En el nombre de Dios, hola.
Una vez más les saludo, dándoles la más cordial bienvenida al cuento de esta semana, el cual da seguimiento a la historia de la semana pasada que hablaba de Salman Al Farsi, así que sin más preámbulo vamos a oír juntos este cuento que hemos preparados especialmente para todos ustedes.
El Islam de Salman - Parte 2
En la primera parte de este relato, llegamos hasta donde Salman, en su camino hacia Dios y con tal de encontrarse con su amado, el mismo Profeta Muhammad (BPD) (cosa que llevaba buscando desde hacía varios años), él se ofreció a viajar con unos expedicionarios árabes de la tribu de Quraish, sabiendo el que su destino sería no más que la misma ciudad de Meca, hasta llegar a la casa del Profeta de Dios.
Siguiendo con el relato, en esta segunda parte, Salman cuenta que uno de los viajantes, pidió a los demás ponerle a prueba, pero no si no hasta que ellos se juntasen a tomar vino, para ver cuál sería su reacción, ante lo cual llegado el momento en que el grupo se dispuso a tomar, lo primero que hicieron fue ofrecerle bebida, sin embargo su rechazo fue de inmediato, aclarándoles que él era una persona religiosa y les explicó que los religiosos no beben alcohol.
Es entonces cuando tal, como cuenta Salman, de inmediato estos forajidos, le ataron y tomaron la decisión entre ellos de matarle.
Así que Salman les dijo:
“¡Compañeros! No me golpeen ni me maten, en lugar de ello tómenme como su esclavo y así podrán sacar provecho con mi venta.”
Es así como estos despiadados aceptaron la oferta y le vendieron a un judío por trescientos dírhams, es así como este hombre judío, que recién le había comprado, le preguntó a Salman sobre su pasado, su vida e historia, a lo cual este aprovechó para contar todo sobre él y de cómo había llegado hasta ahí.
Y le dijo:
“No he cometido pecado alguno, sin embargo lo que me trajo hasta acá ha sido solo mi amor al profeta Muhammad y su Heredero, ese amor ha sido mi única motivación para hacer lo imposible con tal de llegar hasta ellos!
A lo que este hombre Judío le dijo:
“¡Te odio y también odio a Muhammad!”
Seguido a ello con todo el asombro, me echó de su casa, y de repente vi que el frente de su casa estaba lleno de grava.
El judío regresó y me dijo:
“¡Ruzbeh! ¡Juro por Dios que te mataré si al amanecer no has llevado todas estas piedras a otro lugar!”
Así toda la noche, Salman cargó las piedras, pero llegó un momento en el que el cansancio ganó la partida y en cuanto empezó a sentirse enfermo y con el corazón afligido, extendió sus manos al cielo y dijo:
“¡Oh Señor mío! Hiciste de Muhammad y su Heredero mis amados; entonces, libérame de mis sufrimientos y sálvame de mis dificultades, por el puesto elevado de Muhammad ante ti.”
Es así como después de esta oración, Dios envió un viento que quitó las piedras y las colocó donde el judío en ese lugar que el mismo había determinado.
Cuando amaneció, el hombre que había comprado a Salman, vio que todas las piedras fueron colocadas en ese lugar que él mismo había dicho.
Entonces dijo:
“¡Oh Ruzbeh! ¡Sin lugar a duda eres un brujo! Y yo no sé cómo puedo enfrentar tu magia y hechizos, es por esta razón que voy a sacarte de este pueblo, porque no quiero ser destruido por ti.”
Dicho esto, sacó a Salman de su casa y luego lo vendió a una mujer de la tribu de Solam, la cual fue muy amable y bondadosa.
Ella era poseedora de un jardín y siempre le decía a Salman:
“Este jardín es tuyo y puedes comer todo lo que quieras sin preocuparte, estas libre de regalar sus frutos o dar limosnas.”
Salman cuenta que gracias a ello, se quedó en ese jardín por mucho tiempo, cuidando de él, hasta que un día estando ahí, de repente vio que siete hombres iban en dirección al jardín pero fueron eclipsados por una pequeña nube que les protegía del Sol! En ese momento se dijo a sí mismo:
¡Juro por Dios que no todos son profetas, pero el profeta debe estar entre ellos!
Así que ellos vinieron hasta donde él y entraron al jardín, siendo que aún la nube les seguía cubriendo sus cabezas; los visitantes no eran ni más ni menos que el Bendito Profeta Muhammad (BPD) el Príncipe de los Creyentes Ali (P), Abu Dhar y Meqdad, el hermano del Imam Ali, Aquil Ibn Abi Taleb, el tío del Profeta, Hamzah Ibn Abdul Mutaleb y el hijo adoptivo del Mensajero de Dios, Zaid Ibn Haresah.
Una vez entraron en el jardín, comenzaron a comer de sus frutos, en especial los dátiles, y en eso el Profeta del Islam, le encomendó a sus acompañantes de comer solo los frutos marchitos, para no desperdiciar los dátiles buenos del jardín.
Cuando Salman vio eso, fue donde su amo y le dijo:
“¡Mi señora! Puede por favor darme una bandeja con dátiles frescos.”
Y ella respondió:
“Toma seis bandejas.”
