Alegrar el corazón del creyente
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Ayudar al prójimo ya es de por sí una buena acción. Si además ese prójimo es creyente y ponemos la intención de alegrarlo, tal acción tendrá un valor agregado. La buena obra no solo se realiza con bienes mundanales sino que una visita ante la enfermedad o el solo abatimiento, e incluso solo una sonrisa puede infundir alegría en la otra persona. Con esa acción alegramos a Dios, a Su Mensajero (s.a.w.) y al Imam de la época (a.s.).