Dahhāk ibnʿAbdAllāh al-Mashriqi cuenta así su historia:
A mitad del camino, Malik ibn An-Nadr y yo nos unimos al imam Husein (la paz sea con él), cuando este salía de La Meca hacia Irak. Lo saludamos y luego nos sentamos. Este honorable respondió a nuestro saludo, nos dio la bienvenida y luego preguntó para qué habíamos ido hasta allí. Dijimos: “¡Venimos a visitarte y pedir a Dios por tu salud y bienestar, queríamos volver a verte y contarte de las novedades de la gente de Kufa, y decirte que la gente está unida para pelear en tu contra; así pues, reflexiona en tu decisión!”
El imam Husein (la paz sea con él) dijo: «¡Dios nos basta! ¡Él es el mejor protector!»
Nos pusimos de pie, suplicamos por él y finalmente nos despedimos. El honorable Imam preguntó: “¿Por qué causa no me ayudan?” Malik ibn An-Nadr explicó: “¡Yo… tengo deudas, mujer e hijos!” Dije: “Yo también estoy endeudado, tengo esposa e hijos, pero estoy listo para luchar junto a ti en contra de tus enemigos, siempre y cuando te beneficie. Pero si ya no tuvieras quién te ayude en la batalla, entonces te pediré que anules nuestro pacto y permitas continuar mi propio camino!” Este honorable dijo: “Así será, anularé el pacto contigo”.
Dahhāk relata: “Acompañé a este honorable hasta Karbala y, la noche de Ashura, cuando se acercó el momento, el Imam (la paz sea con él) reunió a sus compañeros y partidarios y dijo:
“A Dios Todopoderoso lo alabo con las mejores alabanzas y le agradezco, tanto en los momentos difíciles como en los momentos de dicha. Dios mío, te agradezco el habernos honrado con la profecía del Profeta, el habernos enseñado el Corán y habernos hecho sabios en la religión. Tú nos has dado oídos que escuchan, ojos que ven y corazones conscientes, y no nos hiciste politeístas. Además, no encuentro ayudantes más fieles y mejores que mis ayudantes, así como nunca he visto una familia mejor y más amable que la mía; que Dios los recompense bien de mi parte. Sepan que estoy bien informado de lo que nos sucederá mañana con estos enemigos. Ahora les permito a todos ustedes que se vayan; así que todos son libres de irse, he anulado nuestro pacto y no tienen ninguna obligación hacia mí. La noche ha cubierto todo lugar, entonces aprovechen de esta oscuridad y cualquiera de ustedes que tenga fuerza, tome la mano de un hombre de mi familia y dispérsense en esta oscuridad y diríjanse hacia donde quieran. Esta gente me busca a mí y si me atrapan no tendrá nada que ver con ustedes” [Su objetivo era no obligar a nadie a seguirle hacia el inevitable martirio, así que todo aquel que decidiera marcharse podía hacerlo libremente y además contaba con protección para ello. Por esta razón despidió a la gente en diversas ocasiones y con diferentes pretextos].
En esos momentos los hermanos, hijos y sobrinos de este honorable, así como los hijos de ‘AbdAl.lah ibn Ya’far (primo paterno del imam Husein, la paz sea con él) dijeron: “¿Por qué hacer esto, para quedar vivos después de ti? ¡Dios nunca nos deje ver ese día!”
El primero que dijo estas palabras fue ‘Abbas ibn ‘Ali (la paz sea con él) y los demás también lo imitaron y repitieron lo mismo. Entonces el imam Husein (la paz sea con él) exclamó: “¡Oh, hijo de ‘Aqil, la muerte de Muslim es suficiente para ustedes ¡Partid que os he dado permiso!” Dijeron: “¿Qué dirá la gente? Va a decir que abandonamos a nuestro señor y maestro, y a los hijos de nuestro mejor tío, que no disparamos ni siquiera una flecha ni aventamos siquiera una lanza, ni tampoco dimos un sablazo y que no saben qué hicimos para ayudarlo. No, por Dios, no podemos hacer esto. Ofrecemos nuestras vidas, nuestras riquezas y nuestras familias y pelearemos junto a ti, para que lo que te suceda nos suceda a nosotros; ya que la vida después de ti será una desgracia”.
