En el nombre sea de Dios
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Escuchemos el cuento de esta semana
Elías, el profeta de la montaña
Se relata que luego de fallecer el profeta Moisés, Josué Ibn Nun quedó como albacea o sucesor de este honorable e inmaculado enviado de Dios. Un tiempo después, Josué dirigió a los Hijos de Israel a una región de Sham (Siria actual) y dividió estas tierras entre las doce tribus que conformaban aquel pueblo. Una de esas tribus fue enviada a la región de Baalbak, a la cual pertenecía Elías.
En esa época regía un rey que adoraba a un ídolo de nombre “Baal” y dedicaba todos sus esfuerzos en desviar a la gente del camino de Dios mediante la práctica de esa idolatría. Su esposa era una mujer corrupta y, cada vez que el rey se encontraba ausente por alguna causa, tomaba en sus manos el mando y gobernaba entre la gente. Esta mujer tenía un escriba quien registraba sus cartas y todo lo que ella ordenaba. Este hombre era un devoto, pero las circunstancias lo obligaban a ocultar su fe. No obstante, la credibilidad e influencia que tenía en la corte del rey le permitió salvar la vida de trescientos creyentes, sin que ello afectara su estabilidad en el palacio.
El rey idólatra tenía un vecino muy piadoso perteneciente a los Hijos de Israel. Este hombre era dueño de una huerta cercana al palacio real y administraba su vida con las ganancias que obtenía de los frutos cosechados en esa huerta. El rey lo apreciaba y mantenía con él buenas relaciones.
En una oportunidad, la esposa del rey, aprovechando que este había viajado a atender unos asuntos importantes, ordenó que asesinaran despiadadamente al hombre devoto. Además, la mujer e hijos del buen hortelano fueron despojados a la fuerza de su casa y tierras, lo que provocó la Ira de Dios. Cuando el rey regresó, su mujer, con total descaro, le informó sobre lo que había hecho. El rey le reprochó fuertemente el grave mal que ella había causado.
Después de este incidente, Dios Todopoderoso envió a Elías como su profeta, con el fin de guiar al rey, a su esposa y a todo su pueblo hacia la adoración divina. Pero los idólatras de esa región lo negaron y rechazaron con violencia. El profeta Elías padeció insultos y amenazas de muerte. Sin embargo, fue paciente y toleró todos aquellos perjuicios y molestias. Nunca dejó de invitarlos a que aceptaran a Dios Único y Creador; pero mientras más los invitaba y más los aconsejaba, estos se mostraban cada vez más rebeldes y transgresores. Fue tal el grado de corrupción y desobediencia por parte del rey y su esposa asesina, que Dios le hizo saber a Elías que estaba dispuesto a quitarles la vida si no se arrepentían.
Elías les hizo saber este mensaje divino, pero su odio hacia el profeta se incrementó. Quisieron atormentarlo y matarlo, así que Elías huyó. Encontró refugió en la montaña más escabrosa y permaneció allí durante siete años. Dios, durante todo ese tiempo, ocultó estos parajes a los ojos de los demás. Elías logró sobrevivir alimentándose de las plantas que daba la tierra y de los frutos de los árboles.
Un día, el hijo del rey se vio contagiado de una enfermedad maligna que invadió rápidamente todo su cuerpo. Sus padres y los curanderos habían perdido las esperanzas. Se trataba del hijo más querido del rey, su preferido. Luego de agotar todos los recursos, acudieron a los oradores de ídolos para que intercedieran ante Baal y este salvara la vida del joven. Nada pasó, todo fue en vano.
Él desesperó y la impotencia ante la inminente muerte de su hijo, lo obligó a doblegar su orgullo. Así que envió a un grupo de personas a buscar a Elías en las faldas de la montaña donde suponían que se encontraba. Apostados allí durante días, gritaron y clamaron sin parar para que el profeta bajara y suplicara por el moribundo hijo del rey.
El Profeta Elías escuchó sus ruegos y bajó de la montaña. Se presentó ante ellos y les dijo: «Dios Todopoderoso me envió a ustedes, al rey y a la gente de la ciudad; escuchen, pues, el mensaje de su Señor. Dios Todopoderoso dijo: “Regresen junto al rey y díganle que Yo Soy Dios, que no hay otro dios aparte de Mí. Yo Soy el Dios de los Hijos de Israel, Yo fui quien lo creó y Soy Quien le da el sustento, Quien lo hará morir y hará revivir, y en mis manos están sus beneficios y daños; en cambio, ¿insiste en pedir la curación de su hijo a otro aparte de Mi?”».
