus objetos particulares de culto y sus libros sagrados. Por otro lado, se encontraban los funcionarios de la corte, por lo cual toda la jerarquía política y religiosa se había reunido en el lugar, dando a aquella asamblea un carácter muy eminente.

El rey se hallaba sentado en el lugar más alto de la corte, mientras que los demás se ubicaban en posiciones descendientes de acuerdo a sus jerarquías. La escena era tan imponente que cada persona que ingresaba se sentía humilde e intimada. Los musulmanes, por su creencia en el islam, tenían un grado de dignidad y nobleza muy especial, ingresaron al recinto con mucha calma y grandeza. Delante del grupo marchaba Ya’far ebn Abi Talib. Uno a uno, fueron ingresando sin dejarse impresionar por aquella corte allí reunida, y no se prosternaron ante el monarca, como era la costumbre en todo reino, sino que lo saludaron del modo habitual. Algunos de los presentes interpretaron aquello como un insulto y levantaron sus protestas. Inmediatamente, los musulmanes respondieron: “Nuestra religión, aquella por la cual hemos emigrado buscando refugio aquí, no nos permite prosternarnos ante nadie excepto ante Dios Único.” Aquella postura y las palabras que la justificaban impactó los corazones de los presentes e hizo brillar la personalidad majestuosa de los extranjeros por encima de la nobleza de los presentes en la corte.

El Negus en persona asumió la tarea de interrogarlos, y dijo:

Esta nueva religión vuestra, ¿en qué difiere de vuestra religión anterior y de la nuestra?

Ya’far ibn Abi Talib, el hermano mayor de Amir Al Mu’minin ‘Alí (la paz sea con él), tenía a su cargo el liderazgo del grupo de musulmanes en Abisinia, por lo cual se había establecido que él fuese su vocero, el responsable de contestar las preguntas. Ya’far respondió lo siguiente:

Nosotros éramos un grupo que vivíamos en la ignorancia. Adorábamos a los ídolos, comíamos carne mortecina, cometíamos deshonestidades, cortábamos nuestros lazos familiares, tratábamos mal a nuestros vecinos y nuestros poderosos se devoraban a los débiles. Vivimos de esta manera hasta que Dios suscitó un Profeta de entre nosotros mismos, cuya familia y antepasados conocemos perfectamente, al igual que sabemos de su abstinencia y honradez. Él nos invitó al monoteísmo, a adorar a Un Dios Único, y nos prohibió adorar a los ídolos, a la piedra y a la madera. Nos ordenó decir la verdad, respetar los depósitos que se nos confían, tener buenas relaciones con nuestros parientes, tratar bien a los vecinos y respetar a la gente en general. Nos prohibió cometer deshonestidades y nos mandó evitar el vaniloquio (habladuría, charlatanería), no tocar la hacienda del huérfano ni acusar a las mujeres decentes. Nos impuso no asociar nada en la adoración a Dios y nos ordenó la oración, el azaque (caridad obligatoria o especie de diezmo), el ayuno y la Peregrinación. Nosotros creímos en él, lo confirmamos y obedecimos estos mandatos que enumeré. Pero nuestro pueblo nos oprimió y subyugó para que abandonemos estas órdenes y volvamos a la situación que teníamos antes, es decir, a la idolatría y las costumbres inferiores. Y cuando nos negamos a hacerlo, nos castigaron y torturaron reiteradamente. Por eso abandonamos aquel lugar y emigramos a este país buscando refugio. Esperamos aquí poder estar en la seguridad.”

Cuando Ya’far concluyó su exposición, el Negus le dijo:

De estas palabras que tu Profeta dice que le vienen de otro mundo, ¿recuerdas alguna?

