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“¡Oh, Dios! Haz que cada daño que ellos (mis padres) hayan recibido de mí, cada disgusto que les haya llegado de parte mía y cada derecho que hayan perdido por mí sea el medio que borre y haga caer sus pecados, que eleve sus grados y multiplique sus obras bue­nas. Oh, Quien modifica las malas acciones por múltiples bue­nas acciones.”
Acabamos de escuchar un hermoso extracto de la Plegaria del imam Sayyad (la paz sea con él).

Transcripción

En el nombre de Dios, el Compasivo, el Misericordioso.

Hola, hoy queremos compartir contigo este nuevo episodio que hemos titulado: El amor a los padres. El perdón.

“¡Oh, Dios! Haz que cada daño que ellos (mis padres) hayan recibido de mí, cada disgusto que les haya llegado de parte mía y cada derecho que hayan perdido por mí sea el medio que borre y haga caer sus pecados, que eleve sus grados y multiplique sus obras bue­nas. Oh, Quien modifica las malas acciones por múltiples bue­nas acciones.”

Acabamos de escuchar un hermoso extracto de la Plegaria del imam Sayyad (la paz sea con él). Guarda relación con el tema del amor a los padres. En ella el imam, quien es ejemplo de pureza espiritual, humildad y sublime benevolencia suplica a Dios que cada disgusto que él haya ocasionado a sus amados progenitores, a lo largo de los años, sirva para descontar o borrar los pecados de ellos. Además de esta purificación, ruega que el daño causado por él a los derechos de sus padres y el descuido de sus responsabilidades como hijo se tribute en beneficio de ellos para acercarlos más a Dios. Pide que sus padres tengan la posibilidad de incrementar sus buenas acciones para alcanzar la Recompensa en el Más Allá.

En ese pasaje de la Plegaria queda implícito un doble perdón: el de Dios hacia quien ha descuidado su amor a los padres por haber ofendido o vulnerado sus derechos, y el perdón  de los padres hacia el hijo trasgresor que ha desobedecido el mandato divino de respetar a sus familiares. No obstante, se trata de un hijo consciente de sus faltas y, por tanto, deseoso de corregirlas. Es por ello que cierra con una frase alentadora que es un llamado a enmendar nuestras malas acciones mediante el arrepentimiento y el ejercicio de numerosos actos de bondad.

Dios por medio del Sagrado Corán dijo: “Vuestro Señor es Quien mejor conoce lo que hay en vuestras almas. Si os comportáis rectamente, Él perdona a quienes se vuelven a Él arrepentidos”. (Capítulo 17, Versículo 25).

En relación con el perdón a los padres por parte de los hijos el imam se refiere directamente a ello más adelante:

“¡Oh, Dios! Yo les perdono todo cuanto hayan transgredido en mi contra de palabra, todo cuanto hayan exagerado hacia mí en sus obras, lo que hayan violado de mi derecho y las tareas que debían realizar conmigo pero fueron negligentes con ellas, y les otorgo todo esto como un don para ellos (para que se les registre como si lo hubieran hecho bien), haciendo de todo esto un instrumento para su bien. Y quiero que Tú descargues el peso de estas cosas de sus hombros.”

Estas palabras del imam están llenas de una luz espléndida que se aloja muy cálidamente en nuestro corazón. Así, de manera elevada establece una bella correspondencia con la disposición divina de amar y cuidar a nuestros padres, incluso si ellos nos han oprimido, han sido tiranos o injustos con nosotros. Es el perdón manifiesto en palabra y acción. A pesar de las posibles transgresiones y negligencias de los padres el imam intercede por ellos ante Dios, y con su ejemplo nos invita a imitarle.

Pues yo no los culpo por sus faltas hacia mí, ni considero que fueran negligentes en su buen trato hacia mí, ni estoy disgusta­do por lo que han hecho conmigo. ¡Oh, Señor! Porque el consi­derar y darle importancia a sus derechos es más obligatorio para mí que la obligación de ellos para conmigo. Y un buen trato hacia mí es anterior al mío sobre ellos y sus mercedes hacia mí son más grandes como para pagarles con la misma moneda en justicia (o reclamarles algo) o hacer con ellos algo equiparable a lo que ellos han hecho conmigo. Y si yo hago algo con ellos, ¡oh, Señor mío!: ¿Dónde están entonces sus largas preocupa­ciones respecto a mi educación, la intensa fatiga que han sopor­tado para cuidarme, y la estrechez y angustias que han recibido y han tenido que padecer por mi bienestar?”.

No obstante, debemos recordar e insistir que el amor a los padres ni hacia ninguna otra cosa debe exceder nuestro amor a Dios:

“¡Oh, los que creéis! Proteged la justicia testificando para Dios, aunque sea contra vosotros mismos o contra vuestros padres o familiares cercanos, sean ricos o pobres, ya que Dios tiene mayor derecho que ellos. Y no sigáis vuestras pasiones, para que seáis justos. Y, si distorsionáis vuestro testimonio u os negáis a darlo, Dios está bien informado de lo que hacéis.” (Sagrado Corán, Capítulo 4, Versículo 135).

Por último, tampoco podemos seguir a nuestros padres en su extravío. Si ellos han perdido la fe y han dejado de ser creyentes no podemos dejarnos perder por ellos: “¡Oh, los que sois creyentes! No toméis a vuestros padres y hermanos por amigos si prefieren la incredulidad a la fe y quienes de vosotros les tomen por amigos, esos serán (también) opresores”. (Sagrado Corán, Capítulo 9, Versículo 23).

Hemos llegado al final de este episodio. Nos despedimos de ti con profundo afecto y respeto, seguros de que cada día compartirás con nosotros estas enseñanzas que abrirán tu corazón y tu pensamiento. ¡Hasta mañana!