Los enviados regresaron al palacio y le contaron al rey lo sucedido. El rey, soberbio e incrédulo, se enojó y con gran irá dijo: “¡Apresen a Elías, amárrenlo y tráiganlo que es mi enemigo!”
Dijeron: “Cuando lo vimos estábamos tan asustados que no tuvimos el coraje de atraparlo”. Entonces el rey llamó a cincuenta de los hombres más fuertes y valientes de su ejército y les dijo: “¡Vayan a buscarlo! Pero para ello deben engañarlo. Finjan que tienen fe en él, de esta manera llamarán su atención y se acercará a ustedes. Cuando lo tengan a su alcance ¡aprésenlo y tráiganlo ante mí!”
Los cincuenta hombres subieron a la montaña y se dispersaron en busca de Elías, gritaban: “¡Oh, profeta de Dios, preséntate ante nosotros porque creemos en ti!”. En esos momentos Elías se encontraba en la llanura y, al escuchar la voz de estos hombres, sintió una esperanza en su corazón. Pensó que tal vez la fe de esos hombres era sincera, sin embargo, alzó sus manos hacia el cielo y suplicó: “¡Dios! Si dicen la verdad entonces permíteme que vaya hacia ellos y si mienten aparta de mí su maldad y envía un fuego que los queme”.
Elías no había terminado su ruego cuando un fuego voraz descendió con gran rapidez y estrépito. En poco tiempo, los cincuenta soldados fueron reducidos a un montículo de cenizas que el viento disipó.
La noticia encolerizó aún más al rey. De modo que urdió otro plan. Ordenó que el escriba creyente y asistente de su esposa se presentara ante él. Lo hizo acompañar de otros y le dijo: “Ha llegado el momento de que tengamos fe en Elías y arrepentirnos. Ve y tráelo para que nos ordene y prohíba aquello que place o disgusta a nuestro Señor”. Y para ser más convincente, ordenó a su tribu que dejara de adorar a Baal.
El escriba partió hacia la montaña acompañado por una multitud, subió hasta lo más alto, donde se encontraba el profeta, y lo llamó. Elías reconoció inmediatamente su voz. En ese momento, Dios Todopoderoso envió una revelación a Elías: “Ve hacia tu hermano digno, salúdalo y dense la mano”. Así que se acercó al escriba creyente y este le relató lo sucedido con el rey: “Temo que el rey me mate si no te llevo conmigo”, le dijo.
Dios Todopoderoso reveló otro mensaje a Elías diciendo: “El recado que te envió el rey es mentira, se trata de una trampa para matarte; di a ese creyente que no tema, ya que le quitaré la vida al hijo del rey para distraerlo y se vea ocupado en el entierro, así podrá salvarse de él”.
El escriba regresó al palacio, seguido de sus acompañantes. Vio cómo el dolor y la enfermedad del hijo del rey se habían agravado y la muerte le estaba arrebatando su último aliento. Tal y como había revelado Dios, esta situación provocó que el rey no fijara su atención en el escriba y este logró salvarse de un fatal castigo. Cuando los dolores y lamentos del rey se calmaron, preguntó al escriba acerca de Elías. Le dijo: “¡No lo encontré!”.
Al cabo de un tiempo, Elías bajó de la montaña y se dirigió a casa de la madre de Jonás (que más tarde sería elegido profeta). Durante un año se escondió ahí y estuvo presente en el nacimiento de Jonás. El profeta se marchó nuevamente a la montaña. A los pocos días de su partida, el niño murió.
La madre de Jonás, atribulada por aquella desgracia y consumida por la impaciencia, se fue al encuentro de Elías, subió la montaña y lo buscó por todas partes hasta que lo encontró. Le contó de la repentina y prematura muerte de su hijo, le dijo: “Dios me inspiró que viniera y te pidiera que intercedieras para que reviva a mi hijo, yo no lo he sepultado aún, lo he dejado solo y he venido a buscarte, a nadie he dicho de su muerte”.
Elías preguntó: “¿Hace cuantos días murió tu hijo?” La mujer dijo: “Siete”. Entonces Elías, después de siete días, llegó a casa de la madre de Jonás y comenzó a orar. Rogó tanto y con tal fervor que Dios Todopoderoso, con su Poder, revivió al niño. Luego Elías regresó a la montaña.
