EID GHADIR
En el nombre de Dios, el Compasivo, el Misericordioso!
Alrededor del año 600 después de Cristo, la península arábiga ardía debido a las diversas guerras que tenían lugar en su vasto territorio. Allí imperaba una ignorancia tremenda. La gente era capaz de cometer los actos más macabros y repudiables, incluso enterrar vivas a sus propias hijas.
Este estado de total corrupción moral se reflejaba en el vocabulario árabe de aquella época, el cual se había reducido a unos pocos términos: masacre, violación, robo, asalto, rencor, vanidad, altivez, guerras y matanzas.
Por otra parte, en Yazrib, ciudad que pasó a llamarse Medina al Rasul luego de la emigración del Profeta (la paz y las bendiciones de Dios sean con él y su familia), existían dos grandes tribus rivales llamadas Aws y Jazray. Ambas mantenían una guerra que parecía interminable y que había comenzado hace ciento veinte años atrás. Sin embargo, se sentían ya hartas de pelear entre sí.
Cuando se enteraron de que un profeta había aparecido en la Meca, algunos de los líderes de las dos tribus decidieron acudir a las afueras de esa ciudad para reunirse con él. Abrigaban la esperanza de que ese profeta pusiera fin a las sanguinarias guerras entre los dos bandos, bajo la condición de que ellos abrazarían su religión y profecía.
Este fue el origen de la primera nación islámica que se estableció en la Tierra y estaba dirigida por el Profeta de Dios (la paz y las bendiciones de Dios sean con él y su familia). A partir de ese entonces, toda la península arábiga fue hallando poco a poco la paz y la justicia bajo el mando y la autoridad del profeta Muhammad (la paz y las bendiciones de Dios sean con él y su familia).
Se terminaron las guerras y la gente empezó a adquirir sabiduría y conocimiento. Además, las personas viajaban con total tranquilidad, sin correr el riesgo de ser atacadas o robadas. Era tal el grado de seguridad que cualquier mujer joven y bella podía atravesar la península y, aunque llevara consigo varios quintales de oro, no sentiría ni una chispa de miedo o preocupación.
Todo esto era debido a la guía del profeta Muhammad (la paz y las bendiciones de Dios sean con él y su familia), a su liderazgo y buen gobierno, lo cual marcaba una gran diferencia respecto a otros reyes, líderes y gobernantes supremos y absolutos que lo precedieron o sucedieron a lo largo de historia.
La población entera que estaba bajo su mando y protección sentía dos cosas muy valiosas de manera simultánea: amistad y autoridad. De hecho, si pudiéramos emprender un viaje hacia el pasado y hablar con cualquier beduino de aquella época, con algún miembro de las tribus que estaban dispersas en el desierto de la península arábiga o con la gente de aquellos escasos pueblos y ciudades haríamos la siguiente pregunta: ¿Cómo consideras a este nuevo rey supremo llamado Profeta de Dios? Con toda seguridad contestaría lo siguiente: “Él es el Profeta de Dios y nuestro líder absoluto y tiene más cariño y ternura hacia nosotros que nuestros propios padres”.
Ya se había realizado la utopía divina; sin embargo, el Profeta de Dios (la paz y las bendiciones de Dios sean con él y su familia) sabía perfectamente que bajo las cenizas siempre hay llamas escondidas. En efecto, se corría un gran peligro a causa de los hipócritas quienes, desde el principio, no aceptaron el islam en su corazón. Ellos fingían que eran musulmanes, pero en realidad esperaban el momento oportuno para realizar sus planes y acabar con la nueva religión o desviarla según sus deseos.
Debido a esto, Dios le reveló a su Profeta (la paz y las bendiciones de Dios sean con él y su familia) los siguientes versículos del sagrado Corán, con el fin de recordarles a los musulmanes lo que habían sido y lo que son ahora; recordarles también cuál es el único camino que deben seguir para no regresar al mismo infierno en que vivían:
يَا أَيُّهَا الَّذِينَ آمَنُوا اتَّقُوا اللَّـهَ حَقَّ تُقَاتِهِ وَلَا تَمُوتُنَّ إِلَّا وَأَنتُم مُّسْلِمُونَ ﴿١٠٢﴾
وَاعْتَصِمُوا بِحَبْلِ اللَّـهِ جَمِيعًا وَلَا تَفَرَّقُوا ۚ وَاذْكُرُوا نِعْمَتَ اللَّـهِ عَلَيْكُمْ إِذْ كُنتُمْ أَعْدَاءً فَأَلَّفَ بَيْنَ قُلُوبِكُمْ فَأَصْبَحْتُم بِنِعْمَتِهِ إِخْوَانًا وَكُنتُمْ عَلَىٰ شَفَا حُفْرَةٍ مِّنَ النَّارِ فَأَنقَذَكُم مِّنْهَا ۗ كَذَٰلِكَ يُبَيِّنُ اللَّـهُ لَكُمْ آيَاتِهِ لَعَلَّكُمْ تَهْتَدُونَ ﴿١٠٣﴾
“¡Oh los que creéis! ¡Temed a Dios como debe ser temido y no muráis sin estar a Él sometidos! (102)
Y aferraos a la cuerda de Dios todos juntos y no os
disperséis. Y recordad la merced de Dios con vosotros cuando erais enemigos y Él unió vuestros corazones y os convertisteis, por Su merced, en hermanos y estabais al borde del abismo del Fuego y os salvó de él. Así es como Dios os explica claramente sus signos. Quizás así os guiéis.” (103)
(Capitulo 3, La Familia de ‘Imran, versículos 102 y 103).
