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Descripción

“Dios es el más Generoso de los generosos”, dijo el Profeta del Islam (la paz y las bendiciones sean con él y con su familia). Sin embargo, la generosidad del ser humano es una virtud que a Dios le place. Por esa razón será resucitado todo aquel que ofrezca su vida a las buenas acciones, a la caridad, la piedad y la misericordia, pero sin presumir de ello.

Transcripción

Hola, hoy queremos compartir contigo este nuevo episodio que hemos titulado: La caridad en secreto.

“Dios es el más Generoso de los generosos”, dijo el Profeta del Islam (la paz y las bendiciones sean con él y con su familia). Sin embargo, la generosidad del ser humano es una virtud que a Dios le place. Por esa razón será resucitado todo aquel que ofrezca su vida a las buenas acciones, a la caridad, la piedad y la misericordia, pero sin presumir de ello.

En cuanto a la caridad en secreto, el Sagrado Corán señala en la Sura 2,  La vaca, aleya 271:

“Si hacéis caridad abiertamente, eso está bien, pero si la ocultáis y dais a los necesitados, eso es mejor para vosotros y servirá de compensación por algunas de vuestras malas acciones. Y Dios está informado de lo que hacéis.”

De acuerdo con este versículo, repartir bienes de forma abierta y pública es una acción bondadosa que será recompensada en el Más Allá, en el Día de la Resurrección.

“La beneficencia es la que señala y conduce hacia el Paraíso. En cuanto a quien sea caritativo, Dios será caritativo con él”, dijo el imam Sadiq (la paz sea con él).

Sin embargo, el noble hábito de dar caridad en secreto, sin ser reconocido, es una acción quizás más sublime porque de esa manera hermanamos nuestra alma con la de los más necesitados. Así la obra piadosa no se verá contaminada por el ego, no habrá un rostro ni un nombre al que se le atribuya la bondad realizada.

Actuar de manera oculta para hacer el bien estrecha aún más nuestro vínculo con Dios. Por ello, y de acuerdo con las narraciones, era un hábito de los imames dar sus dádivas con total disimulo. Cada uno de ellos se hizo responsable de numerosos pobres, mendigos y huérfanos, pero estos ignoraban por completo la identidad de su benefactor.

Sobre el imam Sayyad (la paz sea con él) se narró que daba abundante caridad en secreto y que su cuerpo estaba muy maltratado por el pesado saco donde llevaba la comida que distribuía a los pobres. Al fallecer, durante el baño ritual, se apreciaron en sus hombros heridas y callosidades parecidas a las que tienen los camellos como consecuencia de las abrumadoras cargas. Cuando le preguntaron a su familia: “¿Qué son esas marcas?”, dijeron: “Es por cargar los alimentos que por la noche llevaba a las casas de los pobres”.

A pesar de semejante sacrificio y del bienestar causado a tanta gente necesitada, el imam nunca hizo alarde de ello, ni recibió elogio o recompensa por su caridad y benevolencia. Sólo anhelaba complacer y aproximarse a Dios, observando y cumpliendo el Sagrado Corán (Sura 2, La vaca, aleya 262):

“Quienes gastan sus riquezas en la senda de Dios sin, a continuación, hacer alarde de lo que han gastado ni ofender, tendrán su recompensa junto a su Señor y no tendrán temor ni estarán tristes.”

Hemos llegado al final de este episodio. Nos despedimos de ti con profundo afecto y respeto, seguros de que cada día compartirás con nosotros estas enseñanzas que abrirán tu corazón y tu pensamiento. ¡Hasta mañana!

 

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“Dios es el más Generoso de los generosos”, dijo el Profeta del Islam (la paz y las bendiciones sean con él y con su familia). Sin embargo, la generosidad del ser humano es una virtud que a Dios le place. Por esa razón será resucitado todo aquel que ofrezca su vida a las buenas acciones, a la caridad, la piedad y la misericordia, pero sin presumir de ello.

Hola, hoy queremos compartir contigo este nuevo episodio que hemos titulado: La caridad en secreto.

“Dios es el más Generoso de los generosos”, dijo el Profeta del Islam (la paz y las bendiciones sean con él y con su familia). Sin embargo, la generosidad del ser humano es una virtud que a Dios le place. Por esa razón será resucitado todo aquel que ofrezca su vida a las buenas acciones, a la caridad, la piedad y la misericordia, pero sin presumir de ello.

En cuanto a la caridad en secreto, el Sagrado Corán señala en la Sura 2,  La vaca, aleya 271:

“Si hacéis caridad abiertamente, eso está bien, pero si la ocultáis y dais a los necesitados, eso es mejor para vosotros y servirá de compensación por algunas de vuestras malas acciones. Y Dios está informado de lo que hacéis.”

De acuerdo con este versículo, repartir bienes de forma abierta y pública es una acción bondadosa que será recompensada en el Más Allá, en el Día de la Resurrección.

“La beneficencia es la que señala y conduce hacia el Paraíso. En cuanto a quien sea caritativo, Dios será caritativo con él”, dijo el imam Sadiq (la paz sea con él).

Sin embargo, el noble hábito de dar caridad en secreto, sin ser reconocido, es una acción quizás más sublime porque de esa manera hermanamos nuestra alma con la de los más necesitados. Así la obra piadosa no se verá contaminada por el ego, no habrá un rostro ni un nombre al que se le atribuya la bondad realizada.

Actuar de manera oculta para hacer el bien estrecha aún más nuestro vínculo con Dios. Por ello, y de acuerdo con las narraciones, era un hábito de los imames dar sus dádivas con total disimulo. Cada uno de ellos se hizo responsable de numerosos pobres, mendigos y huérfanos, pero estos ignoraban por completo la identidad de su benefactor.

Sobre el imam Sayyad (la paz sea con él) se narró que daba abundante caridad en secreto y que su cuerpo estaba muy maltratado por el pesado saco donde llevaba la comida que distribuía a los pobres. Al fallecer, durante el baño ritual, se apreciaron en sus hombros heridas y callosidades parecidas a las que tienen los camellos como consecuencia de las abrumadoras cargas. Cuando le preguntaron a su familia: “¿Qué son esas marcas?”, dijeron: “Es por cargar los alimentos que por la noche llevaba a las casas de los pobres”.

A pesar de semejante sacrificio y del bienestar causado a tanta gente necesitada, el imam nunca hizo alarde de ello, ni recibió elogio o recompensa por su caridad y benevolencia. Sólo anhelaba complacer y aproximarse a Dios, observando y cumpliendo el Sagrado Corán (Sura 2, La vaca, aleya 262):

“Quienes gastan sus riquezas en la senda de Dios sin, a continuación, hacer alarde de lo que han gastado ni ofender, tendrán su recompensa junto a su Señor y no tendrán temor ni estarán tristes.”

Hemos llegado al final de este episodio. Nos despedimos de ti con profundo afecto y respeto, seguros de que cada día compartirás con nosotros estas enseñanzas que abrirán tu corazón y tu pensamiento. ¡Hasta mañana!