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Descripción

“Por cierto que Dios, Majestuoso e Imponente, envió a Muhammad como profeta y le ordenó tener paciencia, diciéndole: «Y ten paciencia ante lo que dicen y apártate de ellos de buena manera.»
Este relato nos enseña que debemos ser pacientes y consecuentes cuando defendemos o mantenemos una posición justa y necesaria en cualquier aspecto de nuestra vida. Si tenemos la obligación moral de cumplir con un objetivo, si alguien a quien debemos respeto y obediencia nos ha encomendado una tarea o hemos asumido un compromiso para defender una causa, sería muy ingrato quebrantar la confianza depositada en nosotros y abandonarlo todo debido a nuestra inquietud e impaciencia. Las consecuencias de ello podrían ser lamentables, sobre todo si lo que motivó nuestra flaqueza fue algo ilusorio o vano.

Transcripción

Hola, te saludamos llenos de entusiasmo y amor para compartir contigo este nuevo episodio. El tema de hoy tiene como título La paciencia del arquero.

En el año tres de la hégira (año 625 del calendario gregoriano) tuvo lugar la batalla de Uhud, cerca de Medina. Allí se enfrentó el mermado ejército del Profeta (con él sea la Bendición y la Paz y con su Descendencia purificada) contra las portentosas huestes de los idólatras, provenientes de la Meca. Ante la superioridad numérica y la temible caballería de las tropas enemigas, dirigidas por Abu Sufián, el Profeta dispuso a unos cincuenta arqueros sobre una colina cercana y les dio órdenes muy claras y precisas de nunca abandonar su puesto de lucha, sin importar lo que pasara. Les había asignado la importante responsabilidad de proteger la retaguardia y evitar con sus flechas la carga de la caballería enemiga sobre sus combatientes.

Sin embargo, la mayoría de los arqueros desobedeció la orden del Profeta. Al ver el arrojo y heroicidad de los suyos durante el primer ataque, creyeron que la batalla había sido ganada y abandonaron sus lugares estratégicos para sumarse a la refriega, lo cual fue aprovechado por la caballería de los idólatras para atacar con fuerza. Este terrible desacato provocó muchas bajas en los musulmanes y su desenfrenada huida. El Profeta, herido y ensangrentado, fue abandonado por su gente en el campo de batalla; únicamente el Imam Ali (la paz sean con él) estuvo en todo momento a su lado. Permaneció allí, firme y paciente, hasta que su ejército finalmente se reagrupó y contraatacó. Sin embargo, no hubo un claro vencedor.

“Por cierto que Dios, Majestuoso e Imponente, envió a Muhammad como profeta y le ordenó tener paciencia, diciéndole: «Y ten paciencia ante lo que dicen y apártate de ellos de buena manera.»

Este relato nos enseña que debemos ser pacientes y consecuentes cuando defendemos o mantenemos una posición justa y necesaria en cualquier aspecto de nuestra vida. Si tenemos la obligación moral de cumplir con un objetivo, si alguien a quien debemos respeto y obediencia nos ha encomendado una tarea o hemos asumido un compromiso para defender una causa, sería muy ingrato quebrantar la confianza depositada en nosotros y abandonarlo todo debido a nuestra inquietud e impaciencia. Las consecuencias de ello podrían ser lamentables, sobre todo si lo que motivó nuestra flaqueza fue algo ilusorio o vano.

En caso de una lamentable adversidad también debemos aferrarnos a esa noble virtud, soportar con firmeza el dolor, a sabiendas de que todos los males padecidos tendrán consuelo y serán compensados más adelante. La paciencia es el arma para mantenernos fuertes y serenos, ante duras circunstancias. Somos arqueros en nuestras vidas, colocados al frente de situaciones difíciles y diversas que Dios ha dispuesto para nosotros, de modo que es nuestro deber mantenernos incólumes y no fallar. La impaciencia, la impulsividad, pudieran acarrear un daño innecesario para nosotros y los demás.

La paciencia debe ser uno de los atributos más sobresalientes de nuestra personalidad, tal y como lo fue en la vida del Profeta. Los relatos acerca de su infinita paciencia en medio de tantas y abrumadoras calamidades siguen siendo un ejemplo a imitar hoy día. Padeció duras aflicciones en su lucha contra el politeísmo y la idolatría. Allí en la batalla de Uhud, su amado tío Hamzah fue martirizado: el enemigo mutiló y vejó su cuerpo con tremenda crueldad. No obstante, a pesar de su profunda tristeza, el Profeta (con él sea la Bendición y la Paz y con su Descendencia purificada) se mantuvo sereno y paciente, sometiéndose a la Voluntad de Dios. Sufrió durante muchos años incontables adversidades, pero se armó de paciencia hasta que Dios lo auxilió y otorgó un indiscutible y permanente triunfo sobre sus fieros enemigos.

Por tanto, acaudalemos paciencia, sostengamos con firmeza y sin dudar el arco de esta importante virtud; defendamos a los nuestros de las amenazas por parte de quienes nos adversan injustamente; seamos leales, disciplinados, fuertes y aceptemos con entereza las amargas pruebas de la vida, porque todo ello tiene una finalidad en el camino hacia la perfección. 

«Y ten paciencia por lo que te acontece, que ciertamente que ello forma parte de los asuntos decisivos.»

Hasta aquí el tema de hoy. Nos despedimos de ti con profundo afecto y respeto, seguros de que cada día compartirás con nosotros estas enseñanzas que abrirán tu corazón y tu pensamiento. ¡Hasta mañana!

