Muhammad ibn Mondaki era un asceta abstinente que seguía una vida espiritual aislado y separado de las personas. Un día de verano, ingresó por casualidad en uno de los suburbios de Medina. Hacía un calor muy intenso y el sol golpeaba con tanta fuerza las calles que nadie se encontraba en ellas. Entonces divisó a un hombre que caminaba bajo el sol mientras revisaba una quinta que posiblemente era de su propiedad. El asceta pensó: “¿Quién será este hombre que en medio de un tiempo tan caluroso se encuentra abocado a un asunto del mundo?” Se acercó para identificarlo y con asombro vio que se trataba del Imam Baqir (la paz sea con él). El asceta pensó: “¿Por qué un hombre tan noble se encuentra buscando con tanta ansiedad los bienes del mundo y las ganancias materiales, al punto que sale a trabajar en un día así? Tengo que aconsejarlo para que recapacite y abandone estas cosas.”
El asceta se acercó y lo saludó. El Imam Baqir (la paz sea con él) le devolvió el saludo mientras jadeaba transpirando copiosamente. El asceta le preguntó al Imam: “¿Es lógico que un hombre tan noble como usted se encuentre esforzándose por obtener ganancias materiales, especialmente en un día tan caluroso? Usted no sabe cuándo le llegara el momento de su muerte. Si muriera en este momento, en este estado, ¿cómo resultaría para usted? ¿Acaso es bueno que con un tiempo así y con tanto sufrimiento usted trabaje tanto para obtener el mundo?”
El Imam Baqir (la paz sea con él) detuvo su trabajo y se apoyó contra la pared para tomar un respiro. Entonces el Imam le dijo: “Si me llegara la muerte en este preciso momento, me encontraría en estado de devoción. Pues justamente este trabajo que estoy realizando es una obra de obediencia y sumisión a Dios. ¿Acaso tú piensas que adorar a Dios es solamente rezar y hacer oraciones? Yo vivo y tengo una familia que mantener. Si no fuera por este trabajo en el cual me esfuerzo y sufro, tendría que pedir limosna a personas como tú. Yo trabajo para no tener que pedir dinero a la gente. Y si tuviera que tener miedo a la muerte sería por estar en el pecado y la desobediencia a Dios, no en una situación de obediencia. Lo que Dios me ha obligado es a trabajar para adquirir el sustento lícito.”
El asceta exclamó: “¡Qué equivocación la mía! Ahora me doy cuenta lo errado que estaba. Yo pensé en venir a aconsejarte y termino recibiendo un consejo por andar en el camino del desvío...”[1]
[1] Al Bihar, tomo XI, pag. 82 (Las situaciones del Imam Baqir –P-)