Mu‘awiya ibn Wahb dijo: Escuché a Abu 'Abdillah (Imam Sadiq), la paz sea con él, decir:
Cuando el siervo se arrepiente con un arrepentimiento sincero, (tawba an-nasuh) Dios lo ama y cubre sus faltas en este mundo y en el Más Allá.
Dije: ¿Cómo las cubre?
Respondió: Hace que sus dos ángeles olviden lo que han escrito sobre sus pecados, y ordena a sus miembros: Esconded sus pecados, y ordena a la tierra: Oculta lo que haya hecho sobre ti de pecados, de modo que cuando se presente ante Dios, no habrá nada que testifique en su contra sobre ninguno de sus pecados.
Comentario:
Dice Dios en el Corán:
"يَا أَيُّهَا الَّذِينَ آمَنُوا تُوبُوا إِلَى اللَّهِ تَوْبَةً نَّصُوحًا"
"¡Oh, vosotros que creéis! Arrepentíos ante Dios con un arrepentimiento sincero (tawba an-nasuh)" [Corán 66:8]
El arrepentimiento sincero (tawba an-nasuh) significa ser puro, genuino y sin defectos, de manera similar a la lealtad sin malicia que un creyente siente hacia su hermano creyente, y como la miel purificada de su cera o una prenda remendada sin grietas ni roturas. El arrepentimiento sincero es aquel en el que se reúnen todas las condiciones del arrepentimiento, tales como:
- Remordimiento sincero en el corazón.
- La firme resolución de abandonar ese pecado.
- Cumplir con los derechos de Dios que han sido descuidados.
- Restituir los derechos de las personas que han sido vulnerados.
- Someter el alma a una disciplina para eliminar los efectos del pecado.
- Soportar las dificultades de la obediencia, y finalmente, pedir perdón a través de las palabras y disculpas.
[Nahj al-Balagha, sabiduría 417]
También Allama Maylesi en el libro Mirat al-Uqul [volumen 11, página 296] narra este hadiz de Imam Ali (la paz sea con él) que dijo:
El arrepentimiento (tawba) genuino se compone de seis elementos:
- Sentir pesar por los pecados pasados,
- Restituir las obligaciones abandonadas,
- Devolver los derechos a quienes fueron agraviados,
- Buscar el perdón de aquellos con los que uno tuvo disputas,
- Tomar la firme decisión de no volver a cometer el pecado,
- Hacer que el alma pruebe la amargura de la obediencia de la misma manera que le hiciste saborear la dulzura del pecado.