EL COLOR DE DIOS
Por Alia Touzout
Quizás, lo más difícil para nosotros es reconocer la dificultad que tenemos para avanzar y evolucionar por un camino por el que, muchas veces, ni nos hemos propuesto andar.
Una enfermedad repentina, la perdida de algo o alguien muy querido, un deseo que no se llega a cumplir, anhelos inalcanzables, frustraciones... un sin fin de situaciones que aparecen aun no habiéndolas buscado.
Nuestra intención es comenzar una serie de artículos que, si Dios quiere, nos van a acompañar en los siguientes números de esta revista, donde intentaremos, empezando desde el principio, entender la necesidad del alma y del cuerpo como ser humano y siervo de Dios del amor y la adoración.
Cómo entender que necesitamos de Dios, cómo ver sus señales, cómo interpretarlas, cómo y qué hacer cuando nos vemos en un aprieto, necesitados, abandonados, cómo encontrar una salida a nuestras angustias, miedos, depresiones, son algunas de las preguntas que intentaremos responder y así ayudarnos y ayudar.
Familiarizarnos con los dichos del Profeta Muhammad (la paz y bendición sean con él su descendencia) que nos hablan de la adoración y la sinceridad en nuestros actos y aprender a utilizar el Corán y los nombres de Dios de una manera sencilla para lograr el propósito tan deseado por todos de sentir a Dios un poco más cerca.
Aprender a sentir y a concienciarnos de las ayudas divinas, retornar a la inocencia de la niñez que nos permitía ver las cosas con más sencillez. Ver a Dios o ver las cosas del color de Dios. De esta manera, intentar elevar el espíritu para aligerar y emprender el vuelo que nos lleva al paraíso y tocarlo.
Dijo el Imam Husein (la paz sea con él):
“Dios, engrandecida sea Su mención, no creó a los siervos sino para que Lo conozcan y cuando éstos Le conocen, Le adoran, y cuando Le adoran a través (de su adoración no sienten la necesidad de adorar a otro que no sea Él”.
Estas son palabras que deberían rondar nuestros pensamientos día a día, hora tras hora, tras cada una de nuestra oraciones, quizás también tras cada uno de nuestros pensamientos. Estas son las reflexiones que acostumbran a nuestra mente y luego al corazón a despreocuparse y desprenderse de todo lo que no es Él.
Esto no es exclusivo de los místicos ni mucho menos, quizás pensemos en algún momento que la meditación, la reflexión, la oración, el dhikr (el recuerdo) etc. sea cosa de los que buscan en su vida contemplativa un destello o un momento de lucidez y sólo buscan apartarse de lo mundanal, no. Es sencillamente necesario para la vida de todos los días, para entender y entendernos, para sembrar y cosechar en esta vida y en la otra.
En un dicho, el Imam Sadeq (la paz sea con él), donde aconseja a sus seguidores acerca de la preparación para la gran peregrinación, dice así:
“….Si quieres ir al hay, tienes que acostumbrar a tu corazón a Dios y que no te preocupen las cosas que te apartan de Él y que sean un impedimento para sentir su Presencia….”
En el Sagrado Corán, vemos una aleya que nos dice lo que debemos hacer, con
una claridad impresionante:
“Temed a Dios, y Dios os enseñará, Dios es conocedor de todas las cosas.” (Sagrado Corán, 2:282)
El temor a Dios lo entendemos como el sentimiento que nos hace obedecer, pero no lo mal interpretemos, por favor, la obediencia tiene que ser, necesariamente, consciente, con conocimiento y voluntaria.
No olvidemos que una acción ciega, sin razonamiento previo, exento de lógica, es rechazado por el mismo Corán donde dice:
“Pero dicen: en verdad, encontramos a nuestros padres siguiendo una creencia y, en verdad, siguiendo sus huellas estamos bien guiados.” (Sagrado Corán, 43:22)
Según Tafsir Al-Mizan, esta aleya refleja con claridad el error que cometemos creyendo en una religión o creencia o costumbre, simplemente, por ser la que prevalece en la sociedad o la que nos ha sido inculcada por nuestros padres, sin haber hecho el menor esfuerzo por entenderla y aceptarla por sí misma.
Aquí hay una clara invitación al discernimiento. No es otra cosa que preguntarnos siempre el porqué de lo que hacemos. Cuando Dios envió a sus mensajeros (la paz sea con ellos) los envió con pruebas claras y evidencias múltiples para que la gente los siguiera con convicción.
La taqwa, el temor a Dios, es lo que nos impide hacer algo que vaya en contra de la voluntad de Dios y de Su religión.
“La taqwa y la adoración, si van cogidas de la mano en nuestra vida, dejan una gran huella en nuestra conciencia y nos dan lucidez y visión (basira) y conocimiento, puesto que un corazón puro e inmaculado refleja las verdades así como un espejo”.
Tafsir nemuné -sura La vaca, aleya 28
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