La historia del nacimiento y el cuidado de Moisés
Saga “Historia del Profeta Moisés” – Parte 2
El gobierno del Faraón tenía un gran plan a escala para matar a todos los "bebés varones" de entre los “Hijos de Israel” (o Bani Israil como se les conoce en Árabe), e incluso las parteras del Faraón cuidaban a las mujeres embarazadas de entre los de este pueblo con tal de vigilar el género de las criaturas que estaban por venir.
Sin embargo una de estas parteras era amiga de la madre de Moisés, y por esta razón, el embarazo de la madre del profeta Moisés se llevó a cabo en secreto y con el favor de Dios no hubieron muchos signos visibles de embarazo en la madre de este gran mensajero Divino.
Cuando la madre de Moisés sintió que se acercaba el momento de dar a luz a su bebé, corrió a donde la partera amiga y le dijo: "Tengo un hijo en mi vientre y hoy más que nunca necesito de tu amistad".
Cuando nació Moisés, una extraña luz brilló en los ojos del infante, mientras que el cuerpo de la partera temblaba, siendo que en ese mismo instante también nació un gran amor por Moisés en el corazón de esta partera que le ayudó a venir al mundo.
En un hadiz del Imam Baqir (P), leemos que Moisés era tal, que todos los que lo veían lo amaban.
Es así que se cuenta que la partera se volvió hacia la madre de Moisés y le dijo:
“Tenía la intención de informar al gobierno sobre este nacimiento, para que de esta forma vinieran los verdugos y mataran al niño y así yo obtuviese entonces mi recompensa prometida por Faraón, pero no he podido, puesto que ha nacido un intenso amor hacia este bebé en mi corazón, por eso te pido que lo protejas con mucho cuidado.”
Una vez finalizada la ayuda de la partera, esta salió de la casa de la madre de Moisés, momento en el que algunos espías del gobierno la vieron salir de ahí, por lo que sin dudarlo decidieron entrar a la casa de la madre de Moisés, instante en que la hermana de Moisés corrió a informar a su madre de lo que estaba ocurriendo y del peligro que estaba latente en su hogar. La madre estaba confundida sobre qué hacer, mientras tanto, con mucho miedo, envolvió al bebé en un paño y lo arrojó al horno, sin notar que había un fuego prendido en él.
Los esbirros soldados del gobierno entraron a la casa y no vieron nada más que el fuego en el horno y le preguntaron a la madre de Moisés: "¿Qué estaba haciendo la partera aquí?"
"Es mi amiga y vino aquí para visitarme", contestó rápidamente la madre de Moisés.
Ante esta respuesta los oficiales se sintieron decepcionados y abandonaron la casa sin lograr su bajo y cruel objetivo.
Al instante en el que se marcharon estos déspotas mensajeros de la muerte y de que el miedo y la ansiedad desapareciesen, la madre de Moisés preguntó a su hija sobre el paradero del bebé, a lo que la niña respondió: “No lo sé”.
En ese momento, el llanto del bebé se elevó desde el interior del horno, corriendo velozmente la madre hacia él y vio que Dios había enfriado el fuego para Moisés, del mismo modo en que el fuego de Nimrod fuera fresco y saludable para Abraham, así que la madre de Moisés, sacó a su bebé del horno en perfecto estado de salud.
Pero ya con solo el llanto del infante Moisés, el peligro asechó nuevamente a la casa, siendo suficiente esto, para que los soldados esbirros del Faraón se alertaran.
En ese momento y ante el asedio de la muerte segura, una inspiración divina iluminó el corazón de la madre, una inspiración que aparentemente la invitaba a un trabajo peligroso, pero con la cual ella sentía mucha tranquilidad.
Dice Dios en el Corán, capítulo 28, versículo 7:
وَ أَوْحَینا إِلی أُمِّ مُوسی أَنْ أَرْضِعِیهِ فَإِذا خِفْتِ عَلَیهِ فَأَلْقِیهِ فِی الْیمِّ وَ لا تَخافِی وَ لاتَحْزَنِی إِنَّا رَادّ ُوهُ إِلَیکِ وَ جاعِلُوهُ مِنَ الْمُرْسَلِینَ
“Y revelamos a la madre de Moisés: « ¡Amamántale! y cuando temas por él, ponle en el río y no temas ni estés triste. En verdad, Nosotros te lo devolveremos y le haremos uno de los Mensajeros.»”
