UNA HISTORIA, UNA LECCIÓN
Un día, el honorable Profeta (la paz y las bendiciones de Dios sean con él y su bendita familia) pasaba por un desierto cerca de Medina, iba acompañado por uno de sus fieles compañeros. Allí vio que una anciana intentaba sacar agua del pozo, pero no podía. El Profeta se le acercó y le preguntó: “¿Me permite que yo saque el agua por usted?” La anciana, que no había reconocido a este honorable, dijo: “¡Oh, siervo de Dios!, si lo haces lo habrás hecho para ti mismo y recibirás la recompensa de tu acto”. El Profeta aventó el cubo al pozo, sacó agua y luego de llenar el odre lo colocó sobre sus hombros y le dijo a la anciana: “Adelántese y muéstreme su carpa”. La anciana comenzó a andar y él la siguió.
El fiel compañero que iba con el Profeta le dijo: “¡Oh, Mensajero de Dios!, deme el odre”. A pesar de lo pesado de la carga, el Profeta no aceptó que lo ayudara. El fiel compañero insistió, entonces el Profeta le dijo: “Yo soy más merecedor para llevar la carga de la comunidad sobre mis hombros”. Así que el Profeta llevó el odre hasta la carpa y se fue. La anciana dijo a sus hijos: “Levántense y traigan el odre de agua a la tienda”.
Cuando los muchachos tomaron el odre en sus manos se sorprendieron y uno de ellos le preguntó: “Madre, ¿cómo pudiste traer este odre tan pesado?” Le contestó: “Un hombre muy amable y amigable, de voz dulce y buen carácter, me hizo el favor de traerlo”. Los muchachos sintieron curiosidad y salieron a buscar a ese afable y servicial hombre; al verlo, supieron de inmediato que se trataba del Profeta y corrieron de regreso a la carpa para informarle a su madre: “¡Madre! Este hombre que dices es el Profeta por quien convertiste tu fe y a quien siempre has ansiado conocer”. Al escuchar esto, la anciana salió apresurada, alcanzó al Profeta y cayó a sus pies. Sollozaba de manera incontenible y no paraba de disculparse. Este honorable suplicó por ella y sus hijos, y amablemente la acompañó de nuevo hasta su carpa.
El hombre más perfecto
La existencia del Santo Profeta estuvo llena de virtudes humanas y buenas cualidades, lo que indica su grandeza, originalidad y pura moral. Dios lo crió bien y protegió del injurioso entorno en el que vivía. El Profeta de Dios estaba dotado de importantes características morales, razón por la cual Dios Todopoderoso lo describió en el Corán como:
﴿ وَإِنَّكَ لَعَلى خُلُقٍ عَظِيمٍ ﴾
“y, en verdad, posees un nobilísimo carácter” (Capítulo 68, El Cálamo, versículo 4).
Por lo tanto, Muhammad es el ejemplo más destacado de lo que es un ser humano perfecto y el ejemplo más digno para los musulmanes. Dios nos ha ordenado que sigamos a este caminante y actuemos según sus enseñanzas para alcanzar el divino Jardín del Edén. Dios Todopoderoso, dirigiéndose a los creyentes, dice en el Corán:
﴿لَقَدْ كَانَ لَكُمْ فِي رَسُولِ اللَّهِ أُسْوَةٌ حَسَنَةٌ لِمَنْ كَانَ يَرْجُو اللَّهَ وَالْيَوْمَ الْآَخِرَ وَذَكَرَ اللَّهَ كَثِيرًا ﴾
“Ciertamente, en el Mensajero de Dios tenéis un buen modelo para quien tiene su esperanza puesta en Dios y en el Último Día y recuerda mucho a Dios”
(Capítulo 33, Los partidos, versículo 21).
Este versículo es por sí mismo la prueba más fuerte y el argumento más poderoso de que el Mensajero de Dios fue beneficiado con la más digna moral y con las más elevadas virtudes humanas.
La mayoría de los gobernantes poderosos, que llevan en sus manos las riendas de los asuntos del pueblo, están lejos de ser humildes; especialmente en los tiempos antiguos, cuando fanfarronear era considerado un requisito necesario para el dominio de los gobernantes.
El Profeta Muhammad, en su tiempo, se opuso a este método repugnante y dirigió su gobierno con humildad, de tal forma que uno de los objetivos de su noble misión era erradicar el egoísmo en la sociedad. La mayoría de las veces, el Gran Mensajero aconsejaba a sus seguidores y les decía: “Aquél que tenga una pizca de arrogancia en su corazón, nunca verá el Paraíso”. Él mismo daba el ejemplo y trataba a la gente con completa humildad.
