Hola, hoy queremos compartir contigo este nuevo episodio que hemos titulado: La humildad. Parte I.
Los historiadores narran que cuando el imam Alí (la paz sea con él) atravesó la región de Madain, luego de librar la épica Batalla de Yamal (o del Camello) en Irak, cerca de Basora, la gente salió rápidamente a recibirle con gran alegría y, las mujeres, elevaron sus cantos. Esto sorprendió al Imam y preguntó al respecto. Le contestaron: “Nosotros recibimos a nuestros reyes de esta manera”. Él les respondió que no era un rey sino otro habitante cualquiera sin nada que lo hiciera especial sobre ellos más que el hecho de hacer que se establezca la verdad y la justicia en la nación. El imam permaneció sentado en su lugar sin moverse hasta después de que la gente se marchó hacia sus labores.
El Imam Alí fue un líder que se sacrificó enteramente por su pueblo, pero siempre sintió especial empatía con los más pobres y necesitados. Vivió sin privilegios y soportó las mismas privaciones que los demás. Se vistió y alimentó de la misma manera que los más humildes y no acumuló riquezas, a pesar de que ejerció el califato sobre un vasto territorio que se extendía desde el norte de África hasta la frontera con China, donde Irán, Irak y Egipto eran apenas unas de las tantas provincias que estaban bajo su mando, con todo el poder político y económico que esto supone.
Él enseñó a los creyentes a considerar a los gobernantes como parte del pueblo, como individuos comunes, incluso aquellos que se destacan por sus elevados atributos morales y espirituales. Esto debe ser así en todo momento, sin excepciones, aún cuando se trate de un líder que asume grandes responsabilidades y riesgos, o que está a la vanguardia en exigentes luchas por la verdad y la justicia, tal y como actuaron él y todos los imames infalibles (la paz sea con ellos), de acuerdo con las numerosas narraciones que han sido recopiladas acerca de sus sublimes acciones.
En otra narración, el imam Alí, luego de la Batalla que tuvo lugar en la llanura de Siffín, muy cerca de lo que es hoy la ciudad siria de Raqqa, visitó a los jefes de la región de Al-Anbar, en Irak. Ellos lo recibieron con enorme exaltación y muchas distinciones, pero el Imam rechazó todo eso diciéndoles:
¡Por Dios! Vuestros gobernantes no se benefician con esto y vosotros os abrumáis a vosotros mismos así como a los que os sucedan. ¡Qué malogrado esfuerzo es aquel al que le sigue el castigo, y qué tranquilidad más ventajosa es aquella junto a la cual se encuentra la seguridad respecto del Fuego infernal!
He aquí las extraordinarias muestras de humildad por parte del imam Alí. Para él este tipo de celebraciones populares eran inapropiadas. El júbilo que suelen expresar las masas hacia sus líderes, autoridades y jefes de Estado constituye un error. De modo que un gobernante jamás debe pedir que su pueblo lo idolatre ni aceptar de este homenaje alguno, así como tampoco los pueblos deben festejar, hacer reverencias o distinciones a ninguna autoridad ni aceptar de ella imposiciones de esa naturaleza. Ello se considera un extravío respecto de la verdad.
Quien asume la dirección política, científica o espiritual de una sociedad, quien lleva adelante difíciles tareas, en medio de grandes adversidades y sufrimientos, incluso poniendo en riesgo su propia vida, no debe considerarse a sí mismo ni ser considerado por nadie como un ser especial con derechos y ventajas por encima de los demás.
La humildad nos hace más justos y nos coloca más cerca del prójimo y de Dios Misericordioso.
Hemos llegado al final de este episodio. Nos despedimos de ti con profundo afecto y respeto, seguros de que cada día compartirás con nosotros estas enseñanzas que abrirán tu corazón y tu pensamiento. ¡Hasta mañana!