Gracias a Dios, esta madre devota pudo amamantar a Moisés en secreto durante tres meses, tiempo en el cual Moisés nunca lloró y no mostró ningún acto que alertara a los espías de nuevo.
La madre de Moisés, según el mandato de Dios y la inspiración divina, suponía que arrojaría al niño al río Nilo, cuando el miedo le poseyera sin posibilidad de ser apaciguado. Finalmente, un día tomó la decisión ya que temía que los soldados del Faraón se enteraran del niño.
Para cumplir con la orden de Dios, ella se acercó en secreto a un carpintero egipcio y le pidió una caja. Pero el carpintero mismo quien era del de los del grupo de Faraón le preguntó: ¿Para qué quieres la caja?
La madre de Moisés, quien era una mujer honesta dijo: “Soy de los hijos de Israel y tengo un bebé, a quien quiero esconder en dicha caja”.
Cuando el carpintero egipcio escuchó esto, decidió transmitir la noticia a los verdugos apresurándose a donde ellos, pero su corazón estaba tan abrumado por el miedo, que su lengua enmudeció por completo, a pesar de querer dar la noticia a través de gestos, los soldados lo único que percibían eran movimientos tontos que tomaron como burla hacia ellos y por lo que enojados y ofendidos por este comportamiento errático, le golpearon y echaron a patadas del lugar.
Cuando se recuperó, volvió a acudir a los verdugos para denunciar a la madre de Moisés, todo esto por codicia, pero tal como la primera vez, tartamudeó y no pudo hablar, repitiéndose así esto tres veces.
El carpintero se dio cuenta de que había un secreto divino en esta historia, por lo que hizo la caja y se la entregó a la madre de Moisés sin más remedio.
Temprano en la mañana, cuando los egipcios se encontraban durmiendo y el cielo estaba ligeramente despejado, la madre de Moisés llevó a su bebé al lado de Nilo y lo amamantó por última vez.
Luego lo colocó en una caja especial que podía moverse sobre el agua como un pequeño barco y arrojó a las aguas de este acaudalado río, confiando en Dios por la promesa dada y con el corazón en la mano, despidiéndose de su hijo amado.
Las grandes olas del Nilo sacaron rápidamente la caja de la orilla, la madre que estaba viendo como su bebé se alejaba, sintió por un momento que su corazón se separaba de ella y se movía sobre las olas, al igual que la caja que contenía a su retoño.
Si Dios no hubiese calmado su corazón, con total seguridad la madre de Moisés hubiese rasgados los cielos con gran dolor y llanto y todos habrían sido informados de lo que estaba ocurriendo, pero ella, quien era una mujer creyente, recordó la inspiración divina que Dios le había dado:
وَ لا تَخافِی وَ لاتَحْزَنِی إِنَّا رَادُّوهُ إِلَیکِ
“No temas ni estés triste. En verdad, Nosotros te lo devolveremos…”
…
Mientras eso ocurría en las orillas del río Nilo, en el palacio del Faraón se estaban desarrollando otro tipo de sucesos que tendrían relación con la historia del abandono de la caja en el río.
Se cuenta que Faraón tenía una hija quien era hija única y la cual padecía una enfermedad grave que los médicos no podían curar.
Debido a esto, Faraón pidió ayuda a los sacerdotes y les ordenó que hicieran algo por esta niña dentro del mundo de los espíritus.
Ellos dijeron: "Oh, Faraón, nosotros anticipamos que una persona vendrá a este palacio desde estas aguas, y si frotas con su saliva el cuerpo de tu hija, ella se pondrá bien y se recuperará por completo".
El Faraón y su esposa Asiah, luego de oír las palabras de los sacerdotes, cada día estaban esperanzados de que alguien apareciese en el horizonte del Nilo y salvase así a su única hija.
Un día, mientras Asiah miraba con esperanza y desespero hacia las aguas del río Nilo, de repente vio una caja que se movía sobre las olas que reventaban en sus orillas.
A su orden, los soldados de Faraón sacaron rápidamente la caja del agua para ver qué había dentro de ella. Los soldados por más intentos y fuerza, no pudieron abrir la caja y la llevaron ante el Faraón, quien si pudo abrir dicha caja, más sin embargo, cuando Dios quiere que algo suceda, así ocurre, pues como recordamos, Faraón había ordenado la muerte de todo niño varón de entre los hijos de Israel, para que nadie como Moisés quien había sido anunciado, lograse destruir el futuro del gobierno de los Ghebtian, o aquellos que ostentaban el poder de entre la gente de Egipto y en los que figuraba Faraón y sus cercanos.