Con respecto al comportamiento del Mensajero de Dios, está registrado que él se ubicaba en la parte posterior durante las reuniones y trataba de la misma forma a toda la gente que se encontraba en estas, de modo que nadie sintiera que una persona era más respetada que otra por él.
Entre las recomendaciones del Profeta a sus compañeros está:
“No exageren en alabarme, así como los cristianos exageraron en cuanto al hijo de María, y lo llamaron ‘hijo de Dios’. Yo soy uno de los siervos de Dios. Por ello, llámenme con el nombre de ‘siervo’ y ‘enviado’ de Dios”.
Entre los gestos de humildad y modestia que lo caracterizaban está el hecho de que solía reparar él mismo su calzado y remendaba sus ropas. Además, le gustaba cooperar en los quehaceres de la casa, como cortar la carne, por ejemplo. Era el hombre más casto. No miraba a nadie a la cara. Respondía a todo lo que le preguntaban. Si alguien le hablaba sobre sus necesidades y la plática se extendía, este honorable lo escuchaba con paciencia hasta que se desahogaba. Y si alguien le pedía algo, lo satisfacía o le aconsejaba acerca de cómo cubrir su necesidad.
El día de la conquista de La Meca, un hombre se acercó al Profeta, su cuerpo temblaba de miedo. Este honorable le dijo: "No temas, no soy un rey. Soy hijo de una mujer de la tribu de Quraysh que comía carne seca".
Dios Todopoderoso otorgó al Santo Profeta, en forma muy especial, los atributos de la bondad y la compasión, y dirigiéndose a los creyentes dijo:
﴿ لَقَدْ جَاءَكُمْ رَسُولٌ مِنْ أَنْفُسِكُمْ عَزِيزٌ عَلَيْهِ مَا عَنِتُّمْ حَرِيصٌ عَلَيْكُمْ بِالْمُؤْمِنِينَ رَءُوفٌ رَحِيمٌ ﴾
“… ha venido a vosotros un Mensajero de entre vosotros mismos al que le abruma vuestro sufrimiento, se preocupa por vosotros y con los creyentes es compasivo, misericordioso.”
(Capítulo 9, El arrepentimiento, versículo 128).
En otro versículo, Dios alaba a Su Profeta de la siguiente manera:
﴿فَبما رَحْمَةٍ مِنَ اللّه ِ لِنْتَ لَهُمْ وَلَوْ کُنْتَ فَظّا غَلیظَ الْقَلْب لاَْنْفَضُّوا مِنْ حَوْلِک﴾
“En verdad, por una misericordia de Dios, fuiste blando con ellos, pues, si hubieras sido seco y duro de corazón, rápidamente se hubieran apartado de ti.” (Capítulo 3, La familia de ‘Imran, versículo 159).
Durante toda la vida del Santo Profeta hubo compasión y bondad, tanto en su trato con la gente como en las instrucciones que daba a su comunidad. Entre las recomendaciones que daba a sus seguidores estaba la siguiente:
“Sed piadosos con los habitantes de la Tierra, para que Él (Dios), que se encuentra en el Cielo, sea misericordioso con vosotros. Aquél que no sea bondadoso con la gente, no se verá agraciado por la misericordia y el amor divino”.
Es pertinente mencionar que para él era aún más necesario ser amable con los que tienen menos poder y con los más humildes.
Anas ibn Malik narra:
“Serví al Mensajero de Dios durante diez años. Él nunca me faltó al respeto en lo más mínimo, e hiciese lo que hiciese nunca preguntó ‘¿por qué lo hiciste?’, y por aquello que no hice, nunca preguntó ‘¿por qué no lo hiciste?’”
La bondad y compasión del Profeta también incluía a los animales. Dijo a este respecto:
"Cualquier musulmán que plante un árbol o cultive un campo, y ya sea un ave, un ser humano o un animal se beneficie de éste, es considerado una caridad en el camino de Dios".
El Mensajero, al mismo tiempo que tenía el poder de venganza, era perdonador y paciente. Esta paciencia y perdón de hecho era por obedecer el mandato divino:
﴿خُذِالْعَفْوَ و أمُرْ بِالعُرْفِ و أَعْرِضْ عنِ الجاهِلینَ﴾
“¡Sé indulgente, ordena el bien y apártate de los ignorantes!”. (Capítulo 7, Los lugares elevados, versículo 199).