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“¡Oh, Dios! Haz que cada daño que ellos (mis padres) hayan recibido de mí, cada disgusto que les haya llegado de parte mía y cada derecho que hayan perdido por mí sea el medio que borre y haga caer sus pecados, que eleve sus grados y multiplique sus obras bue­nas. Oh, Quien modifica las malas acciones por múltiples bue­nas acciones.”
Acabamos de escuchar un hermoso extracto de la Plegaria del imam Sayyad (la paz sea con él).

En el nombre de Dios, el Compasivo, el Misericordioso.

Hola, hoy queremos compartir contigo este nuevo episodio que hemos titulado: El amor a los padres. El perdón.

“¡Oh, Dios! Haz que cada daño que ellos (mis padres) hayan recibido de mí, cada disgusto que les haya llegado de parte mía y cada derecho que hayan perdido por mí sea el medio que borre y haga caer sus pecados, que eleve sus grados y multiplique sus obras bue­nas. Oh, Quien modifica las malas acciones por múltiples bue­nas acciones.”

Acabamos de escuchar un hermoso extracto de la Plegaria del imam Sayyad (la paz sea con él). Guarda relación con el tema del amor a los padres. En ella el imam, quien es ejemplo de pureza espiritual, humildad y sublime benevolencia suplica a Dios que cada disgusto que él haya ocasionado a sus amados progenitores, a lo largo de los años, sirva para descontar o borrar los pecados de ellos. Además de esta purificación, ruega que el daño causado por él a los derechos de sus padres y el descuido de sus responsabilidades como hijo se tribute en beneficio de ellos para acercarlos más a Dios. Pide que sus padres tengan la posibilidad de incrementar sus buenas acciones para alcanzar la Recompensa en el Más Allá.

En ese pasaje de la Plegaria queda implícito un doble perdón: el de Dios hacia quien ha descuidado su amor a los padres por haber ofendido o vulnerado sus derechos, y el perdón  de los padres hacia el hijo trasgresor que ha desobedecido el mandato divino de respetar a sus familiares. No obstante, se trata de un hijo consciente de sus faltas y, por tanto, deseoso de corregirlas. Es por ello que cierra con una frase alentadora que es un llamado a enmendar nuestras malas acciones mediante el arrepentimiento y el ejercicio de numerosos actos de bondad.

Dios por medio del Sagrado Corán dijo: “Vuestro Señor es Quien mejor conoce lo que hay en vuestras almas. Si os comportáis rectamente, Él perdona a quienes se vuelven a Él arrepentidos”. (Capítulo 17, Versículo 25).

En relación con el perdón a los padres por parte de los hijos el imam se refiere directamente a ello más adelante:

“¡Oh, Dios! Yo les perdono todo cuanto hayan transgredido en mi contra de palabra, todo cuanto hayan exagerado hacia mí en sus obras, lo que hayan violado de mi derecho y las tareas que debían realizar conmigo pero fueron negligentes con ellas, y les otorgo todo esto como un don para ellos (para que se les registre como si lo hubieran hecho bien), haciendo de todo esto un instrumento para su bien. Y quiero que Tú descargues el peso de estas cosas de sus hombros.”

Estas palabras del imam están llenas de una luz espléndida que se aloja muy cálidamente en nuestro corazón. Así, de manera elevada establece una bella correspondencia con la disposición divina de amar y cuidar a nuestros padres, incluso si ellos nos han oprimido, han sido tiranos o injustos con nosotros. Es el perdón manifiesto en palabra y acción. A pesar de las posibles transgresiones y negligencias de los padres el imam intercede por ellos ante Dios, y con su ejemplo nos invita a imitarle.

Pues yo no los culpo por sus faltas hacia mí, ni considero que fueran negligentes en su buen trato hacia mí, ni estoy disgusta­do por lo que han hecho conmigo. ¡Oh, Señor! Porque el consi­derar y darle importancia a sus derechos es más obligatorio para mí que la obligación de ellos para conmigo. Y un buen trato hacia mí es anterior al mío sobre ellos y sus mercedes hacia mí son más grandes como para pagarles con la misma moneda en justicia (o reclamarles algo) o hacer con ellos algo equiparable a lo que ellos han hecho conmigo. Y si yo hago algo con ellos, ¡oh, Señor mío!: ¿Dónde están entonces sus largas preocupa­ciones respecto a mi educación, la intensa fatiga que han sopor­tado para cuidarme, y la estrechez y angustias que han recibido y han tenido que padecer por mi bienestar?”.

No obstante, debemos recordar e insistir que el amor a los padres ni hacia ninguna otra cosa debe exceder nuestro amor a Dios:

“¡Oh, los que creéis! Proteged la justicia testificando para Dios, aunque sea contra vosotros mismos o contra vuestros padres o familiares cercanos, sean ricos o pobres, ya que Dios tiene mayor derecho que ellos. Y no sigáis vuestras pasiones, para que seáis justos. Y, si distorsionáis vuestro testimonio u os negáis a darlo, Dios está bien informado de lo que hacéis.” (Sagrado Corán, Capítulo 4, Versículo 135).

Por último, tampoco podemos seguir a nuestros padres en su extravío. Si ellos han perdido la fe y han dejado de ser creyentes no podemos dejarnos perder por ellos: “¡Oh, los que sois creyentes! No toméis a vuestros padres y hermanos por amigos si prefieren la incredulidad a la fe y quienes de vosotros les tomen por amigos, esos serán (también) opresores”. (Sagrado Corán, Capítulo 9, Versículo 23).

Hemos llegado al final de este episodio. Nos despedimos de ti con profundo afecto y respeto, seguros de que cada día compartirás con nosotros estas enseñanzas que abrirán tu corazón y tu pensamiento. ¡Hasta mañana!