En el nombre de Dios, el Clemente, el Misericordioso
Bienvenidos a Fátima TV. Hoy queremos hablarles nuevamente acerca de las cartas del último Mensajero de Dios. Queremos compartir con ustedes estos trascendentes contenidos. Sígannos a través de nuestra página web y las redes sociales.
Vamos, acompañamos a escuchar el PODCAST de hoy.
El Profeta del islam (la paz y las bendiciones de Dios sean con él y su bendita familia) fue enviado para toda la gente del mundo y de todos los tiempos hasta el Día de la Resurrección.
Tal y como aparece expresado en el Generoso Corán, el Enviado de Dios (la paz y las bendiciones de Dios sean con él y su bendita familia) fue un advertidor para todos los humanos y, al mismo tiempo, un mensajero misericordioso y bondadoso. Vino para salvar a todos los seres humanos y traerles la verdadera felicidad.
Su religión era un mensaje que estaba en armonía con el innato humano, en armonía con la razón y la sabiduría. Precisamente, uno de los fundamentos sobre el cual se erige el islam es la razón; es por eso que el Generoso Corán siempre nos invita a reflexionar y cavilar. El islam es, por tanto, una religión innata que armoniza con el innato y la naturaleza de todos los seres humanos.
﴿فِطْرَتَ اللَّهِ الَّتِي فَطَرَ النَّاسَ عَلَيْها لا تَبْدِيلَ لِخَلْقِ اللَّهِ ذلِكَ الدِّينُ الْقَيِّم وَلكِنَّ أَكْثَرَ النَّاسِ لا يَعْلَمُونَ﴾
“…la naturaleza esencial en la que Dios ha creado a los seres humanos—En la creación de Dios no hay cambios. Esta es la verdadera religión, pero la mayoría de las personas no tienen conocimiento—“(capítulo 30, versículo 30)
Luego del pacto de paz de Hudaybiyyah, pacto que se estableció entre el Profeta y los judíos de Medina, este honorable decidió hacer llegar a toda la gente del mundo su invitación a conocer el Mensaje de Dios. Esa fue, sin duda, la verdadera obligación del Profeta.
﴿ما عَلَى الرَّسُولِ إِلَّا الْبَلاغُ وَاللَّهُ يَعْلَمُ ما تُبْدُونَ وَما تَكْتُمُونَ﴾
“El Mensajero [de Dios] sólo tiene la responsabilidad de transmitir [la revelación]. Y Dios conoce lo que mostráis y lo que ocultáis” (capítulo 5, versículo 99)
Así lo decidió el Profeta seis años después de su llegada a Medina. Es importante recordar que traducir en aquella época era muy distinto a como lo es en la actualidad. Tampoco la comunicación era como la que existe hoy día. Supongamos que el Profeta hubiese querido enviar un correo al emperador de Roma, ese correo debía estar escrito en griego o latín con total fluidez. De igual modo, si hubiese querido enviar a alguien con una carta para el rey de Persia, el correo debía estar redactado en perfecto persa.
El mensaje del Profeta también había sido escrito en lengua árabe. En una ocasión este honorable se acercó a sus seguidores y compañeros para decirles: “Hoy quiero escribir una carta a los reyes invitándolos a lo que se me ha encomendado hacer”.
Después de que los exhortó, dijo: “Traten de ser sinceros por Dios y (traten de trabajar) para (complacer a) Dios. Quien asume la responsabilidad de los asuntos de la gente y luego no trata a la gente con sinceridad, Dios prohíbe el Paraíso para él”.
Y continuó diciendo: “Ustedes no actúen como los enviados de Jesús, hijo de María”. Preguntaron al Profeta: “¿Qué fue lo que hicieron los enviados del profeta Jesús, para que nosotros no actuemos así?” Contestó:
“Tal y como yo quiero enviarlos a los sultanes, sabios y reyes con el fin de invitarlos a la religión de Dios, Jesús (la paz sea con él) también quiso enviar a algunos hombres con este mismo propósito. Pero si el lugar al que Jesús quería enviarlos se encontraba lejos, se molestaban y decían: «Es difícil para nosotros», sin embargo, aceptaban cuando el lugar estaba cerca.
Cuando estos mensajeros, y los que rechazaban ir a lugares lejanos, despertaron a la mañana siguiente, vieron que cada enviado que Jesús había designado para las diversas regiones, hablaba en la lengua de esa región”.