Ya’far contestó: “.” El Negus le pidió: “Recita algo de ellas”. Ya’far, al ver que toda la corte era de cristianos, que el rey era cristiano y tenía reunidos a los sabios religiosos con sus Libros Sagrados, sus copias de los Evangelios, por lo cual el ambiente de la reunión estaba colmado de cristianismo, empezó a recitar con dignidad y grandeza el bendito capítulo de María, el cual habla de María, Jesús, Juan el Bautista, Zacarías, entre otros (la paz sea con todos ellos). Recitó los versículos con una entonación melodiosa muy especial, cuyos sonidos impresionaron a los presentes. Ya’far además buscaba exponer cual es la correcta y justa enseñanza del Corán sobre María y Jesús (la paz sea con ellos dos), a quienes, si bien dignifica hasta los grados más altos, evita divinizarlos y tomarlos como dioses.

Y recuerda en la Escritura a María cuando se apartó de su familia hacia un lugar oriental (16)

y puso un velo que la apartase de ellos. Nosotros enviamos para ella a Nuestro Espíritu, que se presentó ante ella con la forma de un ser humano completo. (17)

Ella dijo: «En verdad, me refugio en el Clementísimo de ti, si eres temeroso de Dios.» (18)

Él dijo: «En verdad, yo soy un Mensajero de tu Señor para otorgarte un muchacho puro.» (19)

Ella dijo: «¿Cómo tendré un hijo si no me ha tocado ningún ser humano y no he perdido mi castidad?» (20)

Él dijo: «Así ha dicho tu Señor: ¡Eso es fácil para Mí! Haremos de él una señal para la gente y una misericordia procedente de Nosotros. Es un asunto decidido.» (21)

Así que ella le concibió y se retiró con él a un lugar apartado. (22)

Los dolores del parto la llevaron junto al tronco seco de una palmera. Ella dijo: «¡Ojalá hubiese muerto antes de pasar por esto y hubiese sido totalmente olvidada!» (23)

Entonces, él la llamó desde debajo de ella: «No estés triste por mi causa. Tu Señor ha puesto a tus pies un arroyo. (24)

Mueve hacia ti el tronco de la palmera y caerán sobre ti dátiles maduros recién cortados.» (25)

«Así que come y bebe y alegra tus ojos. Y si ves a algún ser humano dile: En verdad, he hecho voto al Clementísimo de ayunar, por tanto hoy no hablaré con nadie.» (26)

Y volvió con él a su gente llevándole en brazos. Ellos dijeron: «¡Oh, María! ¡Ciertamente, has venido con un grave asunto! (27)

¡Oh, hermana de Aarón! ¡Tu padre no era un hombre malo, ni tu madre era una transgresora!» (28)

Entonces, ella señaló hacia él. Ellos dijeron: «¿Cómo vamos a hablar con un niño que está en la cuna?» (29)

Él dijo: «En verdad, yo soy un siervo de Dios. Él me ha dado la Escritura y me designó profeta (30)

y me ha bendecido dondequiera que yo esté y me ha encomendado la oración y el pago del impuesto religioso mientras viva (31)

y que sea bueno con mi madre. Y no me ha hecho arrogante ni orgulloso. (32)

Y la paz ha estado conmigo el día en que nací y estará el día en que muera y el día en que vuelva a la vida.» (33)

Éste es Jesús el hijo de María, el que proclama la Verdad acerca de la cual dudan. (34)

No es propio de Dios tener un hijo. ¡Glorificado sea! Cuando Él decide un asunto, en verdad, le dice: «¡Sé! y es». (35)

Y, en verdad, Dios es mi Señor y vuestro Señor. Así pues, ¡Adoradle! ¡Ese es el camino recto! (36)

El estado de la reunión cambió de manera radical. Las lágrimas fluían por las mejillas de los presentes, conmovidos por aquellas palabras. El Negus dijo: “¡Juro por Dios que esta es la verdad que nos ha dicho Jesús! Estas palabras y las palabras de Jesús tienen el mismo origen”. Luego se volvió hacia los enviados de Quraish y les dijo: “Regresen a sus asuntos”, y les devolvió sus regalos.

El Negus, tiempo después, aceptó oficialmente el islam. Falleció en el año noveno de la Hégira (del calendario islámico). En aquella oportunidad, el Profeta de Dios (la paz y las bendiciones de Dios sean con él y su bendita familia) realizó por él la oración del fallecido a la distancia.