Muslim ibn Awsaya se levantó y dijo: “Si te abandonamos ¿qué excusa podemos presentar ante Dios? ¡Juro por Dios que lucharé contra los enemigos que pretenden matar al Ahlul-Bayt del Profeta, de tal forma que mi lanza se romperá en sus pechos; y mientras tenga la espada empuñada les pegaré y, si carezco de arma para pelear, los apedrearé para defenderte; pero nunca te abandonaré hasta morir contigo!”
Después de esto, Sa’id ibn ‘AbdAl.lah al-Hanafi se levantó y dijo: “No, por el Dios del hijo del Profeta, nunca te abandonaremos para que Dios sepa que en la ausencia del Profeta te protegimos a ti (que eres su hijo); y si supiese que seré matado en tu sendero, luego revivido y quemado y que mis cenizas serán esparcidas en el aire y repitan esto setenta veces, no me apartaré de ti hasta que sea matado a tu lado. ¿Por qué no hacer esto si la muerte solamente es una y después de esta habrá un honor eterno?”
Zuhayr ibn Al-Qayn poniéndose de pie dijo: “¡Juro por Dios, me gustaría ser matado mil veces y luego revivido, pero que a cambio Dios quitara de ti y tu familia el ser asesinados!”
Todos los compañeros del imam Husein (la paz sea con él) que hablaron sobre el mismo asunto dijeron: “juramos por Dios que no te abandonaremos y sacrificaremos nuestras vidas por ti, y nuestras manos, cara y cuello los colocaremos como escudo para ti, así que si nos matan en tu camino, seremos fieles al trato que hemos hecho con nuestro Señor y habremos cumplido con nuestro deber”.
Cuando los compañeros cercanos declararon su lealtad y se negaron a irse, el imam dijo: “Mañana todos ustedes serán matados y ninguno quedará con vida”. Expresaron: “¡Gracias a Dios por darnos el honor de alcanzar el martirio contigo”. Luego el Imam suplicó por ellos. Esa noche, Qasim, hijo del imam Hasan Muytaba (la paz sea con él), quien era solo un joven de trece años, preguntó a su tío: “¡¿Acaso yo también moriré?!” El imam Husein le preguntó: “¿Cómo crees que es la muerte?” Contestó: "Más dulce que la miel". El Imam dijo: "Sí, tu tío ofrece su vida por ti, también serás uno de los muertos después de tantos problemas y de la gran prueba".
Entonces Dahhāk continúa relatando: “Cuando la gran mayoría de los compañeros del imam Husein (la paz sea con él) había alcanzado el martirio y tan solo quedaban dos o tres de los más cercanos, y le llegaba su turno a él y a su familia, dije a este honorable: “¡Oh, hijo del Mensajero de Dios, no olvides el trato que pactamos, recuerda que lucharía a tu lado mientras tuvieras quien te ayude y acompañe, y si no quedaba nadie más el pacto quedaría anulado”! El Imam dijo: “Cierto, pero ¿cómo vas a salvarte de esta situación? ¡Si quieres vete que he anulado el pacto!”
Apenas quedé eximido del pacto, me dirigí hacia donde estaba mi caballo; lo había dejado escondido dentro de una de las carpas, porque el enemigo mataba incluso a las monturas de los compañeros del Imam, así que lo oculté dentro de esa carpa y combatía a pie. Maté a algunos de los enemigos del imam Husein en ese día de Ashura y en varias ocasiones me dijo: “¡Que Dios te ayude! ¡Que Dios te conceda una buena recompensa de la familia de su Profeta!”
Finalmente, pude huir del campo de batalla en mi cabalgadura, pero por el resto de mi vida este arrepentimiento permaneció en mi corazón y no dejé de preguntarme ¿Por qué, al igual que los demás fieles compañeros cercanos, no defendí al Imam hasta la última gota de mi sangre y no alcancé la gran felicidad del martirio al lado de este honorable?