Hola, hoy queremos compartir contigo este nuevo episodio que hemos titulado: La lealtad.
Es muy común escuchar a la gente hablar acerca del tema de la lealtad de una manera muy superficial. La verdad es que esa palabra encierra un significado tan hermoso como profundo.
Uno de los principios fundamentos del Islam es que no deben existir contradicciones entre la palabra y las acciones de una persona. Hay que erradicar la simulación y la hipocresía. Lo visible debe corresponderse con lo espiritual. Es por ello que la lealtad verdadera se fundamenta en la sinceridad y la integridad. Es una de las más elevadas cualidades humanas que además exige constancia y valentía, paciencia, templanza y humildad.
El Profeta (la paz y las bendiciones sean con él y su familia) manifestó este atributo en su grado más elevado. Su amor y unión con Dios eran tan fuertes que tenía presente en todo momento sus mandamientos y se esforzaba en cumplirlos con total fidelidad y lealtad. Formaba parte de su esencia y la profesaba a sus seres queridos y amigos, pero también era respetuoso de los pactos asumidos con sus adversarios y enemigos. Un ejemplo de su lealtad fue el homenaje que rindió en todo momento a la memoria de su difunta esposa Jadîÿah, a quien siempre recordaba y agradecía por haberle dado una hija como Fatimah (la paz sea con ella):
¡Dios no me la cambió por algo mejor! Ella creyó en mí cuando la gente descreyó; me dispensó su riqueza cuando la gente me mantuvo en privación; y me dio una progenie -esto es, la Señora de las Mujeres del Universo, Fátima Az-Zahrâ’, con ella sea la paz- siendo que ninguna otra me dio tal cosa.
Por otro lado, la codicia, hacer daño a otros mediante el fraude o hacerse de algo ajeno de manera ilegal o injusta son sentimientos perversos que pueden dañar gravemente a una persona, incluso a una comunidad y hasta a un pueblo o país. Las exacerbadas apetencias materiales, el consumismo desmedido, arrastran irremediablemente a las personas hacia una vorágine, un torbellino sin control que las despoja de toda ética, y finalmente se convierten en desleales y traidores.
La traición es la exteriorización de un espíritu vil y repulsivo. No caben en él ni el honor ni la dignidad. Se puede traicionar una doctrina, un ideario, un principio, un sistema de valores, a Dios, la religión, la patria, a un pueblo, los afectos, el matrimonio, la amistad, a los compañeros de una causa justa, a una institución, a un líder; pero todas son maneras diferentes de traicionarse a sí mismo. Dijo el imam Sadeq (la paz sea con él):
Ni un traicionero alcanza la salvación, ni un vilipendiador triunfa, ni enriquece Dios a un avaro.
El traicionero y el vilipendiador son enemigos de sí mismos.
Un traidor jamás recobrará el respeto y la confianza de quienes ha traicionado ni volverá a sentarse a la mesa de quienes se han visto beneficiados por su traición; pasará a ser un desecho de la manipulación de los canallas, sin intelecto ni personalidad, y su destino será secarse, consumirse en la total soledad e indiferencia. Siempre será esclavo de su mala moral.
Otra muestra de la lealtad del Profeta fue cuando reconoció a su hermana de leche entre los prisioneros de la Batalla de Hunain. La llamó a su lado y con profundo respeto le dijo:
Si lo deseas puedes permanecer conmigo siendo tratada con afecto y honra, o bien, si lo deseas puedo proveerte para que vuelvas con tu gente.
Ella decidió lo segundo y él le brindó todo el apoyo necesario.
Conforme a lo que hemos dicho aquí, la lealtad consiste en el cumplimiento inequívoco de las promesas y acuerdos asumidos, independientemente de su dificultad, en todos los planos de la vida cotidiana; está estrechamente vinculada a los valores morales. En consecuencia, la verdadera lealtad solo puede manifestarse si existe una ética y elevada moral, y viceversa. De igual modo, si declaramos que Dios y su religión tienen la máxima importancia para nosotros, nuestras promesas de lealtad para con Él deben ser una prioridad; ese compromiso con Dios será lo que valoraremos y a lo que nos dedicaremos por encima de todo.
Hemos llegado al final de este episodio. Nos despedimos de ti con profundo afecto y respeto, seguros de que cada día compartirás con nosotros estas enseñanzas que abrirán tu corazón y tu pensamiento. ¡Hasta mañana!