A pesar de ello la puerta de la caja construida para salvar a Moisés fue abierta por Faraón, encontrando en ella a un niño.
Cuando Asiah, esta mujer pura y piadosa, vio a Moisés por primera vez, nació en su corazón un gran amor y afecto a primera vista el cual aumentó cuando la saliva del bebé curó a su hija enferma, de la misma forma en que habían anunciado los sacerdotes del Faraón. Respecto a esto dice el Corán en el Capítulo 28, versículo 8:
فَالْتَقَطَهُ آلُ فِرْعَوْنَ لِيَكُونَ لَهُمْ عَدُوًّا وَحَزَنًا إِنَّ فِرْعَوْنَ وَهَامَانَ وَجُنُودَهُمَا كَانُوا خَاطِئِينَ
“Así pues, le encontró la gente del Faraón, para que terminase siendo enemigo y motivo de preocupación para ellos. En verdad, el Faraón, Haman y el ejército de ambos se equivocaban.”
Obviamente, los faraones no sacaron al bebé de las olas del mar para magnificar a su enemigo, y hasta que vieron que el bebé era un niño, decidieron matarlo.
Pero ante la insistencia de Asiah la esposa del Faraón y después de que su hija se recuperara, decidieron no matar al niño, mostrando así Dios Su poder, haciendo que los faraones, que habían preparado todas sus fuerzas para matar a los hijos de Israel, engrandecieran a su enemigo con amor y en bendiciones. Veamos lo que dice el Sagrado Corán respecto a esto en el capítulo 28, versículo 9
وَقَالَتِ امْرَأَتُ فِرْعَوْنَ قُرَّتُ عَيْنٍ لِي وَلَكَ لَا تَقْتُلُوهُ عَسَى أَنْ يَنْفَعَنَا أَوْ نَتَّخِذَهُ وَلَدًا وَهُمْ لَا يَشْعُرُونَ
“Y la mujer del Faraón dijo: «Será un motivo de alegría para mí y para ti. No le matéis, puede que nos sea útil o que lo adoptemos como hijo.» Pero ellos no eran conscientes.”
Faraón entendió por el rostro del bebé y las otras señales que veía en él, que este bebé de los hijos de Israel podría ser la interpretación de la pesadilla que había visto, razón por la que quería matarle para estar seguro.
Los amigos y consejeros de Faraón también lo alentaron a hacerlo, diciendo que no había ninguna razón por la que no se hiciera cumplir a cabalidad, la ley contra el niño.
Pero Asiah, esposa del Faraón, que no tenía un niño y cuyo corazón puro se había convertido en el centro del amor de este bebé, se paró frente a todos ellos y no permitió que este niño fuese jamás lastimado.
El Corán dice en una frase breve y significativa: "No sabían lo que estaban haciendo".
Cierto, no sabían que la decisión de Dios era la de que, criasen a este bebé en el palacio del Faraón, en el mismo centro del peligro y que nadie puede oponerse a la voluntad y decisión de Dios, Exaltado Sea.
Dios mismo hizo a esos tiranos opresores, responsables de proteger a quien querían destruir.
Mientras todo esto ocurría del lado poderoso y acaudalado de Egipto, ese Egipto de los corruptos de “Ghebtian”, del lado de los humildes y oprimidos, en otras palabras del lado de los “Sebtian”, la madre de Moisés, luego de arrojar la caja al río, le dijo a su hija: " Ve a buscar la caja y mira qué pasa con ella".
Inmediatamente la hermana de Moisés obedeció la orden de su madre y buscó desde la distancia y cuando vio que los faraones habían sacado el arca del agua, se llenó de alegría porque su hermano menor se había salvado de ahogarse en el río. Pero nadie sabía qué decisión tomarían sobre él.
No pasó mucho tiempo antes de que la gente en el palacio del Faraón, por instinto supiesen que el niño tenía hambre y necesitaba leche. Por lo cual ante la orden de Asiah y Faraón, los soldados partieron a buscar una nodriza que lo amamantase, pero curiosamente, luego de traer a varias de ellas, el bebé no tomó pecho de ninguna, rechazándolas una tras otra.