Cuando los musulmanes escucharon estas frases coránicas les quedó claro en qué consiste la salvación. Casi todos sabían perfectamente cuál es esa cuerda divina a la cual deben aferrarse, lo habían escuchado en numerosas ocasiones de boca del propio Profeta (la paz y las bendiciones de Dios sean con él y su familia). Él siempre les señalaba el camino correcto que debían tomar durante su presencia entre ellos y aún después de abandonar este mundo. De tal manera que todos, desde la primera vez que lo conocieron, comprendieron cuál era la cuerda de Dios a la que él se refería.
En una de estas ocasiones, el Profeta (la paz y las bendiciones de Dios sean con él y su familia) estaba sentado en la mezquita de la ciudad de Medina, rodeado de sus compañeros, y de repente dijo: “va a entrar por esta puerta un hombre del Paraíso que preguntará algo que le importa y le es útil.”
Entonces entró un sujeto alto y saludó al Profeta de Dios (la paz y las bendiciones de Dios sean con él y su familia). Se sentó y dijo:
«Oh mensajero de Dios yo he escuchado que Dios dice en el Corán:
و اعتصموا بحبل الله جمیعا و لا تفرقوا ... (سورة آل عمران آیة 103)
“Y aferraos a la cuerda de Dios todos juntos y no os disperséis [de su alrededor].”
Dime, ¿qué es esta cuerda que Dios nos ha mandado a aferrarla para que no nos desviemos hacia otros caminos?»
El profeta demoró un rato en contestar, miraba el suelo sin decir nada; de pronto, levantó la cabeza y mostró su mano a Ali Ebn Abi Talíb (la paz sea con él) y dijo: “Esta es la cuerda de Dios, quien se aferre a ella se protege en este mundo y en el otro mundo no se va a perder.”
Esto significaba que Alí es la cuerda de Dios. Ali ibn Abi Talíb, el emir de los creyentes (la paz sea con él), el fundamento por el cual es posible distinguir el camino que conduce al Paraíso del camino que lleva irremediablemente al infierno. Alí, el mismo a quien los árabes acudían para probar la legitimidad de los hijos. Sí, eran tan elevadas sus virtudes y probada su honorabilidad que llevaban ante él un niño y si este mostraba afecto y cariño hacia el imam quedaba demostrado que su madre lo había concebido de una relación lícita; en cambio, si mostraba odio y rencor se enteraban que era hijo de una relación ilegítima, de una fornicación.
Alí está con Dios y Dios está con Alí.
Alí está unido a la verdad y la verdad está unida a Alí.
Alí es la única salvación y cualquier camino que no sea él conducirá al fondo del infierno.
El Mensajero de Dios (la paz y las bendiciones de Dios sean con él y su familia), desde el primer día que recibió la revelación divina, declaró el puesto de Alí como el camino y la guía hacia el triunfo final.
Así que no pasaba un solo día sin que el Profeta (la paz y las bendiciones de Dios sean con él y su familia) aprovechara el momento oportuno para recordarle a la gente que su sucesor, elegido por Dios, era Ali ibn Abi Talíb (el imam Alí, la paz sea con él). Él siempre les hacía entender de distintas maneras que su sucesor era el imam Alí (la paz sea con él), pero esta declaración la realizaba ante grupos pequeños o relativamente grandes de musulmanes. Así fue siempre, hasta que llegó el día de Ghadir.
En ese bendito día el profeta Muhammad (la paz y las bendiciones de Dios sean con él y su familia) hizo saber a todos los musulmanes, de manera categórica y con toda la claridad, quién sería su sucesor luego de su muerte. Esto era algo que le había ordenado el mismo Dios. Es decir, por mandato divino, esta vez debía dar a conocer esa decisión ante toda la comunidad de musulmanes.
Allí estaba presente una gran multitud de creyentes. Casi todos le habían acompañado en su última peregrinación, llamada Hayyat al wida, que significa la “peregrinación de despedida”, dado que era la última vez que el Profeta (la paz y las bendiciones de Dios sean con él y su familia) iba a realizarla.
Como ya se dijo, no era la primera vez que el profeta Muhammad (la paz y las bendiciones de Dios sean con él y su familia) aclaraba este asunto entre sus compañeros y seguidores; sin embargo, esta vez lo hizo con la intención de que todo el mundo lo escuchara y no quedara así ni la más mínima duda acerca de que Alí, el elegido por Dios, sería su sucesor.