Al final, el Profeta eligió a un grupo de sus seguidores para que llevaran una carta y, por milagro divino, les enseñó el idioma de la región a donde irían para que pudieran comunicarse sin problemas con los habitantes en su mismo idioma.
El Profeta envió seis cartas en un día, cada una dirigida a un rey distinto; claro está que aquellos a quienes recibieron estas cartas o aceptaron la invitación, incluso quienes la rechazaron, mostraron respeto y un buen trato hacia el Profeta.
Entre los destinatarios de aquellas misivas se encontraban el emperador de Roma, el rey de Persia, el rey de Abisinia (o Etiopía actual) y el rey copto (de Egipto). La quinta carta fue para Levant, rey de Sham, región que hoy se conoce como Siria, sin embrago, dependía del gran Imperio Romano; y la sexta estuvo dirigida al rey de Yamamah, región histórica de la península arábiga. Estas seis cartas fueron despachadas en un mismo día.
﴿وَمَنْ أَحْسَنُ قَوْلًا مِمَّنْ دَعا إِلَى اللَّهِ وَعَمِلَ صالِحاً وَ قالَ إِنَّنِي مِنَ الْمُسْلِمِينَ﴾
“Y ¿quién dice mejores palabras que quien invoca a Dios y realiza buenas obras y dice: «En verdad, ¿soy de los que se someten [ante Dios]»?” (Capítulo 41, versículo 33)
No hay mejores palabras que aquellas que pronuncia un ser humano cuando invita a la gente hacia Dios y él mismo lo practica y dice: “Yo me someto a Dios”. El contenido de aquellas cartas era el mismo, una invitación al monoteísmo y a la adoración de Dios Único. Esto lo podemos encontrar en el texto de algunas aleyas coránicas. Por ejemplo, en la Sura La familia de Imran, Dios dice:
﴿قُلْ يَا أَهْلَ الْكِتَابِ تَعَالَوْا إِلَىٰ كَلِمَةٍ سَوَاءٍ بَيْنَنَا وَبَيْنَكُمْ أَلَّا نَعْبُدَ إِلَّا اللَّـهَ وَلَا نُشْرِكَ بِهِ شَيْئًا وَلَا يَتَّخِذَ بَعْضُنَا بَعْضًا أَرْبَابًا مِّن دُونِ اللَّـهِ ۚ فَإِن تَوَلَّوْا فَقُولُوا اشْهَدُوا بِأَنَّا مُسْلِمُونَ﴾
“Di: « ¡Oh gente de la Escritura [Sagrada]! Venid a una palabra igual para vosotros y nosotros: Que no adoraremos más que a Dios y que no asociaremos nada a Él y que no nos tomaremos unos a otros como señores junto a Dios.» Y si dan la espalda (a esta propuesta), decidles entonces: «Sed testigos de que nosotros somos musulmanes.»” (Capítulo 3, versículo 64)
El emperador de Roma cuando leyó la carta del Profeta, la entregó a la persona que se encontraba junto a él y dijo: “Esta carta fue enviada por un hombre que está asociado con la revelación y los ángeles divinos”, y le mostró respeto.
Cuando el rey de Siria leyó la carta, dijo: “Se ve que la persona que me envió esta carta, no miente. No nos ordenó hacer el mal”. Esta fue la causa por la que aceptó la invitación del Profeta y se hizo musulmán. El emperador de Roma se enteró de que el rey de Siria había aceptado la invitación, entonces mandó a que lo arrestaran. Una vez preso, lo amenazaron con colgarlo, pero aun así no abandonó el islam. Cuando estaban a punto de matarlo recitó un poema que decía:
“Hagan llegar mi saludo al Profeta y díganle que
mis huesos atestiguan que soy musulmán”.
Por su parte, el rey copto rechazó el islam, pero envió obsequios para el Profeta, y otros de los reyes actuaron de esta misma forma.
El rey de Abisinia, Etiopía actual, era el Negus. Él aceptó la invitación del profeta pero mantuvo en secreto su conversión a musulmán. Amparó a los seguidores del Profeta del islam que habían huido a Abisinia. Dijo: “Mientras yo esté, ustedes estarán bajo mi protección y pueden quedarse aquí”. Ya’far Taiiar (hermano del Imam ‘Ali -la paz sea con él- y primo del Profeta) y otros que huyeron hacia esas tierras se quedaron a vivir ahí y, después de un tiempo, regresaron a Medina.
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