Entonces, Salman regresó rápidamente donde ellos y les dio las seis bandejas con dátiles a ellos y se dijo a sí mismo:
“En verdad hay un Profeta entre ellos, razón por la que no comerá de la limosna, pero si aceptará un regalo.”
Con esas ideas en mente, tomó un plato de dátiles para ellos y lo puso delante del mensajero de Dios y le dijo:
“Esto es una limosna.”
A lo que el mensajero de Dios dijo:
“¡Comed!”
Pero él mismo e Imam Ali –quien era su primo- y Aquil Ibn Abi Taleb –el hermano de Imam Ali- y Hamzah Ibn Abu Mutalib –que era el tío del Mensajero de Dios y el tío de Imam Ali- no lo tocaron.
Salman cuenta que incluso vio que Profeta, le decía a Zaid que comiera, pero él mismo no comió nada de eso.
Es así como Salman se dijo a sí mismo que esta era una señal, puesto que él sabía, según sus conocimientos anteriores, que acuerdo con la orden divina el consumo de limosna para los descendentes de Hashim, quien era el tatarabuelo del profeta estaba prohibido.
Muhammad, Ali, Hamza y Aquil todos eran de sus descendientes. Así que no comieron de la bandeja de limosna.
Así nuevamente Salman fue donde su amo y le dijo:
“¡Mi señora! Por favor deme otra bandeja de dátiles.”
Y dado que le tenía mucho cariño le respondió:
“Te doy seis bandejas más.”
Luego, tomé un plato de dátiles y lo puse delante de mensajero de Dios y le dije:
“Esto es un regalo.”
Esta vez, él extendió su mano y dijo: “En el nombre de Dios” y después comió algunos dátiles, seguido a esta los demás extendieron sus manos y comieron de esta nueva bandeja.
Salman se dijo a si mismo que esta era otra señal y cuenta que:
“Cuando vi esto, traté de encontrar más señales. Yo sabía que entre los hombros de último profeta de Dios, habría otra señal como un sello divino, así que cuando tuvo oportunidad de mirar detrás del profeta, este (Salman) estaba contemplando a su nuca con atención, buscando esta señal en su espalda, pero dado que estaba cubierta por su camisa no podía ver lo que buscaba.
De repente, el Profeta me miró y dijo:
¡Ruzbeh! ¿Estás buscando el sello de la profecía?
Y respondí que sí.
Entonces, se descubrió los hombros y por último, vi que el sello de la profecía estaba grabado entre sus hombros.
En ese momento, me tiré al suelo y comencé a besar los pies del Profeta.
Luego me dijo:
¡Ruzbeh! Ve a donde esa mujer y dile que Muhammad el hijo de Abd Allah te dice: ¿Me venderás este esclavo?
Así que fui a donde la mujer y le dije:
“Muhammad hijo de Abd Allah te dice: ¿Me venderías a este esclavo?
Y ella respondió:
“Dile que no te venderé sino por cuatrocientas palmeras, siendo que doscientas de ellas den frutos amarillos y las otras doscientas tengan frutos rojos.”
Inmediatamente volví a donde el profeta y le informé del caso; y éste, en respuesta a esto, dijo:
“¡menuda petición tan insignificante!”
Y después dijo:
“¡Ali! Levántate y recoge todas estas semillas de dátiles”
Así que Amir Al Muminin recogió todas las semillas de dátiles y después las plantó en el suelo.
Y luego, el Profeta dijo: “¡Riégalas!”.
En eso el Imam Ali regó las semillas, y por milagro, apenas había terminado de regar la última semilla, las primeras ya habían crecido y se habían convertido en grandes palmeras, cuyas ramas se entrelazaban una con las otras.
Después, el profeta me dijo:
“Ve rápido a donde esa mujer y dile que Muhammad Ibn Abd Allah te dice: ¡ven y recibe tu deseo! Y a cambio danos lo que deseamos.
Yo fui a la mujer y le dije eso, pero ella salió de la casa y miró esas palmeras y dijo:
“¡Juro por Dios que yo no Te le entrego a él, a menos que me des cuatrocientas palmeras de dátiles amarillas!”
En este momento, Gabriel descendió del cielo y puso sus alas en las palmeras y entonces los frutos de todas esas palmeras se volvieron amarillos.
Y luego, el profeta me dijo:
“Dile a la mujer que Muhammad te dice: ¡recibe tu deseo! y danos lo que deseamos."
Le transmití el mensaje del Profeta a esa mujer pagana y ella que ya estaba muy enojada respondió:
“Juro por Dios que una de esas palmeras para mí es más querida que Muhammad y tú juntos, así que vete.”
En estas alturas le respondí:
“Juro por Dios que un día estando en compañía de Muhammad para mí es más querida que tú y todos lo que tienes”
Es así como luego, el acudió a donde el Profeta Muhammad (BPD) de la forma más pronta posible, mientras sus lágrimas se desbordaban de sus ojos por tanta alegría, Salman describe que las lágrimas caían de sus ojos como si fueran dos manantiales.
Después de muchos años al fin habían terminado mis dolores, a causa de la ausencia de mi amado, el profeta de Dios. Ya estaba con él. Era su esclavo y esta esclavitud para mí, valía más que ser el rey absoluto de todo el mundo.
Sin embargo el Mensajero de Dios me liberó y cambió mi nombre a Salman.