En la explicación de este honorable versículo, el Profeta dice: “establece una relación con quien ha roto los lazos contigo, perdona a aquél que te ha privado de su perdón, y perdona al que te ha hecho mal; ya que, si te relacionas con alguien que ha roto contigo, en realidad lo has perdonado, y si perdonas a alguien que te privó de su perdón, has realizado un buen acto, y si perdonas a alguien que te hizo el mal, en realidad te has apartado de la gente ignorante. Dios, en Su Sagrado Libro ha dicho esto acerca de fomentar el perdón:
﴿ولاتستوی الحسنةُ و لاالسَّیِّئَةُ إدفَعْ بِالّتِی هِیَ أَحْسَنُ فَإذا الذّی بَیْنَکَ وَ بَیْنَهُ عَداوَةٌ کأَنَّهُ وَلیٌّ حَمیمٌ﴾
“No son iguales las buenas acciones que las malas. Rechaza el mal con lo que es mejor y aquel con el que estabas enemistado se comportará como si fuera un amigo íntimo”. (Explicadas detalladamente, 41:34)
Desde el punto de vista islámico, lo material no debe impedir que el hombre cumpla con sus deberes ante el Creador. No importa cuántas propiedades y posesiones acumule el ser humano en su vida, al final le espera la muerte y deberá abandonar todo lo que ha reunido. Con base en esto, Dios invita a Su Profeta al ascetismo de la siguiente manera:
﴿وَلا تَمُدَّنَّ عَیْنَیْکَ إِلی ما مَتَّعنا بِهِ أَزْواجا مِنْهُمْ زَهْرةَ الحیاةِ الدُّنیا لِنَفْتِنَهُمْ فیهِ و رِزْقُ رَبّکَ خیرٌ و أَبْقی﴾
“Y no alargues tus ojos hacia lo que Nosotros hemos proporcionado a algunos de ellos, flor de esta vida mundanal, para ponerles a prueba con ello, pues la provisión de tu Señor es mejor y más duradera.” (Capítulo 20, Ta Ha, versículo 131).
En este noble versículo, Dios Todopoderoso advierte a Su Profeta y a los creyentes contra la codicia, el deseo desmedido de poseer los bienes del mundo y perseguir toda clase de placeres prohibidos, ya que todas las bendiciones del mundo están disponibles sólo para probar al ser humano. Por lo tanto, lo que Dios reserva de las buenas obras en el Más Allá para los creyentes es eterno y valioso. Esto no significa renunciar completamente al mundo, apartarse de los medios materiales y vivir en total carestía, sino que se deben dejar los placeres pasajeros para ayudar a otros a seguir en el sendero de la verdad y a los indigentes. El Santo Profeta recomienda el ascetismo y la piedad para reducir la codicia y las luchas en el mundo. Este honorable en una narración dice: "Ignora los bienes del mundo para que Dios te ame y no mires lo que tiene la gente para que la gente te ame".
El Gran Profeta del islam fue ejemplo único de ascetismo y piedad, y estuvo apartado siempre de los placeres del mundo. La austeridad de este honorable fue una de las verdaderas razones de su profecía, ya que cuando su situación económica mejoró, especialmente después de la conquista de La Meca, no cambió su método de vida; es decir, continuó comiendo lo mismo, vistiendo la misma ropa e incluso continuó utilizando los mismos enseres que tenía.
Una de las esposas del Profeta describe la vida sencilla del Mensajero de Dios de la siguiente manera:
“El colchón en el que dormía el Santo Profeta estaba hecho de piel y rellenado de hojas de palmera. A veces, nosotros, como familia del Mensajero de Dios, durante un mes no encendimos fuego para cocinar, y nos saciábamos con dátiles y agua. Hasta el día en que el Profeta falleció su familia nunca, durante dos días seguidos, se sintió satisfecha por comer pan de cebada”.
Estos fueron algunos aspectos de la vida y el carácter del gran Mensajero del islam, Muhammad (la paz y las bendiciones de Dios sean con él y su bendita familia), quien siempre se esforzó por guiar a los seres humanos hacia el monoteísmo y servir a Dios Todopoderoso. Esperemos que todos nosotros sigamos y apliquemos el ejemplo de este gran Profeta en nuestras vidas.