Los soldados ante esto, emprendieron una búsqueda desesperada de una nodriza que si tuviese éxito en su empresa, cuando de repente se encontraron con una niña que dijo: "Conozco una familia que puede amamantar y cuidar de este niño".
Esa niña, la cual dio noticia a los soldados, no era ni más ni menos que la hermana de Moisés. Es así que rápidamente los agentes de Faraón quienes no conocían a la madre de Moisés, se apresuraron en ir a la casa de esa familia que la niña enunciaba y al llegar, de inmediato condujeron directo al palacio de Faraón a la mujer de esa casa quien era la madre de Moisés, con tal de que rápidamente aplacara el hambre y la sed del niño.
Una vez estando en el palacio, le ordenaron que diera pecho al menor, ya que este había rechazado a toda mujer que intentó hacerlo anteriormente y fue en ese instante que el bebé tomó su pecho con entusiasmo y se alimentó con la leche de quien fuese su verdadera madre.
Todos estaban felices y le felicitaron a la madre de Moisés por haber tenido éxito en amamantar al pequeño y a partir de ese momento, la madre de Moisés se hizo responsable de cuidar y alimentar a Moisés.
De esta manera, Dios cumplió Su promesa a la madre de Moisés tal como está escrito en el Sagrado Corán capítulo 28, versículo 13 cuando dice:
فَرَدَدْنَاهُ إِلَىٰ أُمِّهِ كَيْ تَقَرَّ عَيْنُهَا وَلَا تَحْزَنَ وَلِتَعْلَمَ أَنَّ وَعْدَ اللَّهِ حَقٌّ وَلَٰكِنَّ أَكْثَرَهُمْ لَا يَعْلَمُونَ
“Así le devolvimos a su madre, para que ella se alegrase y no estuviese triste y para que supiese que la promesa de Dios es verdadera. Pero la mayoría de ellos no tienen conocimiento.”
Según algunos historiadores, la separación entre Moisés y su madre no duró más de tres días.
Curiosamente, un día mientras Moisés reposaba en los brazos de Faraón, tomó su barba y la tiró fuertemente y arrancó parte de ésta y de paso prendió la ira del déspota, el cual lleno de enoja dijo:
"Este niño es mi enemigo" e inmediatamente llamó a los verdugos para que viniesen a matar al inocente.
Pero nuevamente Asiah salvó a Moisés de las lúgubres intenciones de Faraón diciéndole: "Este es tan solo un bebé y no entiende sobre lo bueno y lo malo, es una criatura inocente. Para confirmar mis palabras, pon un rubí y un trozo de carbón encendido frente a él y simple, si se inclina a tomar el rubí, resultará entonces que él entiende pero si recoge el carbón encendido resulta entonces que no comprende."
Faraón ante la petición de Asiah, llevó a cabo el reto, siendo que el infante Moisés por instinto llevó su mano hacia el rubí, pero el ángel Gabriel tomó su mano y la dirigió hacia el carbón encendido con tal de proteger a Moisés de las nefastas intenciones del Faraón, ante lo cual el niño, tocó el carbón y se instó a llevárselo a la boca quemándose su lengua. Una vez sucedido esto frente a los ojos del Faraón y gracias a las palabras de Asiah, quien lo encaminó al reto para salvar al bebé, salió del enojo que le invadía y se abstuvo de matarle.
Finalmente, para concluir hoy con la segunda parte, de la historia de la vida del Profeta Moisés, quiero leer una narración sobre Asiah quien fuese una mujer creyente y piadosa que dice:
Se narra del Mensajero del Islam, el Profeta Muhammad (la paz y las bendiciones de Dios sean con él y su familia) quien dijo: “Las mejores mujeres del mundo son cuatro: María, hija de Imran (la madre de Jesús, la paz sea con ellos); Jadiÿah hija de Juwailed (la esposa, del Profeta Muhammad); Fatimah Az Zahra, hija de Muhammad (la paz sea con ella); y Asiah, hija de Mazahem (esposa del Faraón)”.
Consulta las fuentes bibliográficas y nuestro glosario en www.fatimatv.es/saberes/002
…
Llegamos al final de este cuento, pero no te preocupes, volveremos el sábado que viene con un cuento nuevo cuídense y un abrazo para todos.