En el nombre de Dios, hola a todos. En este curso, vamos a hablar sobre el peligro de la negligencia. La negligencia ocurre de forma muy sencilla y casi sin darnos cuenta. Para entender mejor los temas que tratamos en este curso, es importante escuchar todos los episodios en orden.
En el episodio anterior, expliqué cómo la negligencia puede impedirnos compartir lo que tenemos. Por ejemplo, mientras pensemos que somos dueños de lo que poseemos, nos costará mucho dar. Si creo que mi vida me pertenece, quizá no esté dispuesto a esforzarme por causas importantes. Si pienso que mi riqueza, mis talentos o mis bienes son exclusivamente míos, los guardaré con recelo y no querré compartirlos ni ayudar a los demás.
Pero si una persona comprende que nada de esto le pertenece realmente, que todo es de Dios y que solo somos cuidadores temporales, entonces cambia su actitud. Todo lo que tenemos es una prueba para ver cómo actuamos frente a las bendiciones que se nos han dado. Con esta conciencia, es mucho más fácil y gratificante ayudar a los demás.
Un verdadero cuidador siente una responsabilidad constante, porque sabe que debe devolver lo que se le ha confiado. Por eso, busca cumplir con esta tarea lo antes posible, para sentirse más ligero y en paz.
La Generosidad Sorprendente de Amir al-Muminin (La Paz Sea con Él)
Los 14 infalibles son los seres humanos más completos de la creación y los mejores ejemplos a seguir para nosotros. Por eso, en este curso quiero compartir historias auténticas y confiables sobre ellos, relacionadas con nuestro tema, para que podamos aprender de su grandeza.
Un día, Amir al-Muminin (la paz sea con él) llegó a casa y vio que Fátima Zahra (la paz sea con ella) temblaba de hambre. Nosotros, que somos chiitas y amamos profundamente a Fátima Zahra, esa figura tan grandiosa, sentimos un profundo dolor al escuchar esto. Imaginar que la hija del Profeta (la paz sea con él y su familia) temblaba de hambre es desgarrador. Ahora, pensemos cuánto debió dolerle a Amir al-Muminin, quien amaba profundamente a su esposa, ver a Fátima en esa condición.
Es probable que Amir al-Muminin estuviera ocupado trabajando o en la batalla, lo que explica por qué no siempre estaba en casa. Pero imaginen lo difícil que debió ser para él, como esposo, ver algo así, especialmente considerando que su esposa era Fátima, la señora de las mujeres del mundo.
En ese momento, Amir al-Muminin salió de casa. Según diferentes narraciones, vendió su espada o su armadura o su escudo. Mientras regresaba con el dinero, se encontró con Abu Dharr, cuyo rostro reflejaba un hambre profunda.
Es importante entender algo: Amir al-Muminin no amaba a Abu Dharr más que a Fátima Zahra. Pero él no se veía a sí mismo como el dueño de lo que tenía. Pensaba: “Este hombre está sufriendo hambre ahora y ha venido a pedirme ayuda. Dios es el proveedor”. Así que le dio todo el dinero a Abu Dharr.
Ahora imaginen cómo fue para el Imam regresar a casa después de esto. Había vendido lo único que tenía para comprar comida para Fátima, pero en el camino se encontró con alguien necesitado y lo dio todo.
La fe de Amir al-Muminin era firme: sabía que Dios es el proveedor. Su deber era cumplir con su responsabilidad, no preocuparse por el resultado. Si un hombre no tiene ingresos abundantes, debe esforzarse trabajando, pero siempre con la confianza de que Dios es quien provee.
Hay personas que trabajan ocho horas y ganan mil dólares, mientras que otras trabajan el mismo tiempo y apenas ganan cien. Todo depende de Dios. Incluso aquellos que piensan: “Tengo éxito porque soy inteligente”, deben recordar que esa inteligencia tampoco es suya.
El primer paso hacia la negligencia es pensar que somos dueños de lo que tenemos. Todo lo que poseemos es un regalo y una prueba de Dios para ver cómo actuamos en diferentes situaciones.
Amir al-Muminin (la paz sea con él) regresó a casa sin nada para aliviar el hambre de Fátima. Sin embargo, al llegar, encontró que desde el paraíso habían traído comida para ella. En verdad, Dios es el proveedor.
La generosidad y la nobleza del Profeta y de Ahlul Bait siempre fueron parte de su esencia. Hay muchas historias auténticas sobre la generosidad del Profeta, el Imam Ali, Fátima Zahra, el Imam Hasan y el Imam Husain. Por eso, incluso en el Corán se han revelado versículos que destacan estas virtudes.
Es impresionante pensar que una acción humana pueda agradar tanto a Dios que inspire la revelación de un versículo en el Corán, como este:
وَيُؤْثِرُونَ عَلَىٰ أَنفُسِهِمْ وَلَوْ كَانَ بِهِمْ خَصَاصَةٌ
"Y prefieren a los demás antes que a sí mismos, aunque ellos mismos estén en una extrema necesidad" (Corán 59:9).
La necesidad de Amir al-Muminin en ese momento era mayor que la de cualquiera, porque tener a su esposa hambrienta en casa era una situación muy difícil para él. Y no era cualquier esposa, era Fátima Zahra, la señora de las mujeres del mundo. Aun así, Amir al-Muminin decidió dar lo que tenía, porque sabía que Dios es el proveedor y que él no era el dueño de nada. Si Dios quiere, Él mismo proveerá lo necesario.
La verdad es que, si hubiera personas que intentaran, aunque sea un poco, comportarse como Ahlul Bait, no sería necesario promover el Islam con palabras. En cada barrio, la gente se acercaría a la religión al ver estas acciones, porque dirían: “Esta persona cree en algo que lo lleva a comportarse así, y eso es admirable”. La mejor forma de transmitir el mensaje del Islam es seguir el ejemplo práctico de los infalibles y adoptar su estilo de vida.
Ya hablé de este tema en el episodio anterior, pero lo menciono nuevamente para enfatizarlo. La generosidad tiene grandes bendiciones tanto en esta vida como en la eterna. Por eso, ayuda todo lo que puedas a tus amigos, familiares y a quienes lo necesiten.
Que Dios nos despierte y nos guíe hacia este camino.