 

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“Por cierto que Dios, Majestuoso e Imponente, envió a Muhammad como profeta y le ordenó tener paciencia, diciéndole: «Y ten paciencia ante lo que dicen y apártate de ellos de buena manera.»
Este relato nos enseña que debemos ser pacientes y consecuentes cuando defendemos o mantenemos una posición justa y necesaria en cualquier aspecto de nuestra vida. Si tenemos la obligación moral de cumplir con un objetivo, si alguien a quien debemos respeto y obediencia nos ha encomendado una tarea o hemos asumido un compromiso para defender una causa, sería muy ingrato quebrantar la confianza depositada en nosotros y abandonarlo todo debido a nuestra inquietud e impaciencia. Las consecuencias de ello podrían ser lamentables, sobre todo si lo que motivó nuestra flaqueza fue algo ilusorio o vano.

Hola, te saludamos llenos de entusiasmo y amor para compartir contigo este nuevo episodio. El tema de hoy tiene como título La paciencia del arquero.

En el año tres de la hégira (año 625 del calendario gregoriano) tuvo lugar la batalla de Uhud, cerca de Medina. Allí se enfrentó el mermado ejército del Profeta (con él sea la Bendición y la Paz y con su Descendencia purificada) contra las portentosas huestes de los idólatras, provenientes de la Meca. Ante la superioridad numérica y la temible caballería de las tropas enemigas, dirigidas por Abu Sufián, el Profeta dispuso a unos cincuenta arqueros sobre una colina cercana y les dio órdenes muy claras y precisas de nunca abandonar su puesto de lucha, sin importar lo que pasara. Les había asignado la importante responsabilidad de proteger la retaguardia y evitar con sus flechas la carga de la caballería enemiga sobre sus combatientes.

Sin embargo, la mayoría de los arqueros desobedeció la orden del Profeta. Al ver el arrojo y heroicidad de los suyos durante el primer ataque, creyeron que la batalla había sido ganada y abandonaron sus lugares estratégicos para sumarse a la refriega, lo cual fue aprovechado por la caballería de los idólatras para atacar con fuerza. Este terrible desacato provocó muchas bajas en los musulmanes y su desenfrenada huida. El Profeta, herido y ensangrentado, fue abandonado por su gente en el campo de batalla; únicamente el Imam Ali (la paz sean con él) estuvo en todo momento a su lado. Permaneció allí, firme y paciente, hasta que su ejército finalmente se reagrupó y contraatacó. Sin embargo, no hubo un claro vencedor.

“Por cierto que Dios, Majestuoso e Imponente, envió a Muhammad como profeta y le ordenó tener paciencia, diciéndole: «Y ten paciencia ante lo que dicen y apártate de ellos de buena manera.»

Este relato nos enseña que debemos ser pacientes y consecuentes cuando defendemos o mantenemos una posición justa y necesaria en cualquier aspecto de nuestra vida. Si tenemos la obligación moral de cumplir con un objetivo, si alguien a quien debemos respeto y obediencia nos ha encomendado una tarea o hemos asumido un compromiso para defender una causa, sería muy ingrato quebrantar la confianza depositada en nosotros y abandonarlo todo debido a nuestra inquietud e impaciencia. Las consecuencias de ello podrían ser lamentables, sobre todo si lo que motivó nuestra flaqueza fue algo ilusorio o vano.

En caso de una lamentable adversidad también debemos aferrarnos a esa noble virtud, soportar con firmeza el dolor, a sabiendas de que todos los males padecidos tendrán consuelo y serán compensados más adelante. La paciencia es el arma para mantenernos fuertes y serenos, ante duras circunstancias. Somos arqueros en nuestras vidas, colocados al frente de situaciones difíciles y diversas que Dios ha dispuesto para nosotros, de modo que es nuestro deber mantenernos incólumes y no fallar. La impaciencia, la impulsividad, pudieran acarrear un daño innecesario para nosotros y los demás.

La paciencia debe ser uno de los atributos más sobresalientes de nuestra personalidad, tal y como lo fue en la vida del Profeta. Los relatos acerca de su infinita paciencia en medio de tantas y abrumadoras calamidades siguen siendo un ejemplo a imitar hoy día. Padeció duras aflicciones en su lucha contra el politeísmo y la idolatría. Allí en la batalla de Uhud, su amado tío Hamzah fue martirizado: el enemigo mutiló y vejó su cuerpo con tremenda crueldad. No obstante, a pesar de su profunda tristeza, el Profeta (con él sea la Bendición y la Paz y con su Descendencia purificada) se mantuvo sereno y paciente, sometiéndose a la Voluntad de Dios. Sufrió durante muchos años incontables adversidades, pero se armó de paciencia hasta que Dios lo auxilió y otorgó un indiscutible y permanente triunfo sobre sus fieros enemigos.

Por tanto, acaudalemos paciencia, sostengamos con firmeza y sin dudar el arco de esta importante virtud; defendamos a los nuestros de las amenazas por parte de quienes nos adversan injustamente; seamos leales, disciplinados, fuertes y aceptemos con entereza las amargas pruebas de la vida, porque todo ello tiene una finalidad en el camino hacia la perfección. 

«Y ten paciencia por lo que te acontece, que ciertamente que ello forma parte de los asuntos decisivos.»

Hasta aquí el tema de hoy. Nos despedimos de ti con profundo afecto y respeto, seguros de que cada día compartirás con nosotros estas enseñanzas que abrirán tu corazón y tu pensamiento. ¡Hasta mañana!