En el nombre de Dios, el Compasivo, el Misericordioso.
Hola, hoy queremos compartir contigo este nuevo episodio que hemos titulado: El amor a los padres. La pugna.
El imam Sadiq (la paz sea con él) dijo: "La religión es el amor, y el amor es la religión". Nuestro amor hacia Dios debe llenar por completo nuestro corazón y estar por encima de todo. Efectivamente, la fe se sustenta en ello. Pero la fe no se alcanza a través del mero conocimiento de los preceptos religiosos, sino cuando se logra amar y practicar la religión. Solo así nos convertimos en verdaderos creyentes. Esta relación indisoluble entre fe, amor, conocimiento y praxis nos debe acompañar durante todo nuestro viaje por la vida.
Por otra parte, el amor de Dios hacia nosotros y de nosotros por Él determina nuestra forma de amar al prójimo y a la Creación misma. Si amamos a Dios amamos a la humanidad y las buenas acciones. El amor a Dios determina nuestro carácter y comportamiento, la manera de relacionarnos con la sociedad y nuestros familiares; incluso de ello depende el tratamiento que nos damos hacia lo interno y externo, la forma en que nos reconocemos y amamos a nosotros mismos.
Es natural que amemos a quien nos ama y procura nuestro bienestar. Toda relación fundamentada en el amor conlleva al agradecimiento, ambos prosperan en la misma medida en que nos alejamos de la soberbia y el egoísmo.
Sin embargo, el creyente debe coexistir con personas carentes de conocimiento y que están completamente alejadas del bien y del abrazo amoroso de Dios. El soberbio, el canalla, el maledicente, el vanidoso, el egoísta, el arrogante, el opresor y todo aquel que actúa malévolamente de forma consciente recorrerá el camino hacia la muerte sin más destino que el castigo doloroso:
“Entre la gente hay quien disputa sobre Dios sin conocimiento y sin guía y sin una Escritura luminosa, apartándose con arrogancia para desviar [a la gente] del camino de Dios. Será humillado en esta vida y el Día del Levantamiento le haremos probar el castigo abrasador” (Sura 22, aleya 8 y 9).
Lamentablemente, la sociedad moderna, particularmente la Occidental y en aquellos países que han adoptado sus costumbres, observamos que se incentiva la pugna generacional. Los padres y ancianos se convierten en seres desechables, en una especie de inventario inactivo, con fecha de caducidad. De repente, y de la forma más cruel e injusta, cualquier adulto deja de tener importancia y valor dentro de la familia y en la sociedad cuando pasan a formar parte de lo que las sociedades consumistas consideran masas improductivas.
Por su parte, los hijos vienen acuñando de forma más o menos silente toda una cultura y un sistema de valores que se corresponde con esa concepción totalmente deshumanizada y deshumanizadora. Apenas encuentran una fisura o diferencia entre sus padres y ellos, adoptan una conducta hostil, vejatoria y opresora hacia sus progenitores:
“De igual forma, en verdad, Dios ordena la justicia, el bien y la generosidad con los familiares y prohíbe la indecencia, los malos actos y la opresión. Él os amonesta para que, quizás así, reflexionéis” (Sura 16, aleya 90).
Hemos llegado al final de este episodio. Nos despedimos de ti con profundo afecto y respeto, seguros de que cada día compartirás con nosotros estas enseñanzas que abrirán tu corazón y tu pensamiento. ¡Hasta mañana!