Habían transcurrido siete años desde que Elías se refugió en la montaña, cuando Dios Todopoderoso hizo descender una revelación diciendo: “Pídeme lo que desees y te lo otorgaré”. Elías sin titubear pidió lo siguiente: “Quiero que me hagas morir y me unas con mis padres, estoy cansado de los Hijos de Israel y los considero enemigos por ti”.
Dios Todopoderoso le envió otra revelación diciendo: “¡Oh, Elías! Este no es el momento de que abandones la Tierra y a la gente que habita en esta, hoy la firmeza y estabilidad de la Tierra son por ti, en todos los tiempos debe haber sobre la Tierra un representante mío; pero cualquier otro deseo que tengas dilo y te lo cumpliré”.
Elías dijo: “Entonces véngate de aquellos que se han enemistado conmigo por ti y prívalos de la lluvia durante siete años, o menos si yo te lo pidiera”. Y así fue. La hambruna hizo presión entre los Hijos de Israel y muchos murieron. A nadie le quedaba duda de que aquella terrible sequía era a causa de la maldición de Elías. De modo que se dirigieron a este honorable enviado de Dios y le rogaron: “Te obedecemos, ordena lo que quieras y lo realizaremos”.
Entonces Elías bajó de la montaña, acompañado de “Eliseo”, su discípulo. Fue ante el rey y este le dijo al profeta: “¡Destruiste a Israel con esta hambruna!” Elías le respondió: “Quien los engañó es el responsable de su muerte”. El rey replicó: “Entonces suplica para que llueva sobre ellos”.
Al anochecer, Elías suplicó e imploró a Dios para que dejara caer la lluvia. Pidió a Eliseo que observara con atención el cielo en busca de alguna señal. Eliseo dijo: “Veo una nube que asciende”. Elías, entusiasmado le dijo: “¡Buena nueva para ti!, la lluvia viene; informa a la gente que protejan sus pertenencias para que no se inunden”. Aquel mismo día llovió copiosamente sobre los campos. Poco a poco fueron reverdeciendo y creciendo las plantas y los árboles.
Elías permaneció entre aquella gente por un tiempo, hasta que sus días volvieron a la normalidad y pudieron superar la terrible hambruna. Apenas habían alcanzado el consuelo cuando nuevamente se rebelaron y corrompieron. Al igual que antes, negaron a Elías y desobedecieron sus órdenes. En respuesta, Dios Todopoderoso hizo que repentinamente fueran asediados y derrotados por un poderoso ejército enemigo, también le quitó la vida al rey y a su corrupta esposa. Arrojó sus cuerpos en aquel huerto que antes era cultivado afanosamente por el buen hombre que aquella nefasta mujer había matado.
Por su parte, Elías nombró a Eliseo como su sucesor. Dios otorgó a Elías alas y ropas luminosas e hizo que ascendiera hacia los Cielos, desde donde aventó su capa para Eliseo. Desde ese momento Eliseo fue el profeta que se dedicó a guiar a los Hijos de Israel.
وَإِنَّ إِلْيَاسَ لَمِنَ الْمُرْسَلِينَ ۞ إِذْ قَالَ لِقَوْمِهِ أَلَا تَتَّقُونَ ۞ أَتَدْعُونَ بَعْلًا وَتَذَرُونَ أَحْسَنَ الْخَالِقِينَ ۞ اللَّهَ رَبَّكُمْ وَرَبَّ آَبَائِكُمُ الْأَوَّلِينَ ۞ فَكَذَّبُوهُ فَإِنَّهُمْ لَمُحْضَرُونَ ۞ إِلَّا عِبَادَ اللَّهِ الْمُخْلَصِينَ ۞ وَتَرَكْنَا عَلَيْهِ فِي الْآَخِرِينَ
“Y, en verdad, Elías era de los Mensajeros. * [Recuerda] Cuando dijo a su pueblo: «¿Es que no seréis temerosos de Dios? * ¿Invocáis a Baal y abandonáis al mejor de los creadores: * Dios, vuestro Señor y el Señor de vuestros primeros padres?» * Pero le desmintieron y, en verdad, se les hará comparecer. *Excepto a los siervos puros de Dios. * Y dejamos de él un buen nombre para la posteridad”.
El Corán (37:123-129)